FICHA TÉCNICA
Título obra El profeta y las arpías
Autoría Federico S. Inclán
Dirección Ignacio Retes
Elenco Augusto Benedico, Guillermo Aguilar, María Teresa Rivas
Cómo citar Rabell, Malkah. "El profeta y las arpías". El Día, 1976. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>
TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO
imagen facsimilar
El Día
Columna Se alza el telón
El profeta y las arpías
Malkah Rabell
No deja de ser un tema extraño para un autor nacional de la generación de los 50, cuando estaba en pleno auge el teatro de la "Escuela Mexicana". Que yo sepa Federico S. Inclán nunca colocó sus temas fuera del ambiente mexicano y para este Profeta y las arpías encontró el pueblo cuyas características resultan las más difíciles a reproducir para los artistas extranjeros: el ruso. Cada vez que el cinematógrafo norteamericano, francés o cualquier otro trata de reflejar la vida rusa, la idiocincrasia del pueblo eslavo, muy rara vez no cae en la caricatura. Por lo mismo desconfié mucho de la obra de Inclán, de esta vida de Tolstoi entre su esposa y su hija en Iasnaia Poliana. Por fortuna fue un miedo prematuro e inútil. Quizá debido a lo universalismo del personaje y a lo universal del problema, Inclán los comprendió muy bien y supo analizarlos con inteligencia.
El problema madre-hija en torno de un hombre célebre, es con frecuencia doloroso y peligroso. La lucha por ocupar el lugar privilegiado en la vida del hombre lleva a estas mujeres a un odio digno de las arpías, y en la vida de Tolstoi, a quien rodeaban tantos intereses encontrados: económicos, emocionales y políticos, la madre, Sofía, y la hija, Alexandra, chocaban furiosamente. A la esposa no sólo le importaba conquistar y preservar los sentimientos del esposo, también le importaba –quizá mucho más– conservar la posición económica. Las ganancias del escritor famoso eran infinitamente superiores a las rentas del aristócrata, y Sofía, madre de 13 hijos que le dio a Lev Tolstoi, quiso conservar esta fortuna ganada por el novelista y que éste dejó en su testamento al "pueblo", concepto bastante vago.
A la hija, como sucede con frecuencia entre los jóvenes, le importaba más la gloria, y para conservársela a su padre, estaba dispuesta a provocar su detención y hasta su exilio a Siberia. ¿Cuál de las dos defendía sus intereses con más derechos o con más bajezas? Aunque en su título el dramaturgo mexicano las llame "arpías", tanto a la madre como a la hija, sin embargo nunca llegar a emplear el maniqueísmo.
No hay "blanco y negro", ambas mujeres tiene sus pasiones y sus razones en defenderse. Ni siquiera Tolstoi es un santo. Cuando Sofía en los brazos de su amante, exclama: "Un poco de amor, sin lujuria ni genialidades", es la víctima que llora, la víctima de Tolstoi, quien toda su vida permaneció infiel a la doctrina que predicaba, lo sabía y no se lo perdonaba a sí mismo. Mas, ¿quién permanece fiel a sis propias doctrinas?
Uno de nuestros escritores más hábiles de esa época 50-60, cuando se trataba en México de crear un teatro profesional, para el público mayoritario, Federico S. Inclán, demuestra en este El profeta y las arpías, su capacidad de abarcar caracteres universales y pintar una idiosincrasia tan peculiar como la rusa. ¡Qué lástima que la dirección de Ignacio Retes no estuvo a la altura del drama! Retes dejó mucho que desear y dio la impresión de dirigir la obra sin mucho interés y hasta con indiferencia. Los permanentes flash backs, las ideas y vueltas de la acción entre el pasado y el presente, entre la época cuando aún vivía Tolstoi y la época posterior a su fallecimiento, no está realizada escénicamente con bastante claridad ni sugestión. Y si bien adivinamos la separación entre ambas. situaciones, es debido a la prosa, al texto, y no a la dirección. Augusto Benedico creó su personaje del magnífico aristócrata, con amor para la figura del "profeta" ruso, pero conociendo su capacidad artística, se me antoja que con un mayor esfuerzo directivo, hubiera respondido con mucha mayor creatividad. Lo mismo puede decirse de María Teresa Rivas, excelente actriz que no fue suficientemente dominada en sus escenas de furor cuando caía en el melodramatismo. Agradable sorpresa fue la aparición de un joven actor que no conocía, Guillermo Aguilar en el papel de Gusiev, uno de esos revolucionarios cuya. sinceridad los lleva a ser las víctimas de los héroes. En tanto los "grandes" se salvan, ellos, los desconocidos y humildes, a quienes nadie aplaude y a quienes todo el mundo está dispuesto a llamar "tontos", van a Siberia. Guillermo Aguilar en Gusiev realizó una creación. Es también cierto que se trataba del único papel simpático y emotivo.
¡Qué lástima que en la mayoría de los casos, las obras de nuestros dramaturgos nacionales, están montadas con pocas posibilidades económicas y con indiferencia artística! Los productores dispuestos a sacrificar una fortuna en el montaje de un éxito de Nueva York, París o Londres no están dispuestos de hacer lo mismo con los experimentos inseguros de los autores mexicanos. Pero no se debe olvidar, que cuando una obra nacional triunfa, lo hace con más éxito que una importada.