FICHA TÉCNICA



Título obra La ilustre cuna

Autoría Rafael Solana

Dirección Gonzalo Correa

Elenco Lalito Montemayor, Diana de Mendoza, Socorro Avelar, Irma D’Elías, Noé Murayama, María Elena Orendáin, Héctor Andremar

Escenografía Antonio López Mancera

Espacios teatrales Teatro de la Ciudadela

Eventos Feria del Libro




Cómo citar Solana, Rafael. "La ilustre cuna de Rafael Solana, dirige Gonzalo Correa". Siempre!, 1954. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

Siempre!   |   15 de diciembre de 1954

Columna Teatro

La ilustre cuna de Rafael Solana, dirige Gonzalo Correa

Rafael Solana

La segunda obra en el teatro de la Ciudadela, de la Feria del Libro, es la comedia La ilustre cuna(1), que sólo estará allí cualquiera que sea su éxito, hasta pasado mañana sábado, pues hay un programa a cumplir, y en él se incluye la reposición el domingo doce, y también por diez días, de El médico a pesar suyo de Molière, y el monólogo de Chéjov sobre los perjuicios del tabaco, ambas piezas dirigidas (y la segunda interpretada) por Antonio Passy.

El público, que agotó las localidades en las dos funciones del día del estreno, aprobó la comedia con ruidosas carcajadas y con aplausos; la encontró divertida y ligera, aun cuando su autor mismo ha opinado que no se trata de lo mejor suyo, ni muchísimo menos; pero para un teatro popular extraordinariamente barato, con un público sencillo y sin una gran documentación literaria, no está mal.

Claro que si se le aplicase el rigor de una crítica adusta, se desmoronaría; su autor ha preferido sacarla muy modestamente, sin aspirar con ella a un gran triunfo ni a mejorar en poco ni en mucho su pequeña posición entre los comediógrafos mexicanos; confía en que tampoco le hará esa comedia empeorar esta modesta posición.

La escenografía(2) y la postura en escena fueron modestas también. Se aprovechó algún decorado viejo de Bellas Artes, las actrices salieron vestidas con lo que tenían a mano, y allí se fue la cosa, a mucha distancia del lujo, pero no lejos de la dignidad y el decoro.

La dirección del joven Gonzalo Correa fue muy feliz; supo el director conservar la velocidad que la comedia tiene, casi en todas sus partes, y no desaprovechó ninguna de las ocasiones de provocar risas que el autor previó, ni dejó la oportunidad de buscar él por su lado otras, con toques y detalles de humor, siempre oportunos y conducentes a la finalidad general que tiene la comedia, que es únicamente hacer al público divertirse y pasar el rato. Puede decirse que la dirección de Correa enriqueció la obra, ya de por sí cómica, con nuevos incidentes y matices jocosos.

La interpretación, a pesar de que el cuadro que se reunió no es en lo general de gloriosas figuras de la escena, fue muy afortunada. El papel central fue encomendado a Lalito Montemayor, actor cómico que ha sido famosísimo en el cine y que estaba virtualmente retirado del teatro, pues en mucho tiempo no había hecho otra cosa que un secundario papel en Ana Lucasta, en Bellas Artes, bajo la dirección de Aceves. Lalito utilizó en la personificación escénica del conocidísimo obstetrista doctor Hoyo Monte, todo el caudal de sus recursos para hacer reír, adquiridos y atesorados a lo largo de veinte años de tablas y de sets. Algo puso de su cosecha, y lo permitía la ligereza de la comedia, que no pedía ser mirada con mucho respeto, como si se tratase de un clásico, sino nada más con buen humor, y Montemayor lo tuvo.

Es posible, sin embargo, que a los ojos de un crítico severo la mejor actuación en La ilustre cuna haya sido la de Diana de Mendoza, que está muy justa, muy contenida, muy ponderada por lo que se refiere a la comicidad de su papel, y que ha incorporado su personaje con gran aplomo, haciendo gala de una dicción y una emisión magníficas, de una gran soltura de movimientos y de una admirable seguridad; la recordamos en Casandra, en La plaza Berkeley, en Macbeth... la de La ilustre cuna, pensamos que es la mejor de todas sus actuaciones.

Socorro Avelar, que hubo de contener una natural tendencia hacia la exageración, también está muy bien; Irma D´Elías que hace poco tuvo un triunfo magnífico en Estrella que se apaga(3), se achicó esta vez un poco, al verse rodeada por artistas de muchísima mayor experiencia que ella; su trabajo sin embargo, avanza en profesionalismo; todavía, se ve que le queda mucho camino por recorrer.

En tres personajes incidentales, cumplen a satisfacción Noé Murayama, cuyos progresos son manifiestos, María Elena Orendáin, que encajó a la perfección en su personaje y consiguió dar gran comicidad a todos sus movimientos y a sus réplicas, y Héctor Andremar, un artista muy nuevo, que se deja ver por primera vez, pero que tiene figura, voz, y otras excelentes facultades.

Fueron estos empeñosos artistas que estudiaron con mucho entusiasmo la obra, y ese director, que supo animarla con cariño, quienes hicieron posible que, a pesar de su futileza y su insignificancia literaria arrancara con un éxito La ilustre cuna la noche de su estreno en el teatro de la Ciudadela.


Notas

1. Original de Rafael Solana.
2. En el programa se consigna originalmente a Antonio López Mancera, sin embargo, el crédito está suprimido y sustituído por INBA. P. de m. A: Familia Solana.
3. De la autoría de Rafael Solana.