FICHA TÉCNICA



Título obra Andrea Chernier

Autoría Umberto Giordano

Dirección Rafael López Miarnau

Elenco Flavio Labo, Pablo Elvira, Rosa Rimoch

Escenografía Guillermo Barclay

Espacios teatrales Palacio de Bellas Artes




Cómo citar Rabell, Malkah. "Una accidentada función de ópera". El Día, 1975. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

imagen facsimilar

El Día

Columna Se alza el telón

Una accidentada función de ópera

Malkah Rabell

Ese martes 25 se presentaba en el Bellas Artes la ópera de Umberto Giordano: Andrea Chenier. No suelo asistir a las óperas con frecuencia. Mas, esta función tenía para mi diversos atractivos. En primer término la figura de André Chenier, ese poeta nacido en Constantinopla, de un padre francés y de una madre griega. Inspirado en el genio helénico, llegó a ser el mejor poeta francés de la época de la Revolución, la que lo llevó a la guillotina en 1794, cuando contaba 32 años. Subió al cadalso dos días antes de la caída de Robespierre. Además de ese protagonista, que es uno dc mis poetas preferidos, la función contaba con la puesta en escena de Rafael López Miarnau y con la escenografía de Guillermo Barclay. La ópera de Giordano, que no cuenta con una música excesivamente atractiva, presentó en cambio muy hermosas escenas de conjunto, sobre todo en el primer acto, cuando entre real y fantasioso, al son de la voz del poeta, se introduce en el palacio de los condes de Coigny, una "chusma" de gente lívida, desgarrada, languideciente, hombres hambrientos y mujeres haraposas que llevan en sus brazos a sus hijos raquíticos. Imitando la voz del mayordomo Gerard (uno de los servidores que se ha pasado a las filas revolucionarias) anuncia: Su Majestad la Miseria. Una escena que más que ninguna otra aprovechó la escenografía de Barclay, con sus paredes hechas de tiras de goma, que permitían al conjunto penetrar en la escena como por arte de magia, como si se introdujeran por ósmosis, aparecían en el foro llegando de todas partes, sin que supiéramos cómo.

Y así asistimos a los tres primeros actos, cuyo mayor atractivo para mí fueron las escenas de conjuntos, con sus "maravillosas y sus increíbles", con sus jacobinos y sus carretas que llevan a les condenados al cadalso. Mas, para los "conocedores", para esos apasionados melómanos que conocen y reconocen cada nota de un aria o de un coro, esa sección del público que es la mayoría en las noches de ópera, ellos aplaudían con entusiasmo varias partes que cantó el cantante italiano Flavio Labo, en el papel de André Chenier, así como brindó una merecida ovación a Pablo Elvira en su papel de Gerard. Para mí que no soy melómana, tanto Flavio Labo como Rosa Rimoch resultaron agradables por su excesivo peso y por la excesiva edad, en dos papeles que exigen a gritos a actores de buena presencia.

Pues así llegamos al cuarto acto con una moderada aceptación del público. Pero he aquí que entre el tercero y el cuarto acto, el entreacto empezó a prolongarse en demasía. Ya había pasado media hora y el reloj marcaba las 11:30, es decir que la función ya tenía dos horas y media de duración. La nerviosidad subía de temperatura entre el público, que empezó a dar señales de descontento. Todos creíamos que esta prolongada pausa se debía a un cambio de decorados muy difícil, ya que el cuarto acto sucede en la Prisión de San Lázaro donde pasó sus últimos días André Chenier antes de ser llevado a la guillotina, y donde– escribió su más famoso poema: La joven cautiva. Mas, he aquí que por altoparlantes una voz anuncia que la primera figura, Flavio Labo se hallaba indispuesto. El pública recuperó la calma y muy disciplinadamente se aprestó a la espera. Pasaron otros 15 minutos más o menos pacíficos, cuando la voz del altoparlante volvió a oírse, pidiendo la presencia en el foro del cantante David Portilla, que ha de interpretar el mismo papel en las próximas funciones de la ópera de Giordano. Según parece, aquejado de una fuerte amigdalitis, David Portilla no se encontraba en la sala.

Mientras tanto los más diversos rumores empezaron a circular entre les espectadores, más o menos apegados a la verdad. El rumor más insistente fue de que Flavio Labo reclamaba sus honorarios, que aún no le fueron liquidados, que no quería –o no podía– esperar al día siguiente porque salía de México a las 6 de da madrugada, Unos decían que eran los honorarios de un espectáculo dominical que fue suspendido; otros aseguraban que el cantante exigía los suyos por la representación de esa misma noche. Unos pretendían que el divo era un sinvergüenza, y otros le daban la razón. Unos argumentaban que todo actor debe en primer término cumplir con el público que ha pagado y no tiene la culpa de nada. En algunos grupos de actores profesionales se recordaba diversos casos cuando los empresarios no abonaban lo debido y después del espectáculo resultaba que "si te vi, no me acuerdo". El caso fue, que nos quedamos sin el cuarto acto, y como dijo alguien, fue "una ópera por entregas", ya que se invitó al público a emplear los mismos boletos para el jueves 27.

Y como dijo algún conocedor del ambiente: "Hace ocho años, cuando Flavío Labo estuvo en México, no pudo dar ni él sí. "...Lo malo, es que en la presente oportunidad nos dio el NO. Rotundo.