FICHA TÉCNICA



Título obra Annie es un tiro

Dirección José Luis Ibáñez

Elenco Silvia Pinal, Benny Ibarra, Eugenia Avendaño, Manuel López Ochoa

Espacios teatrales Teatro Hidalgo




Título obra La resistible asención de Arturo UI

Autoría Bertold Brecht

Dirección Marta Luna

Grupos y Compañías Alumnos de la Escuela de Teatro del INBA

Escenografía Alejandro Luna

Coreografía Graciela Henríquez

Vestuario Fiona Alexander

Espacios teatrales Teatro Orientación




Cómo citar Rabell, Malkah. "Del IMSS al INBA: De Annie es un tiro a Arturo Ui". El Día, 1976. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

imagen facsimilar

El Día

Columna Se alza el telón

Del IMSS al INBA: De Annie es un tiro a Arturo Ui

Malkah Rabell

El Instituto Mexicano del Seguro Social cedió su teatro, el Hidalgo a Silvia Pinal para una comedia musical; el INBA en su teatro Orientación tiene un grupo de su Escuela Dramática que presenta la obra de Bertold Brecht: La resistible ascención de Arturo UI. A unos se lo dieron por el nombre de la actriz, a los otros por el nombre del autor. Ambas obras aburren.

En el primer caso, Silvia Pinal en Silvia es un tiro –perdón, quise decir Anita es un tiro– para nada cambia. En su papel de "Anita" sigue siendo Silvia Pinal, aunque se ponga ropa de vagabunda montañesa y se despeine su oxigenado cabello. Mas su ropa "desarreglada" es tan bien arreglada que parece modelo. Ni la dirección de José Luis Ibáñez pudo salvar a la actriz de su voluntarioso "yo yo misma". Lo que pudo lograr Buñuel en el cine con Silvia ya pasó a la historia. El narcisismo de la estrella venció todas su posibilidades de transformarse en una gran intérprete dramática. Pudo ser nuestra Sara Bernhard, y prefirió ser la Mistinguette de Blanquita. La historia ya se hace vieja y no vale la pena repetirla. En cuanto a José Luis Ibáñez, excelente director, tampoco pudo salvar esta comedia de música bastante pegajosa, de su espíritu infantil, y quedó en lo que es: una comedia musical para niños, mejor puesta y mejor representada que La novicia rebelde.

En el plan interpretativo, tuvimos la sorpresa de ver a Benny Ibarra en un papel secundario en el cual se mostró mucho más actor que en sus primeras figuras de la época anterior; Guillermo Rivas con mucha rutina y poca creatividad, y lo mismo se puede decir de Eugenia Avendaño. En cuanto a Manuel López Ochoa, el cantante de rancheras es realmente el típico galán para niñas románticas, que no pasen de los doce años.

En lo referente a la segunda realización, la que llevó acabo la joven directora Marta Luna: La resistible ascención de Arturo UI, la habíamos esperado con impaciencia, convencidos de encontrarnos con un aporte especialmente original. Nos prometía mucho, tanto el autor –el famoso Brecht– como la directora, una de las contadas mujeres que tenemos en este campo, la que hace poco regresó, cargada de laureles y títulos, de Checoslovaquia donde estuvo con beca durante varios años en la Escuela Dramática del Estado de aquel país. Se hablaba también, ya por anticipado, de la producción, consistente en el vestuario debido a Fiona Alexander y en la escenografía de Alejandro Luna, como de la coreografía de Graciela Henriquez y se mencionaba el numeroso conjunto de la Escuela del INBA.

¿La falta de atracción del espectáculo se debió a la obra –pese a Brecht– o a la puesta en escena –pese a Marta Luna–? Yo casi, casi, me siento inclinada a negar el valor del drama a estas alturas del siglo XX. ¿Qué interés puede tener volver a relatar la llegada al poder de Hitler en forma tan sintética y escolar? Para quien no la conoce –como puede ser el caso de la joven generación latinoamericana– pues se le hace tan caótico que nada entiende. Y para quien ha vivido esa época, se le antoja de una sequedad interesado en darle a su espectáculo mayor novedad y doblar la lección política, coloca su acción en Chicago entre sus gangsters, en tanto los personajes que toman la palabra en forma de spikers, hablan de Berlín, citan esta ciudad y su historia de entre las dos guerras. Resultado, toda la obra se hace confusa, ya no sabemos donde estamos, se pierde el hilo de la emoción y de la acción, ambas ya de por si tan tenues que casi no existen.

La directora trató de transformar en un juego cirquero todo el desarrollo del drama. Y la idea era buena, como era buena la escenografía que nos daba la visión de este circo sangriento que es la vida, con su palestra inclinada y cubierta de arena, con su vestuario cuya fantasmagoría recordaba los oropeles cirqueros. Mas, los actores, inexpertos e inmaduros, aunque conocían bastante –y hasta mucho– la técnica corporal, ignoraban en cambio el arte de usar las voces y los gritos nos llenaban los oídos desde el principio hasta el final. En resumen, se trataba de un buen ejercicio escolar, que como tal pudo interesar a los demás estudiantes de teatro... ¿Pero a nosotros, pobres espectadores? Decididamente nos interesaba muy poco.