FICHA TÉCNICA



Título obra La señora Ana luce sus medallas

Notas de Título La anciana luce sus medallas (título original)

Notas de autoría James Matthew Barrie / autor de la novela The old lady shows her medals; Ramiro de Maetzu / traducción literaria; Maria Luz Regás / adaptación teatral

Dirección Luis Sandrini

Grupos y Compañías Compañía Fábregas-Sandrini

Elenco Virginia Fábregas, Luis Sandrini

Espacios teatrales Teatro del Palacio de Bellas Artes




Título obra La petición de mano

Autoría Antón Chéjov

Notas de autoría Xavier Villaurritia / traducción a la edición francesa de Denis Roche

Elenco Paquita Estrada, Mario Martínez Casado, Manolo Fábregas

Espacios teatrales Teatro del Palacio de Bellas Artes




Título obra Gil González de Ávila

Autoría José Peón Contreras

Grupos y Compañías Grupo Proa

Elenco Guadalupe Garnica (Lupe)

Espacios teatrales Teatro de Telefonistas

Eventos Temporada para celebrar el IV aniversario del grupo Proa

Notas Primer Programa de la temporada de IV Aniversario del Grupo Proa




Título obra Cuando el barco zarpe

Autoría Wilberto Cantón

Grupos y Compañías Grupo Proa

Elenco Guadalupe Garnica (Lupe)

Espacios teatrales Teatro de Telefonistas

Eventos Temporada para celebrar el IV aniversario del grupo Proa

Notas Semblanza de Wilberto L. Cantón




CÓMO CITAR

Maria y Campos, Armando de. "Presentación de la compañía Fábregas-Sandrini con una novela hecha comedia de Barrie. El grupo Proa reestrena Gil González de Avila de Peón Contreras y estrena Cuando zarpe el barco de Wilberto L. Cantón". Novedades, 1946. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

Novedades

Columna El Teatro

Presentación de la compañía Fábregas-Sandrini con una novela hecha comedia de Barrie. El grupo Proa reestrena Gil González de Avila de Peón Contreras y estrena Cuando zarpe el barco de Wilberto L. Cantón

Armando de Maria y Campos

El actor argentino Luis Sandrini vio representar en Buenos Aires a la actriz porteña Meche Ortiz una obra que debe haberle causado profunda impresión y deseos de representarla a su vez, cuando tuviera oportunidad. Esta se le presentó cuando vio actuar a la ilustre actriz mexicana Virginia Fábregas, proponiéndole representarla juntos, como está sucediendo en el teatro del Palacio de las Bellas Artes, desde el jueves último.

La pieza que doña Virginia y Sandrini representan juntos, al frente de una reducida compañía, es la escenificación de una de las más populares novelas del gran dramaturgo y novelista inglés Sir James Matthew Barrie, titulada The old lady shows her medals, publicada en Londres el año 1917, traducida al castellano por Ramiro de Maetzu, en 1920, con el título La anciana enseña sus medallas. Una escritora argentina, María Luz Regás, la convirtió en un delicioso melodrama, reduciendo la acción novelada a un prólogo, dos actos breves y un epílogo mímico. La principal razón, casi la única, de su representación en México, es que la protagonista, Ana Dowey, es una anciana de más de sesenta años, lo que permite a doña Virginia presentarse en escena tal cual es.

Toda persona un poco enterada en cosas de teatro sabe que Barrie es uno de los mejores autores británicos. Nació en Escocia (1860 –no tengo la fecha de su muerte–); se graduó en la Universidad de Edimburgo, pero torció su rumbo hacia el periodismo, hacia la narración costumbrista, reviviendo un género que parecía muerto desde los tiempos de Walter Scott. Se trasladó a Londres, y pronto se impuso como novelista. En seguida intentó hacer teatro y dio a la escena Historia de amor del profesor, en 1892, y un año después Jane Annie. En 1903 estrenó su mejor obra de teatro: El admirable Crichton, de la que aparte de una traducción argentina hay otra, magnífica e idéntica, de Rodolfo Usigli. Entre sus obras teatrales, aparte de las que he citado ya, descuellan: El curial (1899), Pequeña María (1903), Calle de calidad (1903), Peter Pan (1904), Lo que sabe cada mujer (1905), Alicia sentada a la lumbre (1905). Su última obra teatral fue a la escena en 1920, y es la titulada Mary Rose.

Su nómina como novelista es muy extensa, y no hace al caso traerla a estos párrafos. Se inició con Mejor muerto, en 1887, y se cerró con La verdad sobre los bailarines rusos, publicada en 1920. La que Maetzu tradujo con el título de La anciana luce sus medallas alcanzó resonante éxito editorial, agotándose varias ediciones rápidamente, por la bondad de su argumento, muy escocés, muy humano, desarrollado con la difícil simplicidad de quien sabe cómo llegar al alma de los grandes públicos. Con la anécdota principal, la señora Regás construyó una comedia graciosa –no confundirla con chistosa–, amable y amarga a un mismo tiempo, muy tópica y que, aquí conviene agregar, da ocasión a la señora Fábregas para componer con dignidad un personaje un poco bufo, siempre en ridículo hasta que el gran dolor de la muerte de su hijo adoptivo –que muere en la guerra, y, huérfano la hereda como madre, con lo que la señora Ana se convierte en madre de héroe y luce las medallas que el soldado ganó peleando contra alemanes–, la ennoblece.

Sandrini, en el hijo postizo, está, por su edad, un poco fuera de papel, pero su dominio de la escena lo salva, y lo hace simpático. Intervienen en la acción tres mujeres más, ancianas como la protagonista, y un reverendo, que dice el prólogo y tiene después una intervención episódica, indispensable para que los dos principales personajes de la obra establezcan contacto frente al público. Si se consideran las dificultades para hacer de una novela una pieza de teatro, no cabe duda que la señora Regás estuvo feliz, porque logró una curiosa comedia, que tal vez el mismo Barrie no hubiera desdeñado considerar dentro de su obra teatral.

La escena bien puesta, y la dirección –a cargo de Sandrini– cuidando los detalles, que, en esta pieza, son también personajes que el público tiene necesidad de ver o de sentir.

Como la pieza La señora Ana luce sus medallas es breve, se completó el programa con la representación por Paquita Estrada, Mario Martínez Casado y Manolo Fábregas de una graciosa pieza de Antón Chejov La petición de mano, traducida al castellano por Xavier Villaurrutia de la edición francesa de Denis Roche, que el grupo experimental Teatro Orientación representó por primera vez en la Secretaría de Educación, en 1932. Decorada y vestida con dignidad, actuada muy vivarachamente por la Estrada, Martínez Casado y Fábregas, gustó mucho.

El grupo Proa inició anoche, en el teatro de Telefonistas una breve temporada de Teatro Mexicano de cámara, o, mejor dicho, una serie de representaciones de piezas breves de autores mexicanos, desde José Peón Contreras, sin duda uno de los mejores autores muertos, el mejor desde luego del siglo anterior, hasta Wilberto L. Cantón y Clemente Soto Alvarez, que estrenarán sus primeras producciones. También se representarán obras de Víctor Manuel Díez Barroso, Hermilo Abreu Gómez, Xavier Villaurrutia y Edmundo Báez.

El primer programa lo compusieron el estreno –no se había vuelto a representar desde fines del siglo pasado– de Gil González de Avila, de José Peón Contreras, cuya primera representación fue el 20 de febrero de 1876, en el teatro Principal, de México, y la primera representación del "misterio marino" en un acto de Wilberto L. Cantón, titulado Cuando el barco zarpe.

Muy bien planeada esta temporada de teatro mexicano hecho por jóvenes actores mexicanos, organizada para celebrar el IV aniversario del grupo Proa, merece una serie de comentarios, que irán apareciendo en el curso de la temporada. Me propongo dar a conocer al gran público que lee Novedades a aquellos elementos del grupo, que merezcan ser conocidos. El primero en turno en turno es el joven autor de Cuando el barco zarpe, Wilberto L. Cantón.

Wilberto L. Cantón puede caracterizarse como el más inquieto de los escritores jóvenes de México. Su inquietud se ha manifstado por igual en su vida y en su obra. Esta segunda comenzó por el cuento, que después abandonó por la poesía, fruto de la cual es su primer libro: Segunda estación (1943), en el que la crítica advirtió recuerdos de Neruda y Pellicer. Concentrado desde entonces en sí mismo, los pocos poemas que ha ido publicando muestran su despiadada lucha en busca de la claridad y el equilibrio, sin incidir en el desorden romántico ni en el formalismo modernista.

En 1945 apareció su primera obra de teatro Cuando el barco zarpe, que ahora inicia la temporada del Proa. Su factura nítida se enmarca en un ambiente poético, donde el mar, como en las obras de Synge y O'Neill, toma categoría de personaje fundamental.

Al mismo tiempo que el teatro y la poesía, Cantón ha tentado el ensayo, campo en el que su recién aparecido La ciudad de México, águila y sol de su vida (1946) es ya un fruto apreciable. Entre sus obras inéditas hay una biografía (Vida y poesía de Alberto Rojas Jiménez) y una novela para niños, de inminente aparición (América es mi patria). Además, desde hace años practica el periodismo [en] Letras de México, El hijo pródigo, Cuadernos americanos, Suma bibliográfica, Revista de Guatemala, Broocks Abroad, etc., etc.

La vida inquieta de Cantón se inicia con un largo viaje por América del Sur, donde recorre varios países, en especial Argentina y Chile, dando conferencias sobre temas mexicanos. En 1943 preside la Conferencia Continental de la Juventud, reunida en México.

Forma y preside también la sección juvenil de la Asociación Mexicana por un Mundo Libre, correspondiente a la International Free World Association. En 1944 inicia la revista Espiga, base de una pequeña editorial del mismo nombre que ha editado traducciones y libros de escritores jóvenes. A principios del presente año, vuelve a Cuba, acompañando a la Feria del Libro Mexicano, en representación de la Universidad Nacional.

Sé que Cantón prepara una obra en tres actos, sin título todavía, pero radicalmente distinta en su tono y técnica a Cuando el barco zarpe, que anoche estrenó con éxito el Proa Grupo, y de la que hablaré concretamente en próxima ocasión. También a él lo ha tocado la tentación del cine, y hay algún argumento suyo en manos de productores.

El estreno de Cuando el barco zarpe registra otra efemérides para el futuro del teatro mexicano, la presentación de una bella muchacha de rica voz y singular temperamento: Lupe Garnica.