FICHA TÉCNICA
Título obra Nochebuena mexicana
Notas de Título Adoración de los pastores
Dirección Jorge Ramos
Grupos y Compañías Serendipity
Notas de elenco Coro de la Escuela Superior de Música
Espacios teatrales Teatro de la Ciudad
CÓMO CITAR
Rabell, Malkah. "Pastorela en el Teatro de la Ciudad". El Día, 1978. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>
TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO
imagen facsimilar
El Día
Columna Se alza el telón
Pastorela en el Teatro de la Ciudad
Malkah Rabell
Desde hace 3 semanas el bello Teatro de la Ciudad ofrece sus Lunes didácticos espectáculos navideños. Empezó esta temorada con un ballet: Todos a Belén, lo siguió una ópera moderna de Gian Carlo Menotti: La visita de los Reyes Magos de último lunes, el 18 de diciembre, presentó una obra de teatro, la pastorela Nochebuena mexicana, según parece inspirada en una obrita similar de Miguel Sabido, pero que aparece sin nombre de autor, como durante siglos fue tradición, puesta escena por la Compañía Serendipity en el montaje del joven director Jorge Ramos.
El origen de la pastorela remonta al teatro religioso medieval y fue traída a México con la cultura española y el cristianismo evolucionando lentamente desde los primeros años de la Nueva España hasta la actualidad. Según lo explica José Rojas Garcidueñas: "La pastorela tiene y tuvo siempre como finalidad el culto y la devoción... es una escenificación de lo que presupone una religión prácticamente, el ir los pastores a adorar a Dios niño y a llevarle los humildes regalos propios de su condición pastoril". El mismo autor explica por qué no fue la pastorela teatro para indios en la primera y segunda generación de la conquista: "Porque el oficio de pastores era del todo ignorado por ellos, ya que en el mundo indio nunca hubo pastores, por la sencilla razón de que no había ganado que pastorear, pues no se pastoreaban los venados ni tos guajolotes, ni los perritos de engorda... La pastorela no fue un género catequístico ni un teatro para los indios, pero sí fue un género teatral que se cultivó desde muy temprano en la Nueva España. Precisamente la primera obra de autor nacido en México que conocemos fue una pastorela. El 8 de diciembre de 1574 se representó en la Catedral de México el Desposorio espiritual entre el Pastor Pedro y la Iglesia Mexicana, obra del presbítero don Juan Pérez Ramírez, criollo hijo de conquistadores".
En honor a la verdad, las pastorelas que conocemos actualmente, y que siempre pertenecen al siglo XIX, son de un mérito artístico bastante pobre, pero en cambio es indiscutible su mérito folklórico. Pertenecen a una tradición que el pueblo ama y trata de conservar, y las clases sociales que pueden permitirse ese lujo a menudo las representan en sus casas ante amigos e invitados.
Esta Nochebuena mexicana representada por la compañía Serendipity, formada por personas que trabajan o estudian, o hacen ambas cosas a la vez, y sólo se entregan a las actividades teatrales su tiempo libre –es una tradicional Adoración de los pastores, pero ya de origen mexicano, pastores vestidos con los trajes de ciertas regiones del país, un poco entremezclados. pero muy bellos y realizados, por igual que la modesta escenografía y todos tos objetos en el escenario, a nivel de talleres por los mismos componentes de la compañía. Sin extravagancias ni modernistas, pero con sentido del humor, el director Jorge Ramos, con mucha limpidez y sencillez muy dignas manejó a su conjunto, hizo uso de efectos sonoros y luminosos, introdujo cantos actuales tanto de sus actores como del coro de la Escuela Superior de Música, que fueron aplaudidos con entusiasmo por el público. Y si no podemos pretender que se trataba de un espectáculo muy original y extraordinario, casi me atrevería a decir que de las numerosas representaciones del género pastoril que he visto hasta con actores profesionales, éste es el mejor (salvo ese bellísimo espectáculo del mismo género que presencié en el Instituto Cultural Helénico bajo la dirección de José Solé).
De tanto interés como la representación —o tal vez más—resultaba el auditorio que llenaba casi en su totalidad la extensa sala del Teatro de la Ciudad. Público formado en su mayoría por niños, tanto éstos como sus padres demostraron un respeto y una atención sostenida hacia la función, y sobre todo hacia los cantos corales, dignos de mencionarse. Sus silencios, sus risas y sus reacciones en los momentos más apropiados, así como sus preguntas con sentido común al terminarse la obra, cuando los organizadores de la representación iniciaron un intercambio de opiniones con los espectadores, ha de ser causa de alegría, y también de una esperanza: México ya tiene las raíces de un futuro público teatral.