FICHA TÉCNICA



Título obra Sugar

Notas de autoría Adaptación a guión cinematográfico Una Eva y dos Adanes

Dirección José Luis Ibáñez

Elenco Héctor Bonilla, Sergio Corona, Silvia Pasquel, Enrique Guzmán

Espacios teatrales Teatro de los Insurgentes




Cómo citar Rabell, Malkah. "Sugar, un espectáculo bien hecho". El Día, 1975. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

imagen facsimilar

El Día

Columna Se alza el telón

Sugar, un espectáculo bien hecho

Malkah Rabell

Me temo que también en 1975 sufriremos una epidemia de comedias musicales; lo que no me hace feliz, ni al público tampoco, ya que por una comedia musical buena, hay diez mediocres; por algunas como Mi bella dama, El hombre de la Mancha o El violinista sobre el tejado, se multiplican las No, no, Nanette, Cumpleaños de la tortuga y similares. Ya se hizo hábito de ponerle música a cualquier libreto basado en una novela, película o melodrama teatral que tuvo éxito.

Sugar se basa en una de estas exitosas películas comerciales de William Wyler que conocimos bajo el título de Una Eva y dos Adanes, donde Marilyn Monroe triunfaba en uno de sus típicos personajes que luce mucha carne y pocos sesos. Personalmente, nunca me atrajo ni dicha película ni otras del mismo género, donde el humorismo se hace excesivamente grueso. Como libreto de comedia musical, no es de los mejores ni aporta nada nuevo. Pero montada la comedia en el Insurgentes le permite al joven actor Enrique Guzmán mostrar sus posibilidades de galán cómico y lo faculta para hacer uso de sus dones de cantante. Y por nuestra gran sorpresa, Enrique Guzmán, en ese papel de Jerry, el músico sin trabajo, demuestra tener verdadero ángel cómico. Hasta es menester admitir que al lado de un actor de los quilates de un Héctor Bonilla, con quien forma pareja, no desmerece, y quizá –a veces– lo opaca. Tal vez porque Bonilla, de quien se espera mucho y a quien se le exige mucho, se halla un poco fuera de lugar en un género nuevo para él, en ese papel de Joe, el saxofonista, que junio con su amigo Jerry se visten de mujeres y se refugian en medio de una orquesta femenina para escapar a la persecución de unos gánsters cuyos secretos involuntariamente sorprendieron. Aunque Bonilla no deja de ser excelente en su papel, no posee la capacidad de cantar como el otro, además de que el papel de Enrique Guzmán es mucho más cómico y da la impresión de que el director de escena, José Luis Ibáñez, trabajó con él cada escena con especial esmero.

El hecho de que dos hombres se vistan de mujeres, siempre resulta un manantial de comicidad, pero lleva en sí el peligro de caer en el mal gusto. Por fortuna, tanto Héctor Bonilla como Enrique Guzmán supieron salvar todos los escollos y permanecer muy dignos. Tanto Guzmán en sus escenas de mujer de quien se enamora un viejo millonario, como Héctor Bonilla en el episodio cuando experimenta las seducciones de una chica muy sexy y poco inteligente, Sugar, evitaron cualquier vulgaridad. En el papel de Sugar, Silvia Pasquel aún carece de la personalidad de una primera figura sobre la cual pesa la sombra de una Marilyn Monroe: ni es bastante sexy, ni tampoco tiene aspecto de bobita. Aunque es una joven intérprete con muchas posibilidades, pero para otra clase de papeles.

Lo más sugestivo de la obra son las primeras escenas, cuando la comedia nos introduce en la atmósfera norteamericana dé los años 30, con la depresión, la desocupación y el gansterismo, con los episodios de los gánsters, cuyo jefe, Polainas, ofrece a Sergio Corona la oportunidad de interpretar todo su papel en un constante ritmo de baile. En realidad, los dos músicos, Joe y Jerry, no se esconden en las ropas femeninas tanto para escapar a sus perseguidores, como para escapar al hambre. El puesto en una orquesta femenina, es el único trabajo que han encontrado. Esas primeras escenas de la comedia no sólo reflejan el estado social del país, sino los géneros fílmicos que en aquella época estaban de moda, películas, revistas, que entre zapateado y música de jazz introducían sketchs de hambre y desfiles obreros. Y aunque todos esos episodios de los años 30, con su desocupación por un lado y por el otro sus playas lujosas donde los millonarios se divierten, sólo estaban presentadas en tono de broma, no dejaban de tener un leve saber de amargura con su pizca de actualidad.

Bien dirigida por José Luis Ibáñez, que parece especializarse en la comedia musical, con una producción de acuerdo con las necesidades, con una música bastante agradable, Sugar resulta un espectáculo divertido y digno, dentro de los marcos del género.