Diorama de la Cultura, Excélsior
Escenas de un Hamlet
Óscar Liera
El teatro nació con el espíritu religioso del hombre, en un principio se nutrió con los mitos cosmogónicos que ordenaron Hesiodo y Homero, y desde entonces han sido los mitos las principales fuentes que han enriquecido este arte. Entre los mitos nos encontramos reflejados nosotros mismos porque trátese de dioses o demonios, los personajes tendrán siempre nuestros vicios o nuestras virtudes exageradas o disminuidas. Participamos de todos los mitos y nos encontramos en Prometeo, en Antígona, en Don Juan o en los grandes vengadores de la muerte de un padre: Orestes y Hamlet.
El Príncipe Amleth o Hamlode (Hamlet) vivió dos siglos antes de la Era Cristiana, era hijo de Horwendilo, Rey de Jutlandia y de Geruta, hija del Rey de Dinamarca. Esta historia, que tiene más de legendaria que de verdadera, cuenta que Fengo asesinó su hermano Horwendilo, apoderándose del trono y que se casó con su cuñada Geruta, con quien ya tenía relaciones. Hamlet, temeroso de ser asesinado, se fingió loco y la conducta de este príncipe fluctuó entre las extravagancias de la demencia y las profundidades de la filosofía.
Este es el bosquejo original y primitivo del que se convertiría en uno de los personajes más complicados del teatro universal. La historia pasó por varias elaboraciones literarias hasta que llegó a William Shakespeare, quien le imprimió su estilo y acomodó la historia dentro del género dramático desprendido directamente del origen religioso del teatro: la tragedia.
Es difícil precisar la fecha de la primera representación de la obra. Se supone que fue escrita después de 1598, aunque parece ser que se tienen referencias de representaciones anteriores a esta fecha. Sin embargo, podremos tomar como válida la fecha que señala Luis Astrana, 1602, para el nacimiento del Príncipe Hamlet en los escenarios. Desde entonces infinidad de Hamlets han venido viviendo en todos los teatros del mundo y así podemos hablar de Hamlets memorables como los que hicieran Edmund Kean y Sarah Bernhardt, los más alejados de nuestros días como el que hiciera Emette Novelli en 1906 en la ciudad de México y los más recientes como el que actualmente se presenta en el Teatro de la Universidad y dirige Tomás Ceballos.
Llegamos al teatro, da gusto ver la sala llena: la última llamada; el estrépito de la música se desprende iracunda de algún lado; se nos mete por los oídos, escenas de parlamento y medio, apagón, música, escena… y así sucesivamente hasta que logran fijar en el inconsciente del espectador el "flashazo" de la pequeña escena y aunque la obra comience a desarrollarse normalmente la mente del espectador sigue haciendo los cortes. ¿Propósitos o despropósitos del director?
Desde las primeras escenas nos damos cuenta que se trata de un Shakespeare al cual se le han pedido prestadas algunas frases, nombre y fama y que se pretende afán tan inútil dejarlo atrás. Aquí sería prudente recordar que se trata del padre de todos los dramaturgos y ser el padre significa que en teatro no hay otro autor más grande que éste ni creemos que vaya a haberlo.
1602, Europa florecía en su Renacimiento el Quijote se gestaba en España. El hombre había vuelto a ser la medida de todas las cosas, el tiempo y el individuo eran reconsiderados y revalorizados los viejos moldes medievales se a ferraban a las sotanas la Inquisición se nutría con sangre humana las ideas de Lutero y de Erasmo seguían creando conflictos en algunas mentes. Los puritanos, en Inglaterra, lograban desterrar, por lo menos temporalmente, a los actores de Londres. Hamlet en algún momento tendrá que decir: "algo está podrido en Dinamarca".
La obra de Shakespeare se inicia con un universo caótico. El rey ha sido envenenado, y su sombra aparece después de la muerte. Horacio habla de “pronósticos de espantables sucesos a manera de anuncios que precede a las calamidades”; definitivamente el orden ha sido roto. Horacio hace acopio de sus fuerzas y trata de entablar comunicación con el fantasma, pero éste se aleja. Es Hamlet quien tendrá que hablar con él. Comunicarse con seres de otro mundo significa tener conocimientos de las ciencias ocultas de iniciación; Hamlet es un iniciado. Hay un verdadero rito que se celebra para que las verdades le sean reveladas, el príncipe carga con la nueva misión de vengar la muerte de su padre, para algunos el "sino". Hamlet finge estar loco, su edipo se trastorna y su espíritu se detiene por momentos para ponerse en crisis, y de esta manera comienza una constante búsqueda sobre una verdad última y total: "Ser o no ser". La trayectoria del personaje se vuelve trágica, y al hacer su profesión de fe con la sombra de su padre se suma al desorden que ha sido abierto.
Hamlet participa del juego que todos jugamos, pero nunca pierde la conciencia de su situación histórica y de esta manera llega a matar a su tío, muerte que es seguida por otras muertes cuyas vidas estaban involucradas en el desorden, incluso la del joven príncipe. Una vez muertos los héroes el orden se restablece y la tragedia nos conduce después a la catarsis.
En la puesta en escena que vimos nos encontramos con algunos trozos del texto arbitrariamente escogidos. La obra comienza por el final, cosa que podría señalarse como acierto en caso de que eso significara un orden que sería roto. Los parlamentos y algunos monólogos han sido repartidos entre el grupo, la idea es buena y funcionaría en la medida en que esto lograra una completa integración del grupo en un solo personaje. Por ejemplo, en la escena del conjuro, sin todos los actores (como tales) comenzaran a comprometerse con el rito de iniciación que los condujese a una comunicación extrasensorial con el fantasma, podría ser estupendo, pero apenas da principio la ceremonia ante el fantasma, la escena se sacrifica en busca del gusto plástico. Y durante toda la representación siempre prevalecerá, por encima de todo, el gusto plástico, por cierto de muy buen gusto. Pero lo que Hamlet pide es fuerza, es identificación con Las profundidades del alma en donde busca esa última verdad y no la recreación plástica que hace por ejemplo Maurice Bejart en su coreografía El pájaro de fuego.
La obra en ningún momento logra un tono trágico, tiende más bien a la comedia y, a veces, a la farsa; esto rompe con la unidad de la obra y finalmente termina con un hermoso ballet en donde los parlamentos han sido completamente sacrificados en pos del gusto plástico que, insisto, es de buen gusto. A pesar del esfuerzo de los actores, en su mayoría principiantes, logran crear un auténtico sentido de verdad; a veces se tiene la impresión que la obra fue tratada dentro de la Escuela de Representación, y que estamos viendo un Hamlet escrito por Moliere y puesto tradicionalmente por la Comedia Francaise con sus exagerados afectamientos y sus, tan cuidados, movimientos.
Consideramos que Ceballos, enfrentado al más grande de los dramaturgos, pretende darnos una nueva visión del Hamlet original y propia. Sin embargo, es pertinente recordar que este fantástico personaje que a tantos experimentos se ha prestado, muy pocas victorias escénicas ha alcanzado saliendo de su contexto. En México hemos visto dos versiones fantásticas: Hamlet en el sótano, obra presentada por el grupo de teatro Atelier 212 de Belgrado, Yugoslavia, en el tercer Festival Cervantino. Aquí todos los actores hacían todos los personajes diferenciando a los personajes con algún elemento identificable: un collar, una corona, etc. El año pasado vimos en el cuarto Festival Cervantino otro Hamlet presentado por el Teatro de Cámara de Sarajevo; se trata de la presentación de Hamlet por el pueblo de la Baja Murducha en el "Distrito del pantano lodoso". Aquí los campesinos de Breshan comprenden e interpretan los hechos de la obra de Shakespeare de acuerdo con sus propios valores morales. Esta concepción de Hamlet viene a ser un verdadero drama social. Estas dos puestas en escena han sido las representaciones más bellas y más logradas que se han visto en los escenarios del mundo en donde renace el Príncipe de Dinamarca.
Hamlet se puede prestar a muchas interpretaciones, pero siempre el texto y la compleja problemática exigirán a los intérpretes un verdadero compromiso con el teatro, compromiso que el mismo Hamlet exige a los actores que representarán el parlamento escrito por él: "... que la acción corresponda a la palabra y la palabra a la acción, poniendo un especial cuidado en no traspasar los límites de la sencillez de la Naturaleza, porque todo lo que a ella se opone se aparta igualmente del propio fin del arte dramático..."
La tragedia no ha perdido aún su espíritu religioso-ritual ni su atmósfera de orden-desorden-orden… que se persiguen como días y noches. Shakespeare no ha dejado de ser el más grande de los dramaturgos, ni Hamlet la obra que más fama le ha dado, siendo ésta la de mayor grandeza literaria y profundidad filosófica. Por otra parte, si aún somos capaces de engendrarnos en mitos y queremos llegar a identificarnos con los mitos que crearon nuestros mayores, la forma mejor de actualizarlos, si de eso se trata, será introduciéndolos a nuestro contexto, inmiscuyéndolos en nuestra problemática o acentuando los rasgos que aún prevalecen y nos identifican. Porque aún seguimos pensando: "¿Quién aguantaría los ultrajes y desdenes del mundo, la injuria del opresor, la afrenta del soberbio, las congojas del amor desairado, las tardanzas de la justicia, las insolencias del poder y las vejaciones que el paciente mérito recibe del hombre indigno, cuando uno mismo podría procurar su reposo con un simple estilete?”