FICHA TÉCNICA



Título obra Así en la tierra como en el cielo

Notas de Título Experimento sagrado (título original)

Autoría Fritz Hochwälder

Notas de autoría Miguel Flurscheim Tromer / traducción

Dirección Fernando Wagner

Elenco Luis Beristáin, Fernando Mendoza, Carlos Fernández, Carlos Bribiesca, Julio Monterde, Agustín Balvanera, Alberto Camacho

Escenografía David Antón

Espacios teatrales Teatro Fábregas




Título obra Mi bella dama

Notas de Título My Fair Lady (título en el idioma original)

Autoría Alan Jay Lerner

Notas de autoría Bernard Shaw / autor de Pygmalion, obra en la que se basó My Fair Lady; Luis de Llano y Berta Maldonado / traducción

Dirección Manolo Fábregas

Elenco Cristina Rojas, Miguel Suárez, Ana María Blanch (Anita), Mario Alberto Rodríguez

Escenografía Oliver Smith

Notas de escenografía Julio Prieto / realización

Coreografía Hanya Holm

Música Frederick Loewe y Mario Ruiz Armengol / dirección musical

Vestuario Cecil Beaton

Espacios teatrales Teatro del Palacio de Bellas Artes




Cómo citar Reyes, Mara (seudónimo de Marcela del Río). "[Así en la tierra como en el cielo, Mi bella dama]". Diorama de la Cultura, 1959. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

imagen facsimilar

Diorama de la Cultura, Excélsior

Columna Diorama Teatral

[Así en la tierra como en el cielo, Mi bella dama]

Mara Reyes

Así en la tierra como en el cielo. Teatro Fábregas. Autor, Fritz Hochwälder. Traducción, Miguel Flurscheim Tromer, Director, Fernando Wagner. Escenografía, David Antón.

Experimento sagrado, titulo original de la obra, está basada en un hecho histórico del Paraguay ocurrido durante la Colonia; época en que estaba unido a la Argentina como parte de la Colonia del Río de la Plata. La historia dice que los jesuitas fueron enviados para convertir y civilizar a los guaraníes por la real orden de 1609. Estos religiosos concentraron a los indios en “reducciones” donde les enseñaron a más de la religión, agricultura y pequeñas industrias. Respetaron su idioma y les otorgaban protección, al grado de que no se permitía a ningún español permanecer en las reducciones más de tres días y aún para esto debían solicitar autorización a la Orden. Estaba además abolida la pena corporal y por ende la capital; tenían su propia milicia para su defensa.

Cuando la expulsión de los jesuitas de España y sus dominios, por Carlos III, en 1767, las 33 reducciones indígenas, que comprendían unos 200,000 indios, pasaron a ser dirigidas por sacerdotes seculares, y se desintegraron.

Con este, el autor aborda temas como la explotación del hombre por el hombre, y la justicia social.

El primer acto llega al clímax con una frase terrible: “...Y estáis acusados de algo peor… tener la razón…” Por eso ese equitativo sistema debía desaparecer.

Fritz Hochwälder, lleva los distintos problemas a todos los planos; también en el teológico sobreviene el conflicto: los indios no se convertían por su salvación eterna, sino porque los jesuitas les daban seguridad de vida, es decir, trabajo digno, alimento, ropa. Y querían por lo tanto “al Dios de los jesuitas y no al Dios de los españoles”. Y se plantea el problema: ¿hasta qué punto es posible a las órdenes religiosas apoyarse en el poder temporal? ¿Están al servicio de la religión o de la política? Las propias autoridades religiosas les marcan el alto. España, la encabezadora de la Contrarreforma, no podía autorizarlo.

El juicio, es de gran significación en la obra, pues en el curso de él se afrontan los problemas que en el nivel social y teológico origina el “experimento sagrado” del “Estado de Dios”.

En resumen, se trata de una obra profunda y actual, bien escrita, y en la que palpitan problemas cada día más arraigados.

El montaje está llevado a cabo con toda propiedad. Muy buena la traducción y la escenografía. Wagner, resolvió con agudeza y habilidad los problemas que la dirección debía encauzar y además está muy bien su interpretación del calvinista Cornelis. Destacan de entre los muchos actores: Luis Beristáin, Fernando Mendoza, Carlos Fernández, Carlos Bribiesca (lástima que su intervención sea tan breve), Julio Monterde, Agustín Balvanera y Alberto Camacho. El resto del reparto en su tono justo.

Mi bella dama. Palacio de las Bellas Artes. Libreto y canciones de Alan Jay Lerner. Música, Frederick Loewe. Versión al castellano, Luis de Llano y Berta Maldonado. Dirección, Manolo Fábregas. Director musical, Mario Ruiz Armengol. Escenografía, Oliver Smith. Realizada por Julio Prieto. Coreografía, Hanya Holm. Vestuario, Cecil Beaton.

Mi Bella Dama (My Fair Lady), adaptada de la obra Pygmalion, de George Bernard Shaw, a comedia musical, en sus lineamientos generales respeta el argumento. Lo novedoso ahora es su magnífica y fastuosa presentación, su lujo escenográfico y su vestuario. La música es realmente buena y la orquesta muy bien dirigida.

En su género, que no es otra cosa que una modernización de la zarzuela, es de lo mejor que se ha presentado en México. Los bailables, especialmente el del cuadro del matrimonio del padre de la joven, tienen una muy buena coreografía y están ejecutados con precisión y belleza. Una de las escenas mejor logradas es la del hipódromo, en la que se hace una crítica a la rigidez y frialdad inglesa. Hay momentos, no obstante, en que hace falta ese sentido inglés, tan característico, y que tan finamente burlara en su comedia Bernard Shaw.

Manolo Fábregas se lleva con esta obra, sin duda, tanto en la dirección como en la actuación, su mejor palma.

La joven Cristina Rojas deja ver buena madera, su voz, cantada, es de un timbre agradable, sabe impostar correctamente y tiene elasticidad, sin embargo, debe recordar que al hablar no se debe cantar.

Miguel Suárez nos sorprendió en su papel de actor-cantante, muy sobrio, muy “inglés”. Anita Blanch en el tono justo; Mario Alberto Rodríguez se destaca como un cómico excelente. Para el resto del reparto nuestros parabienes.