Siempre!
| 24 de agosto de 1955
Columna Teatro
Cada quien su vida de Luis G. Basurto, dirige Fernando Wagner
Rafael Solana
El escándalo del día es el monto de las entradas de Cada quien su vida, en el Lírico(1). A una primera semana de 60 mil pesos han de seguir otras no mucho menores, porque la obra ha pegado, gusta al público extraordinariamente, y ha despertado una verdadera tempestad de encontrados comentarios.
Como lo previmos aquí, había quienes se arrabian contra ella; muchos críticos la ponen pinta, y en algunos periódicos hasta se ha ordenado campaña a muerte, hasta acabarla; otros la elogian; y el gran público que es el que decide, se pone abiertamente de su parte, la aplaude y la auspicia; las minorías, sobre todo los críticos, la denigran; las masas la elogian.
Y el autor triunfa en toda la línea, pues justamente lo que con esta obra se propuso fue hacer la conquista para el teatro de comedia mexicana de ese gran público; por eso fue al Lírico, por eso recurrió a una serie de argucias; todas ellas dieron resultado; todos los resortes que tocó le respondieron, y ha conseguido plenamente su intento.
Además del gran triunfo de autor que significa el que el público agote las localidades del teatro y aplauda donde el autor quiso que aplaudieran y se ría donde quiso que se riera, y se asuste donde quiso que se asustara, están el gran triunfo del director, Fernando Wagner, y el de todos los actores, que, parejamente, viven la obra, y la llevan al buen puerto al que ha llegado.
Wagner movió con mucho talento los personajes, sobre todo en las difíciles escenas de conjunto. Y los artistas, muy bien escogidos, se han identificado con sus papeles.
Tenemos, por ejemplo, el caso de Emma Fink; todos ustedes la conocen, la han visto mucho, en muchas comedias: Aguas estancadas, Las islas de oro, Toda una dama, Debiera haber obispas, El beso de soda, para no mencionar sino unas cuantas; sin embargo, nunca había brillado como brilla en Cada quien su vida, ¿por qué? Porque el papel fue hecho para ella sobre medida; en realidad toda la obra fue escrita como marco para que ella luciera en ese papel; Basurto, como un sastre habilísimo, ha cortado el traje a la medida justa para que resplandezca Emma Fink, y su satisfacción debe ser muy grande cuando ve que efectivamente resplandece, y que el público la ovaciona como el autor quiso que la ovacionara.
Otro ejemplo: Noé Murayama; un buen joven actor que se empezó a dar a conocer en Queja contra desconocido y luego ha hecho papeles en Toda una dama, en Macbeth, en El viaje de Pedro el afortunado, en Modisto de señoras y en La mujer no hace milagros, en todas esas obras estuvo bien, pero en Cada quien su vida está magnífico, perfecto, da en su carrera un gran salto y hará que se fijen en él otros productores teatrales, y los de cine; nadie habría podido hacer el papel de “Ojitos” mejor que como él lo hace; contribuye, casi más que nadie, a dar al público la impresión de que es un trozo de realidad lo que está viendo.
Y es algo semejante podría decirse de Celia Viveros, de Eva Calvo y de Angeles Marrufo que están de una pieza, cada una de acuerdo con el tamaño de su papel; para la Calvo son los momentos más lucidos, y ella los aprovecha, la Viveros, nueva en esta lides, entra en ella con el pie derecho, y su público la reconoce y la aplaude; están, además, vestidas estupendamente.
La obra de Basurto ha levantado una tempestad de comentarios adversos, tal vez diríamos de improperios; la han atacado como hacía años que no se atacaba a ninguna obra, con violencia, con furia; algunos han sido ataques ridículos de personas descalificadas, otros han venido de críticos respetables y respetados, cuya opinión debe ser tomada en cuenta.
Se ha dicho que la obra es inmoral, o destructiva; eso es juzgarla muy superficialmente si se le considera con cuidado, resulta no sólo una obra moralista, sino de propaganda religiosa; las palabrotas que suenan a lo largo de ella son a lo sumo seis o siete; de Dios, en cambio, se habla varias docenas de veces; como se habla de misa, de rezo, de comunicación; Basurto ha pintado un paisaje un poco infernal, como en mucho cuadros de iglesia hay algún diablo, o las llamas del Purgatorio; pero la idea de la obra es piadosa y moral en alto grado: Basurto sostiene una tesis cristiana de tolerancia, piedad y comprensión, y trata de demostrar que hay algo de bueno en el alma de quienes al primer golpe de vista parecen malos: absolutamente en todos los personajes de la obra hay rasgos de hombría, de bien, de generosidad, y hasta de candor. Quienes solamente oyeron las malas palabras y no se enteraron del asunto de la obra, harían bien en volver a verla.
Otros no la atacan desde un punto de vista estético, sino desde uno artístico, y dicen que no es obra de teatro, porque no hay conflictos, porque la acción no progresa, porque no se resuelven cosas, o porque abundan los personajes; esos son los que acaban de leer algún libro de Stanislavsky o de alguien por el estilo y se han indigestado con él; también en El mercader de Venecia encontrarán pluralidad de asuntos y de personajes; y en la obra de Basurto sí hay conflictos, que sí se resuelven (hay hasta dos muertos); son varios los personajes que se enfrentan a decisiones importantes y las toman, a medida que la noche avanza suceden muchas cosas; algunos personajes, por su puesto, son sólo parte de la decoración, y están allí para dar ambiente; pero otros tienen mucha materia dramática.
Hay quien diga que la obra es una sucesión de sketchs, solamente. Entonces será que Basurto ha descubierto que la raíz del teatro mexicano está en el sketch; por lo menos, con sketchs han hecho su gran fama las estrellas más populares, más arraigadas en el pueblo, del teatro mexicano: Baristáin, Soto, Pardavé, Cantinflas, Palillo, Medel, Clavillazo... Querer que se haga teatro mexicano imitando las obras yanquis, por consejo de la embajada de Washington, o imitando los vodeviles franceses, y despreciando el sketch, es tan absurdo como lo habría sido pretender en España que se imitase a Ibsen o a Bjorstjerne Bjoerson, en vez de seguir los pasos trazados por La revoltosa y por La verbena de la paloma; si aquéllo dio origen a todo un Arniches, nada tendrían de malo que ahora el sketch de revista diese origen a un teatro mexicano de profunda raíz, que demostrase interesar al pueblo, como la obra de Basurto lo ha demostrado.
Uno de los furiosos de Basurto ha sido el autor de la poco exitosa pieza teatral Mi cuarto a espadas, don Aquiles Elorduy, que piensa que más saludable para el teatro mexicano que escribir obras mexicanas que interesen al público mexicano es contratar unos pocos artistas españoles para hacer obras españolas del año de María Castaña: así lo está él haciendo; a Concha la limpia ha seguido La Dolores, con sus 60 años a cuestas, pues fue estrenada cuando don Aquiles todavía tenía negro el bigote; toca al público escoger entre esos dos teatros; están ambos abiertos.
Naturalmente que sería un error dejar la decisión en manos de ese público, que ha entronizado la canción de Jiménez, las películas de Caignet y las formas de María Victoria; por supuesto que al lado del teatro popular tiene que haber un teatro experimental, de educación, de superación (un tanto a favor del maestro Novo, que puso, con raquítico éxito de taquilla, pero con el aplauso agradecido de un público selecto, Esperando a Godot); pero tan grave error es entregarlo todo en manos del pueblo, como ignorar absolutamente la existencia de ese pueblo, y pretender que nazca un movimiento artístico nacional, cualquiera que él sea, asépticamente desvinculado de ese pueblo, en una torre de marfil, como se decía antes, o en una cámara de oxígeno, como se diría hoy; ni solamente El preso número 9 ni solamente el Octeto para percusiones del maestro Chávez, diríamos en términos de música; sería injustísimo decretar que de hoy en adelante todas las obras teatrales mexicanas siguen la pauta de la de Basurto, con exclusión de cualquier otro experimento, por el delito de no ser igualmente taquilleros los demás; pero también es muy injusto, reconozcámoslo, que se niegue el pan y la sal a una obra que a muchos ha gustado tanto, y que significa un paso fundamental en la batalla por el teatro mexicano; la conquista del público.
Entre quienes hablan muy mal de Cada quien su vida no faltan los envidiosos ni los amargados; y es muy de temerse que don Aquiles esté, ahora que es empresario teatral, y también autor, en unos de esos casos.
Notas
1. La obra había sido estrenada el 15 de agosto. P. de m. A: Biblioteca de las Artes.