Diorama de la Cultura, Excélsior
En busca de Godot
Héctor Mendoza
Martin Esslin relata en su libro El teatro del absurdo que cuando Alan Schneider preguntara a Samuel Beckett sobre el significado de Godot, éste había respondido que si lo supiera lo habría dicho en la obra.
Si el lector ha leído o ha visto representar Esperando a Godot –yo todavía recuerdo con enorme entusiasmo la magnífica puesta en escena de Salvador Novo en el teatro de la Capilla–, tal vez tendrá presente que dos vagabundos, Vladimir y Estragón, se pasan la obra entera esperando a Godot sin que éste llegue a aparecer. Se aburren, tratan de pasar el tiempo, tratan de suicidarse, de separarse, de irse. Pero no pueden irse ni tomar resolución alguna porque están esperando a Godot. Un mensajero se presenta al final del primer acto para decirles que el señor Godot no puede venir hoy, pero que sin falta vendrá mañana. Al final del segundo acto ocurre lo mismo. Los dos vagabundos en ambos casos deciden irse; en cambio permanecen.
La pregunta de Alan Schneider al autor sobre quién o qué era Godot es ingenua y la respuesta obtenida era de esperarse. Ya otro autor dramático de la nacionalidad de Beckett, Sean O'Casey, había contestado lo mismo a una pregunta semejante. Una señora ingenua se acercó a él para saber el significado de una de sus piezas teatrales; O'Casey respondió tajante que no lo sabía. En el caso de O'Casey es obvio el mal humor del autor, ya que éste escribe con una claridad absoluta; si la señora no había entendido la obra después de haberla visto representar, sólo significaba dos cosas: o que la señora era tan torpe que no iba a entender la explicación si no había entendido la obra, o bien que O'Casey había fallado en su intento, en cuyo caso la explicación de la obra se convertía en una humillante aceptación del fracaso.
En el caso de Beckett, sin embargo, ya que no pretende la claridad que persigue O'Casey, la respuesta dada a Alan Schneider podría no ser necesariamente la respuesta a una pregunta ingenua. Claro está que el señor Schneider tampoco es una señora de entre el público, sino un afamado director teatral, y en tal caso la revelación vendría a ser equivalente; pero a fin de cuentas creo que no se trata exactamente de lo mismo. Es evidente que Beckett elude la respuesta porque no le conviene clarificar su postura. Si Beckett contestara, por ejemplo, que Godot es Dios –como muchos han supuesto, tratando de derivar el significado de la etimología del nombre–, Beckett se estaría traicionando como artista y como pensador. Como artista tal respuesta significaría que no lo ha dicho con todas sus letras por un gratuito y tramposo propósito de oscuridad literaria; como pensador significaría que es tan superficial que la obra entera podría ser explicada mediante una respuesta tan directa y simple como esa y que la ocultación se habría debido a una vana pretensión intelectual.
Beckett sabe qué o quién es Godot; pero no puede decirlo de otra forma que como lo ha dicho dramáticamente. La forma dramática de Esperando a Godot es la respuesta más sencilla de su significado. Godot no puede ser definido, sólo puede ser explicado y explicado sólo de la manera como Beckett lo ha hecho en la obra escrita.
Decir que Godot es Dios no es más que una hipersimplificación que no corresponde en absoluto a la idea toda del autor. La palabra Dios es un significante demasiado empobrecido para el significado que pretende convenir. Se hacía pues necesario inventar otra palabra que correspondiese, a través de la obra literaria, al concepto sutil y complejo que el autor tiene de "eso". Por tanto es quimérico esperar una respuesta directa y categórica fuera de la obra dramática en sí. Beckett es sincero al decir que no sabe qué o quién es Godot. Es decir que no sabe explicarlo de otra forma, que lo ha explicado ya y que si el señor Schneider no lo entiende, Beckett no sabe él mismo otra manera de saberlo. Ante tal pregunta, pues, no lo sabe.
Eso que es Godot ha llegado a provocar una crisis en Beckett. De la inmovilidad que significaba la espera, ha pasado al movimiento, a la búsqueda.
Sus obras de teatro más recientes, Días felices (Happy days) y Obra teatral (Play, en inglés, Comédie, en francés), marcan ya un cambio muy notable en Beckett desde Esperando a Godot. Vladimir y Estragón son personajes que si bien no cambian de lugar, sí se mueven libremente dentro del ámbito escénico: mueven los brazos, caminan. En cambio en Días felices uno de los personajes se arrastra apenas por el suelo y el otro permanece enterrado hasta la cintura durante el acto primero y hasta el cuello durante el segundo; la inmovilidad física es casi total. Ya en Play los tres personajes aparecen todo el tiempo metidos en urnas y sólo vemos de ellos las cabezas que permanecen inmóviles de frente al público.
A pesar de ser escasa, la movilidad física de Vladimir y Estragón no significa en absoluto movilidad síquica. Los vagabundos esperan algo que no comprenden y se mantienen inmóviles, a la expectativa, temerosos de que el movimiento pueda hacer fallar el encuentro esperado. En razón inversa los personajes de Días felices y de Play, se mantienen [p. 8] inmóviles físicamente, pero en constante movimiento intelectual –inconsciente en el primer caso, consciente en el segundo. Beckett se ha cansado de esperar. Ya no confía en la espera como posibilidad de encuentro.
El conflicto del triángulo amoroso de Play es relatado por los personajes, es revisado por ellos, analizado, incluso repetido una vez más todo el relato como si estuviera en los hechos mismos la clave del encuentro. El personaje masculino dice al final: “Y ahora que eres… sólo un ojo. Simplemente mirando. A mi cara. Mirando y dejando de mirar. Buscando algo. En mi cara. Alguna verdad. En mis ojos. Ni siquiera. Puro ojo. Sin mente. Abriéndose y cerrándose sobre mí. ¿Siquiera… cuando menos estaré siendo… visto?”
¿Se ha producido el difícil encuentro con Godot? Si es así, el hombre ya no lo sabe, ya no está seguro de si es él. Ya no sabe si está ahí y si es para él que está ahí. Ahora empieza el problema de si es la búsqueda –¿o lo fue antes la espera?– en sí misma Godot. Sólo sabemos que esta búsqueda es más angustiosa y aniquilante que aquella espera, porque ahora se duda además de si la espera abandonada era propiciadora del encuentro o si el encuentro es éste, está aquí, ahora.