FICHA TÉCNICA
Título obra Replika
Autoría Josef Szajna
Dirección Josef Szajna
Grupos y Compañías Teatro Estudio de Varsovia
Escenografía Josef Szajna
Espacios teatrales Teatro El Galeón
Eventos III Festival Cervantino
Cómo citar Rabell, Malkah. "Replika, una muestra de teatro polaco". El Día, 1975. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>
TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO
imagen facsimilar
El Día
Columna Se alza el telón
Replika, una muestra de teatro polaco
Malkah Rabell
Se me hace muy difícil juzgar desde el punto de vista artístico, desde principios estéticos, esta puesta en escena de Replika, debida al grupo polaco: Teatro Estudio de Varsovia. llegado para participar en el III Festival Cervantino, de Guanajuato; y que se presentó en la capital en el teatro Galeón. Esta representación desgarra a tal punto al ser humano en cada espectador, que todo lo demás pasa a segundo plano.
¿Qué sucedía en el escenario? ¿Sucedía realmente algo? Me siento incapaz de asegurarlo. Desde el punto de vista tradicional no sucedía nada, ni siquiera podía llamarse teatro. Era algo nuevo, aunque no del todo original. Este escenario cubierto de basura humeante que empieza de repente a moverse bajo una presencia viva, desconocida, era algo mucho más cercano a las artes plásticas que al teatro. Algo que los artistas de vanguardia llaman "ambientación", o "ambiente", y que realizan con toda clase de objetos, con maniquíes, con trozos de metal y sobre todo con desechos, los que en la civilización del siglo XX podrían ocupar ciudades enteras. En las ambientaciones sólo de tanto en tanto se introduce algún ser vivo, lo que de pronto hermana la plástica con el teatro. Josef Szajna, director, escenógrafo y autor de Replika, tiene un pasado de pintor que hizo sus estudios en la Academia de Bellas Artes de Krakovia –la más bella ciudad polaca– de 1948 a 1953. En realidad Replika nació de un intento plástico y por primera vez se presentó en 1971 bajo el título de Reminiscencias en el Museo de Artes de Gotemburgo, como una especie de "ambientación", como una especie de arte tridimensional que no es ni pintura, ni escultura, y las dos a la vez. En esta primera versión no hubo presencia de seres vivos. La segunda versión, presentada en Edimburgo en 1972, ya contaba con actores. Por fin, en su última interpretación, tal como la vimos en el teatro Galeón, Replika se presentó es el IX Festival Mundial de Teatro de Nancy (Francia), en 1973.
La "ambientación" de Szajna es realmente hecha de "reminiscencias", tal como la llamó en su primera versión. Reminiscencias de un hombre que ha pasado por el infierno de dos campos de concentración, el de Auschwitz y el de Buchenwald. Imágenes apocalípticas del fin del mundo, de los campos de muerte, de Hiroshima, de nuestro pasado, presente y futuro. Los pocos actores que aparecen en medio del humo, de la basura y de las ruinas, que surgen de un montón, de papeles sucios, con su vestimenta de costales y sus cabezas rapadas, son indudablemente los fantasmas que persiguen a Szajna en sus pesadillas, en sus noches de insomnio. Mudos cadáveres que sólo lanzan gritos y de tanto en tanto dejan escapar el balbuceo incoherente de alguna palabra incomprensible en esta obra sin texto, sin palabras, muda; quizá sean los sobrevivientes de Dachau, o de Hiroshima, o el año 2000, que han olvidado su idioma materno y han perdido la capacidad de hablar. Pero, más allá de la realidad, que es tan terriblemente apegada a sus vivencias, más allá de la reproducción de un horror sin nombre y que ha existido, v que tal vez volverá a existir, lo que vemos en el escenario trata de expresar un simbolismo; el simbolismo de un mundo que se cae en pedazos, que agoniza. Y sólo la última visión de un trompo infantil, que gira y gira encima de una larga banda que reproduce en miniatura. las fotografías de miles de muertos en los campos de concentración, sólo este trompo, que gira en medio de sus deslumbrantes colores, da una idea de niños, y con ellos la de una esperanza de vida, que continúa a pesar de todo.
Cuando la luz lentamente se apagó, dejando en la sombra el escenario, mis manos no pudieron aplaudir. Era como aplaudir en un camposanto, al borde de un sepulcro colectivo, abierto por un instante para dar paso a los fantasmas. Destrozada, deshecha, desgarrada, sólo tenía el incierto deseo de caer de rodillas y estallar en llanto.