Siempre!
| 11 de mayo de 1955
Columna Teatro
Inauguración del Tetro de la Comedia con Columna social de Celestino Gorostiza
Rafael Solana
Hoy vamos a comentar con mayor detalle el debut de Sofía Álvarez, el estreno de Columna social y la inauguración del Teatro de la Comedia.
Todo lo que pudiera interesar a ustedes acerca de este nuevo teatro lo saben ya(1), sin duda, porque ese es el teatro de SIEMPRE... ahijado de Pepe Pagés Llergo, y estas columnas lo han mencionado con generosa asiduidad. Lo construyó, o mejor diríamos, lo adaptó a su nuevo destino, pues el cascarón del local sirvió alguna vez para conciertos, una sociedad, a la que pertenecen artistas, autores, directores, dilettanti, y más recientes, productores cinematográficos (y hasta toreros, pues algunos han intervenido pequeñas sumas de acciones que no tienen voz ni voto).
La opinión general fue que el Teatro de la Comedia es muy cómodo, y muy acogedor muy grato: Fontanals lo decoró con exquisita sobriedad, en solamente dos tonos de gris, el perla y el rata, y sin ninguna clase de adornos; la atención y la mirada del público se desliza suavemente, desde cualquier sitio, hacia el escenario sin que arbotantes, columnas, medallones, lámparas, candelabros, estatuas ni frisos la distraigan. Este teatro iba a ser anunciado como “el más elegante, el más lujoso y el más cómodo de México” (claro que entre los pequeños, sin contar para nada Fábregas, Insurgentes o Bellas Artes que son teatros muy grandes); pero como se estrenó hace poco el Trianón, que también es lujosísimo, confortable, precioso, ya no se anuncia así, porque lo justo y verdadero sería decir “uno de los teatros más cómodos, lujosos, etc.”.
La visibilidad es perfecta; hay dos escalones de diferencia entre cada una de las ocho filas de butacas; la audibilidad es magnífica, desde cualquier punto de la pequeña sala; las butacas son las mejores y las más costosas que fue posible encargar en México, y los muebles de los palcos, que este teatro es el único que tiene en México, son tan amplios y cómodos como los de la sala de una casa bien puesta; la noche del estreno, en algunos de los sofás destinados a dos personas se sentaron tres, y estuvieron perfectamente, pues son tan anchos como el asiento delantero de un automóvil.
El escenario es bastante grande; representa las dimensiones del antiguo teatro Ideal, que si en sus tiempos se llamó “La bombonera”, hoy sería casi un circo romano, comparado con todas estas pequeñas salas de menos de cien butacas.
La impresión que produjo la pieza Columna social la noche de su presentación ante los críticos, en un ensayo general que resultó muy afluente, fue magnífica; de entrada encantó, con un primer acto lleno de vivacidad y que plantea personajes y situaciones muy interesantes, y hasta valientes; hubo quien dijese: “qué bien que Celestino Gorostiza se haya decidido a usar este tono, de fina ironía, para denunciar un estado de cosas que todos sabíamos ya que existe en México”.
Gorostiza es un escritor que ha llegado al mejor momento de su carrera, a una madurez que se le traduce en seguridad en su pensamiento y en dominio de todos los recursos de ese oficio que tiene bien aprendido, y del que es profesor; sólo maestría, firmeza, al lado de una nueva gracia, una ligereza que antes no tenía Celestino, pudo encontrar el público en los dos primeros actos, llevados entre aplausos y risas incontenibles, y en más de un momento interrumpidos por el estruendo de la irreprimible carcajada; el tercer acto tiene un cierto cambio de tono, necesario para redondear y rematar las cosas, pues la comedia no es un astracán intrascendente, sino tiene su magia; no se pierde puntada, todo perfectamente puesto en su punto y el aplauso final es de la más franca aprobación.
Celestino Gorostiza ha logrado una obra de buena calidad que, además, y esto es muy importante, entretiene y hace reír de muy buena gana al público.
Nadie sabe qué es lo que la gente esperaba de Sofía Álvarez, en su debut como actriz de comedia; pero causó una grata sorpresa, estuvo bien medida, acertó justamente con el tono fino de la comedia, estuvo tan honrada, prescindiendo en lo absoluto y con la mayor severidad de cualquier truco o de cualquier martingala, que no faltó quien dijese, en uno de los entreactos: “Sofía ha perdido su tiempo dedicándose antes a otros géneros: es para éste para el que tiene mayor talento, y donde puede hacer, ahora que se ha dedicado a iniciarla, una brillante carrera”.
La señora Álvarez lució, en primer lugar, muy guapa; no quería la obra que saliese particularmente bien vestida, pero estuvo discreta y dentro de las exigencias de su papel, en este renglón; y se llevó la obra por derecho, sin un solo tropiezo, sin un solo olvido, sin un solo error, acertando siempre a dar el más fino matiz a cada situación y a cada bocadillo; es verdad, y esto lo decimos en su honor, que estudió empeñosamente durante tres meses, diariamente, este papel; el público se merece ese respeto, esa dedicación, el premio a esa tarea laboriosa fue la espontaneidad y la efusión del aplauso con que Sofía fue premiada al final de cada acto.
Nadie desentona en Columna social, que significa, desde luego, la alternativa de Jorge Landeta como director de teatro: antes hizo algunas otras cosas, con mucho acierto, pero su verdadera carrera comienza hoy: esta vez se trata de una compañía muy profesional, y su trabajo ha sido correctísimo; sin genialidades, sin escandalosas llamadas a la atención del público (gritos, sentarse en la escalera, posiciones barrocas, ni ningún otro de los trucos que usan otros directores para destacarse), pero con una probidad, una seguridad y un profesionalismo absolutos.
Miguel Ángel Ferríz, como lo que es, un señor del teatro, dando con sola presencia espina dorsal a la compañía, en la que tal vez sin este andamio se hubiesen sentido inseguras las debutantes, Sofía y Gloria Mestre, que hasta ahora fue sólo bailarina y estrella de cine, pero que se atreve en Columna social a adelantar, con éxito y suerte, su primer paso en la carrera del teatro de comedia; también Gloria ha sido muy estudiosa; ella ha sido, estos últimos tres meses, la última en abandonar las salas de ensayo, tal vez a las tres de la mañana, preocupada por vencer su inexperiencia; un esfuerzo que merece para ella el más franco de los aplausos.
La compañía es numerosa, y ya sólo es posible decir unas palabras acerca de los demás artistas; Manuel Lozano acierta plenamente en el papel de galán, para el que tiene grandes aptitudes; Ricardo Fuentes obtiene un éxito cómico en su personaje, el más caricaturesco de la obra; Jorge Landa no amalgama todavía su escuela, un poco europea (sudamericana) con el tono, más moderado, de los artistas mexicanos, y en momentos le resulta un poco enfática su interpretación de un personaje que está también llevado un poco hacia la caricatura; está chistoso el debutante Jorge Ponce de León, que tiene aptitudes para lo jocoso; ponderado y certero, Julio Alemán; frescos y espontáneos Carlos Rotzinger e Irma D´Elias, en los papeles juveniles; atinada Ángeles Marrufo y muy guapa, y prometedora de mayores cosas, Marianela Peña, que por primera vez pisa un escenario.
La escenografía de Manolo Fontanals es muy funcional muy adecuada a la obra; todo, en fin, ha sido en el estreno del teatro de la Comedia y de la obra Columna social, un acierto.
Notas
1. Que se inauguró el 29 de abril, siendo Solana uno de los empresarios del mismo. P. de m. A: Familia Solana.