Revista de la Universidad
Columna Teatro
El estilo SS
Jorge Ibargüengoitia
"Wir wollen Brot; wir nicht wollen Kunstlerische Arterienverkalkung."—Hitler, Mein Kampf.
"Quelle night!"—Audrey Hepburn, después de ver La Orestiada.
"He estado observando –me dijo un ciego– la construcción que el Seguro Social está haciendo atrás de Bellas Artes y me parece muy meritoria: han conservado intacta la fachada del edificio antiguo." La conservación de la fachada, después pude comprobar, consistió en transformar una construcción porfiriana en un híbrido de la estación de Roma de tiempos de Mussolini, y uno de esos armatostes que los muebleros llaman trinchador.
El estilo que los arquitectos del Seguro han puesto en vigencia es producto directo, aunque quizá subconsciente, de la nueva escuela de "hacer la política" que nos aqueja en la actualidad, y que tiene manifestaciones tan variadas como las siguientes: en la gran explanada del multifamiliar de Batanes hay una columna y en ella una inscripción como las que los griegos dejaban en donde ganaban una batalla; a treinta metros de la inscripción pueden verse una serie de letras ilegibles a esa distancia y luego, en un tipo más grande: Adolfo López Mapteos, más letras ilegibles y luego, en tipo más grande también: Benito Coquet; o bien el tono de esos discursos que van más o menos así: "Hace seis meses los alumnos de la Escuela de Tal y Tal, se acercaron a don Fulano de Tal (Secretario de Educación Pública) para exponerle los problemas que tenían debidos a la mala programación de estudios; desde ese momento, don Fulano de Tal tomó un especial interés en resolver esos problemas: después de un estudio concienzudo, los programas han sido modificados atendiendo a las necesidades de los alumnos y ahora todo está resuelto."
Aquella fórmula de "...en mi afán por servir dignamente a nuestra Revolución..." ha caído en desuso; ahora lo importante son las personas: la Voluntad de don Fulano de elevar el nivel de vida de las clases menesterosas, el Interés de don Mengano porque cada mexicano tenga su radio de transistores, la Preocupación de don Zutano por conservar intacta la Canción Vernácula, etcétera. A una de estas Voluntades, o Intereses, o Preocupaciones, debemos la existencia del Teatro del Seguro Social, porque lo mismo que existe un Patronato para la Operación de Teatros del Seguro Social, pudo existir un Patronato para la Operación de Salones de Boliche, o de "Canasta parlours", o qué sé yo. Pero, en fin, quiso la buena suerte que fuera el teatro el agraciado con los muy buenos pesos del Seguro Social. Sin embargo, algo cuyo principio fue azaroso, azaroso queda, y esto es que... "Debido a la Especial Predilección que el C. Gerente del Patronato ha mostrado por el Disco Giratorio..." disco giratorio tenemos en vez de carros... y "Debido a la Extraordinaria facilidad con que siempre diseñó trajes de fantasía..." pues vengan trajes de fantasía...
¿Qué criterio pudo agrupar, una tras otra: Marco Polo, Tigre a las puertas, Otelo, Beckett, Santa Juana, Edipo Rey, el Tío Vanya, Los caballeros de la Mesa Redonda y ahora la Orestiada? (Obras todas ellas estrenadas entre los años 457 antes de Cristo hasta 1961 de nuestra era.) ¿Un criterio ecléctico-didáctico-somático-estético? ¿o un criterio histórico-místico-tendencioso? Ninguno. No me cuenten que nadie cree que Marco Polo es una obra que conviene montar cada treinta años para "enseñanza de las generaciones", o que en ella "el espíritu humano se eleva a alturas nunca antes alcanzadas", ni siquiera puedo creer que alguien pudiera incluirla en la lista de "las diez mejores obras que ha leído" (a no ser, claro, que sólo haya leído diez), y sin embargo, fue la que abrió la temporada, ¿por qué? Cuando la vi, tuve una especie de visión: había varias personas sentadas en unos sillones; fumaban en silencio; de pronto, alguien se levantó y dijo: "Ahora, señores, vamos a hacer chinoiserie." Y todos se levantaron y se fueron sobre un tomo de O'Neill, y montaron Marco Polo. Y así podría ser la fórmula electiva de obras, ¿no? Claro que no me consta que así sea, digo que me parecería chistoso que alguien dijera: "Se me ocurre hacer unas barbas con pasamanería", y otro contestara: "Pues vamos haciendo una cosa, ¿por qué no montar Edipo Rey? Todos los griegos usaban barbas, pueden ser de pasamanería." O, en otra ocasión: "Me gustaría hacer unos caballitos en un campo lluvioso." "Pues, hombre, allí tienes a Beckett." Y así se va haciendo repertorio.
¿Quién es el principal beneficiado con toda esta actividad teatral? ¿El Sacrosanto Pueblo? Vamos a ver: que yo sepa, el Seguro tiene en la ciudad de México un teatro en Batanes, uno en Legaria, el Xola, el Tepeyac y el Hidalgo; de éstos, los dos elegantes son el Hidalgo y el Xola, los medianos, el Tepeyac y el de Batanes, y para la gran plebe está, o debiera estar, el de Legaria; que yo sepa, también, el Tepeyac (que iba a funcionar a precios reducidos, con un repertorio que, comparado con el del Xola –que es algo así como lo más sublime del arte dramático–, pudiera considerarse "comercial") , el Tepeyac, digo, está cerrado desde hace años y felices días por órdenes del Departamento Central, porque le falta o le sobra no sé qué apéndice. El de Batanes, que es más o menos idéntico al Xola (salvo en los excusados, que están al revés y siempre se mete uno en el de Damas) iba a funcionar no sé cómo, pero casi no ha funcionado: lo único que yo sé, es que allí hubo el ensayo general de Corona de fuego, una revista musical que dios guarde la hora, y unas dos o tres semanas de Edipo Rey ¿Y en Legaría, qué pasó? No sé. Nos quedan entonces el Xola, que ha estado operando prácticamente sin interrupción desde que lo abrieron, y el Hidalgo, que está situado como para echarle en cara a Bellas Artes no sé qué cosas. Por todo lo anteriormente dicho, se deduce que (a menos que en Legaria se haya hecho labor secreta) el beneficiado con la actividad teatral SS no ha sido el Sacrosanto Pueblo de México, sino el Gran Medio Pelo.
Nunca me atrevería a pretender saber la razón de esta falta de actividad en las bajas esferas y sobre-actividad en las superiores, sin embargo, voy a permitirme unas reflexiones al respecto: "crime doesn't pay" –dice el Código Hayes; puede ser cierto, "but virtue doesnt' pay either". "Who gays, then?": EL ERARIO. Ahora bien, si alguien ha tenido la fortuna de penetrar en Nuestro Seno de Abraham: ¿es de reprocharle que procure no dejar entrar a otros para que no le quiten el puesto, y por otra parte, procure impresionar a los Siete Mil Importantes para que le den otro mejor? Desde luego que no es de reprochar. Yo haría lo mismo.
Y eso es lo que sucede: aunque parezca imposible, en el Patronato famoso falta personal. El que dude de esta afirmación, haga el siguiente experimento: pida boletos, y verá que la que los entrega es indefectiblemente María Elena Martínez Tamayo en cualquiera que sea el teatro de que se trate. ¿No es increíble? La Unidad Cultural del Bosque usaría cuarenta personas para el mismo fin. Otra prueba de lo que digo es la siguiente: hace mucho tiempo, cuando todo esto empezaba, nos pidieron, a mí y a mis colegas, obras para el Tepeyac. Yo llevé dos, que estuvieron dos muy buenos meses en el escritorio de Ignacio Retes, que no tenía tiempo de leerlas (a esas dos y otras veinte), puesto que estaba dirigiendo y realmente muy atareado. Cuando las leyó no le gustaron, pero eso no me importa, lo que me importa es que hay poco personal en el Patronato SS.
Hay poco personal y, quizá, poco dinero. ¿O habrá mucho dinero y no está usándose en la debida forma? No sé. El caso es que hay poco personal, decíamos, y quizá poco dinero. Sin embargo, para mantener las posiciones en esta competencia terrible de prestigios que es el Gobierno, hay que –como vulgarmente se dice– dar la pala, y entonces resultan Los caballeros de la Mesa Redonda, en donde pude distinguir, entre otras cosas: las columnas de la catedral, el bastidor del bordado de la reina y el crucifijo, de Beckett, y la cama de Otelo; todo esto amenizado con unos cascos de Sábado de Gloria, un pollo de cartón, que probablemente era el que se comían los barones normandos, un zopilote, un murciélago, un esqueleto, unas piezas de ajedrez, y una flor cursi que era una versión mágica de la grabadora.
Pero, "teatro nuevo, vida nueva", y montan la Orestiada. ¿Tomaría Esquilo la precaución de avisarnos que Clitemnestra andaba en malos pasos, o hubo tijeretazo? Si lo hubo, fue de los más efectivos, porque resultó que Clitemnestra era muy buena, y estaba muy contenta porque su marido venía de la guerra ¡y que va llegando con otra! Y [p. 31] entonces, como toda mujer mexicana que se respeta, elimina al marido y a la presunta.
¿Por qué todos los que hablan con dios en los teatros del Seguro Social se dirigen a la segunda línea de reflectores?
¿Por qué Edipo hacía el saludo fascista a la menor provocación?
¿Para qué quería el Rey a Gauvain en el primer acto?
¿Por qué estaba tan enojado Apolo?
¿Por qué al Gran Kan no le cabían los pies en la escalera?
¿Por qué se movía la casa del Tío Vanya?
¿Hubo Guerra de Troya, o no?
¿Cuántas mujeres tuvo Enrique VIII?
¿Por qué estaba cojito Cuauhtémoc?
¿Qué fue de la Princesa Cucachin?
Pero, en fin, ya hablaremos más de eso.