Proceso
Columna Teatro
IV Encuentro Internacional de Teatro del Cuerpo
Rodolfo Obregón
Es una pena que el ciclo “El cuerpo escénico”, convocado por el CITRU a través de Raquel Araujo, y el IV Encuentro Internacional de Teatro del Cuerpo hayan coincidido en tiempo mas no en espacio. Y es una pena porque ambas iniciativas se complementan definitivamente y porque la primera, que propone un modelo alternativo de reflexión-práctica sobre el quehacer de teatristas al margen del discurso oficial, quedó incompleta sin la presencia de Teatro Línea de Sombra.
Ocupados en la organización de su encuentro anual, Alicia Laguna y Jorge A. Vargas no pudieron hacer una demostración de su trabajo creativo y su particular acercamiento a la corporalidad escénica, como hicieron muchos otros teatreros (hay que decirlo) de muy diverso nivel.
La experiencia de Vargas y Laguna resulta medular pues, amén de su dimensión creativa, han sabido darse a basto para combinarla con una propuesta pedagógica inédita en nuestro país y con su trabajo como difusores del Teatro del Cuerpo.
En esta última faceta, los animadores de Teatro Línea de Sombra llegan ya a un cuarto Festival Internacional que cuenta además con el encanto de otorgar sus primicias a la ciudad de Querétaro.
Intercalados con dos espectáculos nacionales (Donde los pies pasan volando de Victoria Gutiérrez, y Galería de moribundos del propio Vargas), este año la barroca puerta de Tierra Adentro recibió con gran entusiasmo a los grupos Spymonkey de Inglaterra, a la Compañía belga Mossoux-Bonté y al brasileño Circo Mínimo.
Los espectáculos de estas tres agrupaciones (Stiff, Twin Houses y Moby Dick, respectivamente) fueron recibidos también con amplio interés en el chilango Teatro Jiménez Rueda.
Desde luego, vistos fuera de contexto, algunos de estos espectáculos pueden presentar la sintomatología de un lenguaje escénico agotado en cuanto posibilidad expresiva autosuficiente. Pero quien se queje de que Stiff no es más que un divertimento basado en el trabajo del clown y el humor negro, o que Twin Houses no va más allá del virtuosismo con que su intérprete maneja los objetos y muñecos, olvida la función primordial del encuentro que es la confrontación de la experiencia pedagógica con su verificación escénica, la muestra fehaciente de un trabajo de especialistas del que está urgida la escena nacional.
Por esta misma razón, poco importa que la realización escénica de los brasileños no haya satisfecho las expectativas que generó su propia labor pedagógica en torno a la acrobacia, y hay que lamentar en cambio que las limitaciones económicas hayan impedido confrontar sobre el escenario el trabajo de exploración sonora de los franceses Henri Ogier y Dominique Montain.
Lejos de la vieja idea actoral (y de las escuelas tradicionales de canto) de la voz como un instrumento independiente, estos pedagogos enfatizan la relación de la emisión sonora con la imaginación corporal y sus implicaciones en términos de afectividad profunda.
Si las grandes aportaciones del desarrollo independiente del lenguaje corporal, como nos han demostrado ya cuatro encuentros, pueden ser la reconciliación de las escuelas vivenciales y formales y el entendimiento del cuerpo como vehículo idóneo de acceso a otras formas de conocimiento, la emancipación del lenguaje sonoro (no semántico) puede ofrecer otro tanto.
Con toda seguridad es ésta la gran asignatura pendiente de nuestro teatro y el motivo (propongo) de la siguiente reflexión-práctica convocada por el CITRU. Sobre ella insistió Yoshi Oida durante su taller del segundo encuentro, a ella dedicó Kozana Lucca su trabajo en el tercero, y a ella se consagró en esta ocasión el taller “Voz y objetos sonoros”.
Como fruto ya de la persistencia de Teatro Línea de Sombra, el grupo mexicano Son Vocesexplora, de modo permanente y con toda seriedad, las potencialidades expresivas de la sonoridad y su liga con las zonas más íntimas del trabajo actoral. Habría que verificar pronto su revitalizadora experiencia.