FICHA TÉCNICA



Título obra La heróica

Autoría Osvaldo Dragún

Dirección Julio Castillo

Elenco Ofelia Guilmáin, Octavio Galindo, Dolores Beristáin

Escenografía Octavio Ocampo




Cómo citar Rabell, Malkah. "La heroica de todos los tiempos". El Día, 1976. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

imagen facsimilar

El Día

Columna Se alza el telón

La heroica de todos los tiempos

Malkah Rabell

¡Se equivocó Julio Castillo al angustiarse unos días antes del estreno! ¡No, no había nada que temer! La Heroica, fue "ejecutada" con bravura y fue un éxito hasta... hasta la mitad, Hasta el momento cuando en el segundo acto esta Mutter Courage de Buenos Aires, de hoy y de ayer, y de todos los tiempos y de todas partes, pronunció su largo monólogo y con sus grandes ojos exorbitados, mirando fijamente al público, gritó: "Pero yo estoy viva ...viva". Si en este momento hubiese caído el telón, la sala entera hubiera estallado en aplausos, y también en llanto. Más, después la obra se "colgó" en una parte melodramática e inútil: los hijos de esta Madre Coraje inspirada por Brecht y también por la misma madre del autor –porque ninguna obra de Osvaldo Dragún es tan autobiográfica como esta–, los hijos de esta "María", como la madre de Cristo, que han desaparecido en circunstancias dolorosas, de repente vuelven tal como ella había soñado: ricos.A tal punto la realidad estaba igual a su sueño, que yo me imaginé esta escena producto de un sueño del cual María, la soldadera de una guerra sin fin, la del hambre, se iba a despertar, y los hijos, con su buena ropa y sus buenas intenciones se iban a esfumar. En cambio, todo era realidad, lo único irreal fue la reacción de la madre, que se horrorizó del resultado producido en sus hijos por su propia educación y por sus propias ambiciones. ¿Por qué? En realidad no había ninguna razón lógica para ello, ni tampoco razones literarias para ese final de tango. Como tampoco había razones para terminar la escena del hospital, donde María asiste a la muerte de una vieja amiga Josefina y le canta al cadáver una canción de moda, con la cual el director seguramente trató de crear un anti-clímax. Mas, el público esperaba una canción popular que hubiese echó rodar las lágrimas que ya temblaban. en todos los ojos. Todo este anti-final pudo haber sido suprimido, hasta el momento de la llegada de los soldados que han dejado de ser payasos para transformarse en los trágicos portadores de la muerte y del destino.

Ofelia Guilmáin es una gran actriz y ha dejado en muchos momentos de ser ella misma para ser María, la madre "universal" de los pobres y humillados". A mí se me hizo más cercana en este drama vivido que en todas las Medeas que pudo haber interpretado en su vida y por los cuales le han ofrecido premios. Creo que todos estamos enfermizamente echados a perder y ya no sabemos lo que es bueno y lo que no lo es, sólo buscamos lo absurdo y lo abstracto. A mí me gustó mucho, salvo en la escena cuando corre a sus hijos, cuando según el texto debe llorar, solamente llorar hasta la más terrible de las congojas, y Ofelia Guilmáin para imponer su "fuerza dramática" cayó en el más desagradable de los melodramatismos, golpeando todo en su derredor, y en un ataque de histeria. En cambio, la escena final, cuando ella y su "marido" Adolfo, huyen ante la soldadesca desatada, y se inmovilizan en una actitud provocativa, es de lo más sugestiva.

Según mi modo de ver todo el conjunto ha sido correcto y especialmente excelente Octavio Galindo en el papel del hijo, tan humanamente cobarde. Con razón decía Sartre, felices aquellos que en toda su vida no se enteran si son o no cobardes. También se me hizo excelente Dolores Beristáin en ese extraño papel de Josefina, la hermana del Ejército de Salvación donde piensa encontrar su paz y sólo encuentra su destrucción.

Como le sucede habitualmente, Julio Castillo tuvo hallazgos magníficos al lado de otros que caían en el melodramatismo o en lo burlesque. Hermosísima esta escena cuando los enmascarados bailan detrás de las ventanas y sólo vemos sus sombras. Sugestivas todas las escenas de los soldados puestos en ridículo. Con esta escenografía bellísima debida a Octavio Ocampo y con el lenguaje muy bien traducido del "argentino" al "mexicano", o mejor dicho al español que puede servir en toda América Latina, para mi modo de ver, se trata de un espectáculo que debe triunfar y que en este momento es de lo mejor –o lo mejor que se presenta en México.