FICHA TÉCNICA



Notas Comentarios del crítico sobre el libro de Alegría Martínez, Juan José Gurrola. Memorias, editado por El Milagro




CÓMO CITAR

Morales, Noé. "Juan José Gurrola: memorias". La Jornada Semanal, 2008. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

La Jornada Semanal   |   14 de diciembre de 2008

Columna El mono de alambre

Juan José Gurrola: memorias

Noé Morales

Cesado el aliento, legados los frutos de una vida dedicada en buena parte a desentrañar los mecanismos y los secretos de un oficio, apenas queda la palabra como contenedora de la evocación. Y en el caso de una biografía tan copiosa y significativa como la de Juan José Gurrola (1935-2007) pareciera que cualquier ejercicio rememorativo ha de quedarse corto; el lenguaje, cárcel para el ideario y la emoción, apenas señala la impronta brumosa de un pensamiento sin duda decisivo en el desarrollo del teatro mexicano del siglo XX. Pese a estas limitaciones inherentes, pese a la hondura inabarcable del personaje y de la biografía a evocar, la empresa de la crítica teatral y periodista Alegría Martínez contribuye a contrarrestar la tendencia ahistórica y acrítica de nuestro medio, cegado permanente por los fuegos fatuos de la urgencia y de la inmediatez. Juan José Gurrola, puesto en circulación a principios de este año por Ediciones El Milagro dentro de su colección Memorias, se une a los volúmenes dedicados a repasar y examinar la vida de otras personalidades del teatro mexicano contemporáneo, como Ludwik Margules y Olga Harmony, acaso como una advertencia hacia quienes practican el olvido y la desmemoria.

Alegría decide respetar la ciclotimia característica del maestro Gurrola: saltos temáticos, tautologías argumentativas, contradicciones varias. En este sentido, la escucha cumple con un retrato fehaciente, aunque su prosa parece descuidarse al priorizar fidelidad sobre estilo. Con todo y esto su labor de entrevistadora consigue rescatar de la noche de los tiempos la voz rectora de Juan José Gurrola. Casi un homenaje al registro oral del director de escena, arquitecto, cineasta, dramaturgo, actor, traductor, pintor y precursor del happening en México, el libro trae al presente de la lectura el anecdotario y el ideario irregular de un artista para muchos tocado por la genialidad; el propio Margules solía señalar, para satisfacción del ego inconmensurable de Gurrola, que su puesta en escena de Despertar de primavera, de Wedekind, marcó el nacimiento del teatro mexicano moderno.

Las memorias de Gurrola despiden un penetrante olor a licor y a mujer, ambas constantes rectoras de su vida e incluso de su teoría personal acerca del teatro y de la escena. Más allá de ocurrencias y/o exabruptos, lo anterior ilustra con elocuencia lo más destacable de lo que de Gurrola se revela a lo largo de 191 páginas: la manera en que las experiencias incontables de una vida vivida al límite coadyuvaron a articular un pensamiento, por momentos sumamente lúcido, acerca de la profesión teatral. Las teorías de Gurrola, que Martínez consigue compilar en estas memorias, son entonces las derivadas de una búsqueda dionisiaca y totalizante por hacer del hecho escénico una ramificación ejemplar de una serie de obsesiones vitales. La tesis gurroliana del epifenómeno, o su disertación sobre la pornografía, por ejemplo, vinculan los impulsos primigenios del ser con algunas motivaciones esenciales del artista: incitar mediante la creación un reordenamiento sensorial y expresivo que refleje, reelaborándolas y sublimándolas, los matices más profundos de la condición humana.

Para quienes por un mero accidente temporal de algunas décadas apenas fuimos tocados por los últimos coletazos del meteoro gurroliano, el libro es una lectura improrrogable. En parte porque, como en cualquier ejercicio historiográfico, aquí se rememora un país ido para siempre, la trayectoria de medio siglo de un artista siempre rebelde, incluso sin tener siempre contra qué rebelarse. Y también porque podrá encontrar en el libro la confirmación de que lo que no le faltó nunca a Juan José Gurrola, por paradójico que suene, fue la congruencia. Una congruencia descifrable aun en su torrente de contradicciones y de intermitencias, pues las baterías del ideario gurroliano, con todo y las intromisiones de su carácter y de sus excesos, se concentraron siempre en la evasión de la complacencia y de la medianía.

A saber si Gurrola cumplió este último cometido. A saber si la lucidez postrera, que el libro de Alegría Martínez aglomera, tomó cuerpo tangible alguna vez sobre los escenarios. En todo caso, la lectura de estas memorias permite abrevar un poco de ese manantial poderoso y latente.