FICHA TÉCNICA



Título obra Los signos del zodiaco

Autoría Sergio Magaña

Dirección Salvador Novo

Elenco Pilar Souza, Yolanda Guillaumin, Carlos Ruíz, Alicia Quintos, Ángeles Marrufo, Alicia Gutiérrez, Socorro Avelar, Irma D’Elías, Lucha Núñez, Graciela Doring, Elodia Hernández, Felipe Santander, Alfredo Chapa, Antonio Alcalá, Carmen Sagredo, Mario García González, Raúl Dantés, Carlos Fernández, María Douglas

Escenografía Julio Prieto

Espacios teatrales Teatro del Bosque




Cómo citar Solana, Rafael. "Reposición de Los signos del zodiaco de Sergio Magaña". Siempre!, 1959. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

Siempre!   |   24 de junio de 1959

Columna Teatro

Reposición de Los signos del zodiaco de Sergio Magaña

Rafael Solana

Si un día quisiéramos publicar un libro, en el estilo de los de don Armando de María y Campos, que se llamara las grandes noches del teatro mexicano, en el que recogiéramos las crónicas de unos cuantos capitales acontecimientos que han sido hitos en la marcha firmemente ascendente del espectáculo dramático nacional, en la breve serie de esas noches inolvidables incluiríamos, con la del estreno en el Lírico de Cada quien su vida, con la del de Hoy invita la Güera, en el Globo, la crónica de reposición en el teatro del Bosque de Los signos del zodiaco, función brillantísima, de grandes aciertos, que fue a más y que confirmó el esplendor y la grandeza del que es sin género alguno de duda uno de los más valiosos elementos de nuestra literatura teatral.

Esa noche de reposición tuvo todo el prestigio de una de estreno;(1) cuánta gente, y qué buena. Hasta el ministro estaba allí, en persona, dando brillo y doro a la concurrencia escogida (¿quién habrá ido esa noche a la Sinfónica, o al estreno de Margarita Urueta?) Era una verdadera noche de gala. Cuando se levantó el telón y apareció la magnífica escenografía de Julio Prieto, ya no la ovacionaron porque era la misma de Bellas Artes ocho años antes.

Comenzó a correr la obra... tuvimos temor. Ya la habíamos leído y admirado mucho, y cuando su estreno los elogios fueron unánimes: pero... ¿no habría envejecido? Algunas obras de teatro se añejan rápidamente. Esa escena de las lavanderas, tan lorquiana (las lavanderas de Yerma) y al mismo tiempo tan de sainete... ¿aguantará?

Luego tuvimos en algún momento la sensación de que los recursos melodramáticos eran excesivos; aquella llegada del padre borracho, después de la escena de la madre y el hijo... lo único que faltaba... un abuso... y sin embargo...

Y sin embargo, sí, iba aguantando la obra, iba resistiendo; muy buenas las escenas de la Cosarini, que en otros tiempos hizo Emperatriz. Un fuerte aplauso, sincero, al final del primer acto.

En el segundo, muchas toses; momentos de desmayo; escenas mudas peligrosamente alargadas; tono menor, ritmo lento.

No; el segundo acto aguantó también; y lo mismo el primer cuadro del tercero; y vino el cuadro final; la obra comenzó a subir, a crecer; lo que pudo parecer debilidad, punto flaco, se borró; estupenda arquitecturación, cierre magnífico, de mano maestra, de todos los personajes, sin olvidar a ninguno; remates precisos, seguros, ritmo sostenidamente acelerado, énfasis creciente, orquestación a cada momento más complicada y rica... y para el telón final, maestría, talento asombroso, precocidad increíble, genio.

Una de las obras más bellas y más perfectas jamás escritas en la América española, y tal vez uno de los terceros actos más intensos y vibrantes del teatro. Boca abajo todo el mundo. Quitarse sombreros, saludar a un gran autor. Hasta el que no sepa puede verlo, pero el que sí sepa lo ve con más claridad; un autor magnífico, una obra formidable. Reconozcamos en Sergio Magaña a un grande del teatro mexicano. Ni una sola arruga en su obra de ocho años de vieja; al contrario, más fuerte, más bella, más viva que el día en que fue conocida por primera vez; entonces la estrenaron; ahora la consagran.

Las actuaciones, gracias a una dirección sabia, cuidadosa, detallada, pero también a que hay obra y todos los personajes tienen colorido y carácter, son magníficas; ninguna falla ni flojera, aunque, naturalmente, haya algunas que sobresalgan; pero todo va de lo bueno para arriba; buenas son las de Yolanda Guillaumain, Carlos Ruiz, Alicia Quintos, Ángeles Marrufo, Alicia Gutiérrez, Socorro Avelar, Irma D´Elías, Lucha Núñez, aunque su papel sea uno de los más descoloridos, Graciela Doring, que habría podido cambiar de papel con Lucha, para bien de ambas, Elodia Hernández. Felipe Santander, mejor que nunca antes en su vida, Alfredo Chapa, Antonio Alcalá, Carmen Sagredo... más que buena la de Mario García González, la de Raúl Dantés, que comienza a tomar camino de parecérsele, y más que más que buena, excelente, la de Carlos Fernández, y francamente magnífica la de María Douglas, exquisita en la impertinencia y en la insoportabilidad de su bellamente escrita soprano. Para todos ellos, y más fuertes para los últimamente mencionados, grandes y justificados aplausos.

Pero Pilar Souza... ¡ah!, eso es otra cosa... ella fue la reina de la noche, y poco habrá de vivir quien no la vea ganar el premio del año con esta actuación eminente. Bien en los dos primeros actos, justa, sobria, exacta, estaba reservándose para el último, donde se adueña de la situación y se apodera de la atención y de la admiración del público aterrándolo y dominándolo como sólo una gran estrella puede hacerlo. Cierto que es un gran papel, un papel de oro, en el que también habrían podido estar excelsas la Montoya, o la Manzano, o la Corona; pero el lograr que en ningún momento se piense en ellas, ni se las eche de menos, el ponerse a la altura de ese papelazo y darle todo su esplendor, eso es un triunfo inmenso para la Souza, que con esta actuación empuja delante de sí amplísimas puertas y se coloca en forma firme en al primera línea de nuestras actrices. ¡Cómo logró transmitir al espectador la pesadilla de ese cuadro! El horror de ese personaje trágico y cómico, macabro y humorístico, hijo del genio de un autor que lo tiene, pudo pasar del escenario a las butacas en toda su intensidad, repetido por una gran intérprete, dueña de una voz rica, profunda, sonora, y de un temperamento excepcional. Para el autor y para esta actriz, las ovaciones más clamorosas para el director(2) y la otra actriz, las siguientes; para Fernández la de después. Y para el conjunto del espectáculo, para el montaje, las luces, el sonido, la empresa, los conjuntos, el aplauso de reconocimiento por una obra artística de primera categoría.


Notas

1. Véase la crónica del estreno respectivo del 6 de marzo de 1954 incluido en este volumen.
2. Salvador Novo. Leslie Zelaya y Julio César López. Sergio Magaña, catálogo inédito, México, CITRU, INBA, 1989.