El Día
Columna Se alza el telón
Así no se hace teatro político
Malkah Rabell
Un día pregunté a Seki Sano durante una entrevista: "¿Qué es para usted teatro político?". Y me contestó: "Todo". Indudablemente, un espectador muy preparado tanto política como artísticamente, puede deducir las intenciones, conscientes o inconscientes, que el autor sostiene en el plano político, y un director politizado puede subrayar estas intenciones. Ahora nos encontramos frente a una empresa muy bien intencionada, que bajo la dirección de Xavier Rojas trata de hacer teatro político, no para estudiantes del CLETA, sino para obreros. Xavier Rojas es un director que siempre tuvo una intención social en sus puestas en escena, tal como lo hizo con Los desarraigados. Pero siempre sus montajes se basaban en un contexto literario. Al montar Faja de oro, la "epopeya del petróleo", se encontró que le faltaba el contexto literario y había que crearlo todo por sí mismo. Y de la intención a la realización hay un largo trecho.
Aunque la puesta en escena contó con toda clase de elementos que la enriquecían: un escenario como el de Bellas Artes; las luces, los bailarines y hasta una película documental, esta representación no era teatro político, y menos para obreros. En primer término porque no era teatro, sino más bien una especie de collage de estampas mexicanas, más apropiadas para turistas. De la "epopeya petrolera" sólo quedaban explicaciones ofrecidas por dos narradores, y lo que el espectador necesita es acción, un tema, un argumento. En el teatro, un argumento, una historia a través de la cual el dramaturgo explica sus finalidades, llega mucho más de prisa a la inteligencia y a la sensibilidad del espectador que todas las explicaciones narradas. El Teatro de Ahora que fue el primer teatro mexicano con voz política, usó a tres dramaturgos como Mauricio Magdaleno, Juan Bustillo Oro y Mariano Azuela, pero es de Juan Bustillo Oro que mejor recuerdo un drama político: San Miguel de los Espinos, que a través de tres actos, de tres acciones, La trilogía dramática de un pedazo de tierra, como la subtitulaba el autor, dio una fuerte visión del drama del campesino mexicano.
Nada de esto hay en Faja de oro, donde sólo nos encontramos con algunas estampas, algunos bailes folklóricos, algunas explicaciones escolares, y algunas caricaturas maniqueistas de los antiguos dueños del petróleo. Lo único realmente interesante fue la película documental, así como era un hallazgo válido el detener el espectáculo, apagar las luces y anunciar que la empresa se ve obligada a suspender el acto debido a ciertos hechos graves. Y en ese momento se iniciaba la película que daba una visión vivida en el tiempo de su actualidad, cuando el presidente Lázaro Cárdenas declaraba la expropiación del petróleo. Creo que fue el único momento cuando el público se despertó de su letargo –porque yo miraba en mi derredor y al observar los rostros sólo descubría aburrimiento– y empezó a reaccionar, aplaudiendo y entusiasmándose.
Otra grave falta del espectáculo, se debía a su preparación como si se tratara de una representación infantil. ¡NO! El obrero no es un niño, es un ser que ha de superar su propio drama cotidiano, es un ente que se va politizando cada vez más. No se le puede ofrecer un espectáculo a nivel escolar. Hay que ofrecerle una representación con fuerza dramática, con ideas dinámicas, a través de una acción; cierto que sin hermetismos, sin extravagancias vanguardistas. Pensamientos claros, subrayando los fines políticos con tendencias militantes. Pero siempre en plan de gran teatro, con seres vivos, con personajes pensantes, un drama con nobleza y sin maniqueísmos infantiles.
Nos hacen falta autores para preparar semejante teatro, semejante repertorio. Pero el primer paso está dado y es menester felicitar a Xavier Rojas por su buena intención y por su inquietud en servir al pueblo. Y según dicen los sabios "De nuestros errores aprendemos". Este primer paso debe ser una enseñanza para mejorar en el futuro.