FICHA TÉCNICA
Título obra Trampas para un amor
Elenco Raúl Vale, Angélica María, Angélica Ortiz, Manolita Saval, Jorge Ortiz de Pinedo, Tamara Garina
Espacios teatrales Teatro del Ferrocarrilero
Cómo citar Rabell, Malkah. "Trampas para un amor". El Día, 1976. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>
TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO
imagen facsimilar
El Día
Columna Se alza el telón
Trampas para un amor
Malkah Rabell
No quiero llamarlo Trampa para el público, porque tanta facilidad se le ocurrió, la noche del estreno, a todo el mundo. Mas ¿acaso se trata de una trampa? ¿Acaso el público que seguramente no dejará de desbordar durante algún tiempo el inmenso teatro de los Ferrocarrileros, irá en busca de una obra bien construida, de una dirección brillante, o de una gran interpretación? Este "Todo público" para quien se anuncia la representación irá en busca de la "Novia de México" que ahora se ha vuelto la esposa de Raúl Vale, por lo mismo también a él lo han adoptado. Este "Todo público" irá a presenciar el amor legalizado de su ídolo, una vida matrimonial llevada a la escena y que termina bajando de la cúspide de un pastel de bodas. Irá para ver los entretelones de los amores de una pareja y tendrá la impresión de haber convivido durante unas horas con "su" Angélica María, y con "su" Raúl Vale, en uno historia sentimental, infantil y blanca como un helado de nieve. ¿Qué más quiere? ¡Y no habrá trampas!
¡Trampas para un amor! ¿Comedia musical? ¿Comedia? ¿Revista? ¿Cabaret? Hay un poco –muy poco– de todo ello. Una verdadera ensalada que carece de una buena salsa para que afine los diversos y los dispersos elementos. ¡Elementos sin cuajar! ¿Mas, qué importa? El programa de mano dice: Raul Vale es Víctor; Angélica María es Diana; En realidad Raúl Vale sigue siendo Raúl Vale y Angélica María sigue siendo ella misma. En el reparto, la adaptadora Angélica Ortiz se equivocó de personajes: le dio a su hija el papel de la compositora y a su yerno el de escritor. Ni uno ni otro sirven para tales menesteres. Él, en el papel de Víctor, el novelista, sigue siendo Raúl el compositor, y ella, sigue siendo la cantante que no sabe tocar un solo instrumento musical. Ya que toda la adaptación fue hecha debida a las circunstancias, ¿por qué no aprovechó el variado talento de Vale para tocar toda una batería o toda una orquesta de instrumentos populares, haciendo de él un compositor, y dejando a ella ser lo que es: una cantante? Era de lo más fácil.
La única que no necesitó cambiar de personaje fue Manolita Saval, excelente y hasta deliciosa comediante, que como la "Sra Linares", la coqueta madre y suegra de la pareja estelar. Jorge Ortiz de Pinedo, o Pinedo Junior, es muy joven, mas, promete. Como muchos hijos de actores, tiene esta facilidad de moverse en el escenario como si estuviera en casa. Tamara Garina se contentó en pasear sus pantalones de lentejuelas y su oxigenada melena. De los demás no vale la pena hablar.
Entre el público del estreno se alabó mucho la música, el vestuario, las actuaciones y la coreografía. A mí esta clase de música no me "llega". ¿El vestuario? Me parece típico de los cabarets, de un mal gusto subido. ¿La actuación? ¿Cuál actuación? Los actores, igual que la obra parecen diluirse, todo el mundo parece improvisar, y entre una improvisación y otra, el tiempo pasaba, los diálogos se repetían una y otra vez, y toda esta "comedia", que podía resumirse en diez minutos, se tardó tres horas. ¿La coreografía? Igual que el vestuario pertenece al género de los cabarets y de las viejas, muy desusadas revistos de antaño, con la estrella nena de plumas en la cima de una escalera con bailarines, ¡ay, de color azul! en poses sobre los peldaños.
En cuanto a la dirección, pues todo el mundo se olvidó de ella. Y fue tanto mejor.