El Día
Columna Se alza el telón
Autores, actores, directores y escenógrafos en 1975
Malkah Rabell
Así como el año 1975 fue pobre en buenas representaciones, asimismo no se lucieron por su presencia los intérpretes destapados, ni en el ramo masculino, ni en el femenino; no en los primeros papeles como tampoco en revelaciones o co-protagonistas. De más de 100 obras que se han representado en unas 40 salas, muy raras han sido las protagonistas que han llamado la atención.
Al principio del año, una de las primeras puestas en escena, debida a Rafael López Miarnau, fue La marquesa de Sade, donde tres primeras figuras femeninas tuvieron intervenciones destacadas: Emma Teresa Armendáriz, Alicia Palacios y Martha Bianchi. Casi a la misma altura del año, en una representación den el teatro de la Universidad, en una obra de Pirandello, No se sabe cómo, dirigida por Manuel Montoro, resultó deliciosa en su papel de joven dama, la actriz Ana Ofelia Murgía, intérprete que merece ser tomada en consideración con más frecuencia y con mayor importancia. Unos meses más tarde, apareció Ofelia Guilmain en papel del trágico personaje de Medea de Eurípides, en el cual puede considerarse como la mejor actriz del año, lo que no resulta nada sorprendente, ya que desde hace años es considerada como la gran "trágica" de nuestro escenario.
En cuanto a hombres, el que más llamó la atención, fue Rafael Llamas, en esa jugosa obra tan teatral: ¿Conoce usted la Vía Láctea? en la cual interpretó cinco personajes distintos, cada uno con diversos medios interpretativos. En La isla dirigida por Nancy Cárdenas, obra que no tuvo mucho éxito, en cambio se destacó por un mano a mano entre los dos únicos actores que formaban su reparto: Sergio Jiménez y César Bono. Durante la Temporada Popular, en la representación de la comedia de Julio Mauricio La depresión, dirigida por Alejandro Bichir, dos jóvenes actores interpretaron el mismo personaje, ambos excelentes. César Bono, luego remplazado por Manuel Ibáñez. En la comedia Ahí va la novia, que ofreció Manolo Fábregas en el teatro que lleva su nombre, dio mucha alegría a sus antiguos y actuales admiradores la reaparición del actor de carácter: Ángel Garasa. Como revelación juvenil apareció un actor desconocido: Jorge Abraham, que hizo el papel de Judas en la ópera rock Jesucristo Superestrella, con un temperamento dramático que lo señalaba no sólo como cantante y bailarín, sino como actor de porvenir. Aunque sospecho que este estudiante universitario que acaba de recibirse como dentista no quedará mucho tiempo en el ambiente de la farándula... ¿Quién más? Al revisar los programas, aún vuelvo mis recuerdos hacia Luis Miranda, en el papel de el "sirviente Juan" del drama de Strindberg que puso en escena Salvador Flores. También el excelente actor Claudio Obregón lució sus dotes artísticos en la obra de suspenso dirigida por Manuel Montoro: El cuarto de Verónica. Y no se puede olvidar durante la Temporada Popular a Eric del Castillo otra vez en un papel que ya hace algunos años le mereciera calurosos aplausos en la comedia de González Caballero: Medio pelo.
Fueron sobre todo los directores del teatro universitario que mayor arte han demostrado en sus respectivas puestas en escena en este 1975. Manuel Montoro, en No se sabe cómo de Pirandello; Héctor Mendoza con este jugoso espectáculo basado en la vida y en la obra del poeta Manuel Acuña: In memoriam; Julio Castillo en ese difícil montaje del drama de Von Kleist adaptado por Héctor Mendoza: El príncipe de Homburgo; Salvador Flores que puso La Srta. Julia en una versión muy cinematográfica aunque muy apegada al espíritu y a la letra del dramaturgo sueco. Luego dos jóvenes directores del INBA: Abraham Oceransky con su versión de la Antígona de Sófocles: Deux Machina puesta en el teatro Galeón, y otro muy joven director, Salvador Garcini, que puso en La Casa del Lago de una manera muy personal, pero sin gritos ni extravagancias: El balcón, de Jean Genet.
En este 1975, dos escenógrafos llamaron la atención. Guillermo Barclay que merece ser considerado "El hombre del año" por sus diversas escenografías de una extraordinaria; originalidad y finura: No se sabe cómo, El cuarto de Verónica, Nada como el piso 16, y fuera de la especialidad dramática, su escenografía de la ópera Andrea Chenier. Mas, Guillermo Barclay, además de escenógrafo, es probablemente el mejor diseñador de vestuario que tenemos en México. En el transcurso del año, su vestuario de La marquesa de Sade —cuyo director, Rafael López Miarnau, consideró como "show aparte"— y su onírico vestuario de No se sabe cómo. El otro escenógrafo más destacado del año es Alejandro Luna, que manejó con extraordinaria belleza las luces y el espacio de El príncipe de Homburgo, y creó una escenografía muy sugestiva para La Srta. Julia.
En cuanto a dramaturgos nacionales, que tanta falta nos hacen, varias fueron las obras que llamaron la atención. Durante la Temporada Popular la mayoría de los montajes eran "reestrenos". Luego hemos tenido varias adaptaciones de autores nacionales, tales como In memoriam y El príncipe de Homburgo, de Héctor Mendoza, o bien la representación de Abraham Oceransky: Deux Machina. Mas, varias obras han sido "estrenadas" como El atentado, de Jorge Ibargüengoitia, interesantísima como obra y también como representación debida a la dirección de Felio Eliel. Nada como el piso 16 fue la mejor obra de Maruxa Vilalta. En cuanto a Las cartas de Mozart, nueva comedia de nuestro máximo comediógrafo mexicano, Emilio Carballido, fue puesta por la Compañía Nacional de Teatro para festejar los 25 años de creatividad del autor veracruzano.