FICHA TÉCNICA
Título obra Íntimas enemigas
Autoría Luis G. Basurto
Dirección Luis G. Basurto
Elenco María Teresa Rivas, Angelines Fernández, Magda Guzmán, Virginia Gutiérrez, Miguel Maciá, Héctor López Portillo
Escenografía David Antón
Vestuario Bassy Villanueva
Espacios teatrales Teatro de los Insurgentes
Título obra Hoy invita la Güera
Autoría Federico S. Inclán
Dirección Óscar Ledesma
Elenco Carlos Navarro, Kitty de Hoyos, Fernando Mendoza, Guillermo Herrera, Roberto Cobo, Reynaldo Rivera
Escenografía Antonio López Mancera
Espacios teatrales Teatro Fábregas
Eventos Temporada de Oro de Teatro Mexicano del INBA
CÓMO CITAR
Reyes, Mara (seudónimo de Marcela del Río). "[Íntimas enemigas, Hoy invita la Güera]". Diorama de la Cultura, 1962. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>
TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO
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Diorama de la Cultura, Excélsior
Columna Diorama Teatral
[Íntimas enemigas, Hoy invita la Güera]
Mara Reyes
Íntimas enemigas. Teatro de los Insurgentes. Autor y director, Luis G. Basurto. Escenografía, David Antón. Vestuario, Bassy Villanueva. Reparto: María Teresa Rivas, Angelines Fernández, Magda Guzmán, Virginia Gutiérrez, Miguel Maciá, Héctor López Portillo.
Difícil resulta cuando se estima a una persona hablar de su obra con sinceridad, cuando esta sinceridad implica el deber de hacer una crítica severa; no obstante, es delito de lesa amistad disimular la verdadera opinión con halagos poco francos, es preferible señalar los errores que se consideren pertinentes. Todo esto viene a cuento a propósito de la obra que ha estrenado Luis G. Basurto, a quien no por estimarlo se debe omitir la verdad –nuestra verdad– de lo que se piensa de su obra, la cual por desgracia adolece de un sinfín de fallas que es imposible callar.
En Íntimas enemigas, Basurto trata de esgrimir el amor como única arma posible para oponerse al desquiciamiento de nuestra época. Lamentablemente el resultado de sus esfuerzos es totalmente nefasto.
Aborda los problemas seudopolíticos con superficialidad, lo mismo que los sentimentales, aunque a éstos les agrega el ingrediente de la truculencia, que por lo general es una de sus predilecciones. Aun cuando trata de hacer una obra de tipo realista, sus personajes son marionetas de una sola faceta, cuyo lenguaje no llega nunca a la verosimilitud. El ambiente en que los sitúa es igualmente falso, de ahí que los diálogos resulten pesados, discursivos y sobre todo artificiales.
Por otra parte, si nos atenemos rigurosamente al significado de lo que la palabra “drama” significa, veremos que ello quiere decir “acción” y por ende conflicto. La acción puede ser externa o interna, pero en la obra de Basurto, no hay acción de ninguna clase. Lo único que podría dar pábulo a que la obra fuera considerada como teatral sería la transformación interna que ocurriera en el personaje protagónico, o sea el de Valeria, pero en realidad ésta no existe, ya que su locura no se deriva del conflicto que la obra plantea hipotéticamente, sino que ha sucedido mucho antes, por causas que podrían quizá haber servido mejor a Basurto para el lineamiento de otra obra.
En Íntimas enemigas, le ocurrió a Basurto lo peor que puede ocurrirle a un autor dramático: la anécdota no tiene motivaciones, es como una colección de frases, de lugares comunes, de ambigüedades, sin ninguna razón que las justifique, sin un lazo que las una, sin un conflicto que las oponga y las resuelva como parte de una unidad dramática. Son diálogos desarticulados que a veces buscan un efecto y otras son una transacción, cuando no caen en el total absurdo.
Es lamentable que Basurto, hombre de teatro desde hace más de veinte años (estrenó Los diálogos de Suzette en 1940) se deje llevar por la línea de menor resistencia, escribiendo un teatro fácil, con ingredientes siempre iguales que utiliza como si fueran recetas de cocina, en lugar de buscar la expresión sincera y leal que todo dramaturgo debe pretender si de verdad lo que busca es hacer arte y no comercio.
Ahora es preciso deslindar al Basurto autor, del Basurto director. El segundo supo crear una atmósfera corrigiendo lo que el primero creó artificial. La elegancia del vestuario es uno de sus mayores aciertos. El Basurto director extrajo de la obra las pocas posibilidades teatrales aprovechándolas al máximo, dejando adivinar su ojo de conocedor teatral, ese mismo ojo que un día lo llevó, como empresario, a seleccionar una obra de la categoría y calidad de Experimento sagrado, para montarla en escena. Siendo como es Íntimas enemigas, una obra discursiva al máximo, como director, Basurto, logró restarle monotonía, dando agilidad a los diálogos, y cuidando que en las áreas del escenario no hubiera desequilibrio, lo mismo que procuró que los personajes no permanecieran como estatuas parlantes –cosa a la que la obra se presta– aminoró lo estático de las situaciones y dio realce a las escenas que en algo se prestaban a la teatralidad.
En lo que a los actores se refiere, el equipo es magnífico, son actrices y actores de grandes cualidades, puestas al servicio de una obra sin mérito cuyos personajes, por ser demasiado falsos, ponen a los actores en predicamentos la mayor parte de las veces insalvables.
La escenografía de David Antón, es realmente digna de mejor causa. Hay en ella un algo de poesía, un refinamiento que ameritaban estar al servicio de una obra que correspondiera a estas cualidades.
Hoy invita la Güera. Teatro Fábregas. Autor, Federico S. Inclán. Dirección, Óscar Ledesma. Escenografía, Antonio López Mancera. Reparto: Carlos Navarro, Kitty de Hoyos, Fernando Mendoza, Guillermo Herrera, Roberto Cobo.
Continúa la Temporada de Oro del Teatro Mexicano, con Hoy invita la Güera, obra en la que Inclán hace alarde de libertad histórica, confesando que “Esta güera de la guerra de los pasteles, no es la güera Rodríguez. Es otra. Esta es primordialmente teatral y esencialmente extrahistórica”.
El trazo de los personajes y el tratamiento que hace de la anécdota le dan todo el carácter de una farsa y no el de comedia, como le nombra su autor.
Esta obra, fue premiada en 1955 por la Agrupación de Críticos de Teatro de México, cuando fue estrenada bajo la dirección de Jebert Darién, con Lola Bravo en el papel de la Güera. No obstante los años que han pasado, se advierte en esta farsa la misma frescura que si hubiera sido escrita ayer apenas. Esto sin contar con la agilidad de su diálogo, que si en algunos momentos peca de localista, por otra parte no hace sino reflejar las circunstancias históricas de una América Latina que muy frecuentemente cae en manos de ese tipo de gobernantes que tras de un golpe de Estado se convierten en dictadores de opereta, que no por ser de opereta dejan de dañar a su país, y cuyo único [p. 7] propósito es el enriquecimiento personal.
En esta farsa, Inclán pone todo su ingenio para desenmascarar los vicios que se escudan tras de las supuestas necesidades políticas, los tan traídos y llevados enredos entre el clero y la milicia y todo esto jugueteando alrededor de un personaje brillante como lo fue la seductora, inteligente, astuta güera Rodríguez, a quien Kitty de Hoyos interpreta bien, con gracia, a pesar de no corresponder físicamente al tipo que requería el personaje.
La fina comicidad de esta farsa fue hábilmente aprendida por el joven director Óscar Ledesma, quien sabe dar vida a cada personaje y ante todo logra algo muy difícil para todo director, hacer de sus actores un grupo homogéneo. Quizá el único personaje un tanto más burdamente dirigido, haya sido el Santa Anna, interpretado –lo mismo que hace siete años– por Reynaldo Rivera. Ledesma tiene porvenir como director, ya se vio desde El anzuelo de Fenisa y si peca de algo, ello es sólo de una tendencia a mover a sus actores en forma demasiado dancística.
Uno de los trabajos más sobresalientes es el que realiza Carlos Navarro, al interpretar al Príncipe con toda medida, guardando un equilibrio extraordinario en ese papel tan fácil de hacer resbalar a un actor. Es probablemente la mejor interpretación de su carrera hasta ahora.
Siendo muy numeroso el reparto es imposible referirse a cada uno de los actores, especialmente cuando todos desempeñan limpiamente su trabajo. Lo que en ningún momento se aprecia adecuada, es la escenografía; esas columnas que dividen la escena y los colores empleados no funcionan como elemento decorativo ni ambiental. En resumen, es un buen espectáculo.