FICHA TÉCNICA



Título obra Baile de máscaras

Autoría Miguel Flores

Dirección Miguel Flores

Elenco Delia Casanoova, Homero Wimer

Escenografía Humberto Figueroa

Iluminación Arturo Nava

Espacios teatrales Casa del Lago




Cómo citar Bert, Bruno. "Baile de máscaras
Descenso al infierno". Tiempo Libre, 1986. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



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Teatro

Baile de máscaras
Descenso al infierno

Bruno Bert

En la sala Rosario Castellanos de la Casa del Lago, con producción de la UNAM, Miguel Flores ha montado, como autor y director, una pieza en un acto: Baile de máscaras. Se trata, según creemos, del primer trabajo profesional como director de quien viéramos actuar, en un ingrato papel de represar, en aquella puesta de La muerte accidental de un anarquista, que llevara a escena hace un par de años José Luis Cruz.

El drama aborda el conocido tema de una relación de pareja en su dualidad de insoportable pero inseparable, con acceso a todos los recursos de la tortura psicológica a que son tan afectos los vapuleados y Siempre más y mejor criticados componentes de la clase media. Nada queda fuera, ni el chantaje emocional, ni la recurrencia a la dependencia erótica, ni el tema del adulterio, ni la repetición obsesiva con tendencias a la ceremonia sádico-catártica de las culpas. Todo está minuciosamente desarrollado en el marco simbólico del acto de vestirse con sus disfraces para asistir justamente a un Baile de máscaras que no es otra cosa que las relaciones sociales de la pareja y su clase.

Los fantasmas de Albee y Williams, como mentores y hermanos mayores del género, deambulan por el espacio que ciertamente ha sido acondicionado con justeza por Humberto Figueroa con una escenografía que utiliza la totalidad de las posibilidades naturales del escenario de la Casa del Lago, y en la que podemos ver —por primera vez en mi caso, tratándose de teatro de caja— , la presencia viva y real de los bosques y el lago de Chapultepec a través de la puerta y los ventanales que quedan incorporados a la acción haciendo, al mismo tiempo, parte de la estructura arquitectónica del teatro. Y si la escenografía es bella (aunque nos suscite algunas preguntas en relación a su embone con el estilo de la obra), no lo es menos la iluminación de Arturo Nava que crea juegos y resonancias espaciales y temporales con habilidad y una cierta audacia sin perder el comedimiento que la acción y la propuesta escénica exigen.

La estructura de obra y la puesta tienden a trabajar la circularidad de la situación, posiblemente como una imagen de descenso a las zonas del subconsciente tanto social como de pareja, e incluso como un recuerdo mitigado de los círculos dantescos del infierno, donde las culpas mayores están en lo más profundo, congeladas para siempre como las lágrimas de los condenados que lo habitan, y cuyo único consuelo es recordarlas una y otra vez en un mutuo juego de tormentos. Sin embargo, a niveles formales, tanto la pieza como la propuesta, presentan por momentos ciertos desniveles de interés por un lado y de pericia por otro, debido seguramente a que estamos ante los primeros intentos a los que hay que darles, en la persona de Miguel Flores, el tiempo siguiente que debe ser, seguramente, el de la maduración en el oficio.

La pareja de conflictuados personajes está encarnada por Delia Casanova y Homero Wimer que, a pesar de su amplia experiencia sobre los escenarios mexicanos, no llegan a dar homogeneidad a su labor, presentando altibajos en donde el pathos de ciertas escenas se transforma en una huida hacia la estridencia y la sobreactuación, dentro de un contexto que no lo pide. Posiblemente en algo influye la dirección, que no llega a abarcarlos encausándolos en los momentos de peligro. Sería entonces interesante, sobre todo en el caso de Homero Wimer, un mayor cuidado en la labor de encarnación que por el momento está más cerca de la representación que del sentimiento.

Esto no empaña el indudable profesionalismo en el equipo y una entrega al trabajo que hace que, más allá de las críticas y sugerencias apuntadas, sea grato contar con este Baile de máscaras dentro de las posibilidades teatrales que nos ofrece la temporada.

Delia Casanova y Homero Wimer en Baile de máscaras, escrita y dirigida por Miguel Flores, Casa del Lago, Bosque de Chapultepec, jueves, viernes y sábado, 19.30; domingos, 18:00 horas. (Fotografía de Luis Fernando Moguel).