FICHA TÉCNICA



Título obra La casa de té de la luna de agosto

Notas de autoría Rodolfo Usigli / traducción

Dirección Romney Brent

Elenco Rosita Díaz Gimeno, Tony Carvajal, Tei Ko, Luis Aragón, Miguel Córcega, Alberto Camacho, Arriolita

Espacios teatrales Teatro Insurgentes

Productores Rodolfo Usigli, Jean Dalrymple, Rita Ellen




Cómo citar Solana, Rafael. "La casa de té de la luna de agosto, traducción de Rodolfo Usigli". Siempre!, 1955. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

Siempre!   |   22 de junio de 1955

Columna Teatro

La casa de té de la luna de agosto, traducción de Rodolfo Usigli

Rafael Solana

Una desconcertante impresión que produjo Usigli cuando se asoció con las señoras Jean Dalrymple y Rita Ellen para traer al teatro Insurgentes la comedia norteamericana La casa de té de la luna de agosto; Usigli se pasaba al enemigo, justamente en momento en que algunos periodistas, empresarios y autores estaban luchando por disminuir en los escenarios metropolitanos el número de traducciones y ganar importancia en ellos para las obras del teatro nacional, y la mitad del teatro nacional es el propio Usigli ¿Deserción, en plena batalla? ¿Iba el propio Usigli, el principal autor mexicano, a renegar de sí mismo y a proclamar que son más interesantes, o mejores, las obras de importación, que las escritas y producidas en el país? La cosa sonaba por lo menos extraña; era algo así como la noticia de que, en los días de la batalla de Berlín, el general Eisenhower o el general Zhukov se hubiesen ido a poner a las órdenes de Hitler.

Fuimos al estreno de La casa de té de la luna de agosto ansiosos de saber qué había visto en esa obra Rodolfo Usigli que le hiciera cambiar de bando y volverse un importador; considerábamos la posición ideológica, ya que no la práctica; en realidad en materia económica, Usigli la pasa tan campechanamente con sus propias obras como con las ajenas, pues en los últimos años traducciones de Yordan, de Chéjov y de otros autores extranjeros le han dejado tan respetables utilidades como las comedias de su creación.

Y nos encontramos con una obra, y también con una “producción teatral”, que sí justifican el que Usigli dedicara a ellas sus talentos, por unas semanas o meses.

La comedia es magnífica; tanto el autor de la novela, que contiene las principales ideas, como el autor de la adaptación teatral, que es muy ligera y graciosa, han acertado plenamente; hay legítimo buen humor a través de toda la pieza: gracia en las caricaturas, ingenio en la sátira, agudeza en las frases, intención en los comentarios, altura en los puntos de vista. Una bella pieza, por donde quiera que se le contemple.

Y un hermoso espectáculo teatral: no se conformaron las productoras con que unos cuantos buenos actores dijesen las bellamente escritas frases, atinadísimamente vertidas al castellano, por cierto, por Usigli, que se anota su mejor triunfo como traductor(1); procuraron ofrecer un espectáculo, a la vista, al oído, además de la inteligencia: algunos bonitos trajes, otros por lo menos abigarrados y vistosos, una música peculiar y simpática, y decorados, dentro de su gran sencillez, graciosos y llenos de colorido, ya que no aforados y de muy práctico funcionamiento, por lo menos en la noche del estreno que fue catastrófica en materia de electricidad y de tramoya. A las gracias de la comedia las productoras agregaron un lánguido baile japonés, desvaído y sutil como una acuarela, y una lucha libre japonesa también, judo, posiblemente, y una canción típica norteamericana, Deep in the heart of Texas, que canta batiendo palmas toda la compañía. Todo esto contribuye a dar color, sabor, gracia, buen humor, vistosidad, a esa Casa de té de la luna de agosto que, sin todo ello, sería de todos modos una magnífica comedia.

La dirección, de Romney Brent, es muy afortunada, y sin duda se sentirá más ligera, con mucho mejor ritmo, cuando la tramoya funcione y las mutaciones no pesen. El tono de humor está perfectamente sostenido, sin caer nunca ni en la payasada ni en la sequedad, siempre en un tono muy justo; la educación sajona de don Romualdo Larralde le ha hecho encontrar ese tono, que en México, su país de origen, casi no existe, pues aquí es normal que en cualquier rasgo humorístico fermente inmediatamente en gracejada burda, en chacota o en pachanga; y La casa de té de la luna de agosto está siempre a mil leguas de distancia de todo esto.

El reparto peca de uniestelaridad. Se siente en forma muy notable que Rosita Díaz Gimeno ha sido dejada sola, como un sol, en medio del firmamento; no se le puso cerca un coronel que, como Miguel Ángel Ferriz, habría podido estar muy distinguido, ni a un Fisby, como Manolo Fábregas, habría podido dejarse ver demasiado; los papeles fueron repartidos a artistas modestos, que por bien que estuvieran, y Tony Carvajal está muy bien, dejarán siempre una respetuosa distancia entre ellos y la estrella, la única estrella; esos dos papeles masculinos son por lo menos tan importantes como el también masculino que se repartió Rosita; pero ella roba cámara, los desplazaba a todos, los rebajaba a un notorio segundo término.

No había necesidad; ella de todos modos habría sobresalido, aunque Purdy III y Firby fuesen figuras; ella deliciosa en su picaresco Sakini algo absolutamente diferente de cuanto recordemos de esta actriz distinguida y delicada y fina, que es ahora cuando tiene su actuación más amable ante nosotros; cuanto se diga a cerca del desenfado, la espontaneidad, la gracia natural con que interpreta este personaje será poco; el derroche de simpatía que hace, avasalla al público, lo conquista desde la primera escena.

También está bella, graciosa y fina la actriz y bailarina japonesa, Tei Ko, importada para esta obra, y luce, por lo menos tanto como Tony Carvajal, Luis Aragón, en un papel pequeño, pero del que saca partido; Miguel Córcega, en cambio, no se deja ver, en un papel absolutamente incoloro; el Alberto Camacho, a quien recientemente vimos triunfar en el concurso nacional con Bordando luces, se adivina un futuro buen actor. Arriolita saca bien su anciano, y cumplen todos los demás artistas del copioso reparto.

En fin de cuentas,

La casa de té de la luna de agosto

es una obra preciosa, excelentemente adaptada al teatro, estupendamente traducida, sin que se pierda la gracia o la intención de ninguna frase, espectacularmente montada, dirigida con gran acierto, e interpretada, dirigida cumplidamente, salvo en el caso de Rosita Díaz Gimeno, cuyo trabajo alcanza la excelencia. Debieran verla todas las personas que tienen algún interés por el buen teatro; es de dudarse que, por sus elevadísimos gastos, y por estar situado en las afueras de la ciudad el teatro que la pone, vaya a durar mucho tiempo, por eso debemos recomendar con cierta insistencia y cierta pesadez, a las personas de buen gusto y cultura que vayan cuanto antes, hoy mismo, como dicen los anuncios por radio, para que no vaya a ser demasiado tarde cuando quieran hacerlo.


Notas

1. Según Armando de María y Campos, Rodolfo Usigli se desempeñó también como codirector. Armando de Maria y Campos, 21 años de crónica teatral en México, 1944-1965, 2 vols. México, INBA-IPN, crónica del 15 de junio.