FICHA TÉCNICA



Título obra Orfeo en los infiernos

Autoría Jacques Offenbach

Notas de autoría Salvador Novo / adaptación

Dirección André Moreau

Elenco Bruni Falcón, Olga Puig, Elizabeth San Román, Cristina Trevi, Hugo Avendaño, Joaquín Pardavé, Farnesio de Bernal, Conchita de los Santos, José Santos, Feuss

Escenografía Antonio López Mancera

Coreografía Guillermo Keys

Música Offenbach

Notas de Música Roemer / dirección de Orquesta

Vestuario Antonio López Mancera

Espacios teatrales Teatro Virginia Fábregas

Productores Ricardo Toledo




Título obra Reinar después de morir

Autoría Luis Vélez de Guevara

Dirección Álvaro Custodio

Elenco Ignacio López Tarso, Lina Santamaría, Pin Crespo, Cipriano Rivas Cheriff, Guillermo Orea

Espacios teatrales Teatro de la Casa de Francia




Cómo citar Solana, Rafael. "Inauguración del teatro Virginia Fábregas con Orfeo en los infiernos de Offenbach". Siempre!, 1954. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

Siempre!   |   29 de mayo de 1954

Columna Teatro

Inauguración del teatro Virginia Fábregas con Orfeo en los infiernos de Offenbach

Rafael Solana

Noche solemnísima, de gran gala, para la inauguración del nuevo teatro Virginia Fábregas(1); en una platea la señora de Ruiz Cortines con tres damas de su séquito; en otra, don Ricardo Toledo, dueño del edificio, con su señora, sus hijos, y tal vez las novias de sus hijos, una de ellas extrañamente vestida; en otra platea, los Fábregas, los descendientes de la inolvidable actriz cuya memoria perpetúa el teatro: Sánchez Navarro, Fanny Schiller, Manolín, Virginia... y sigue la lista. En otra platea, Echeverría con Avelita y Víctor Junco, representando al sector obrero, suponemos; capital, trabajo, autoridades, tradición... y en el lunetario, mucha gente de etiqueta, de entre lo de más nombre y brillo: Fernández Bustamante, Robledo, Alfonso Junco, Benítez, Usigli, Gorostiza, Novo, Haro Oliva, Bracho... en fin, la plana mayor. Se veía precioso el teatro. Aunque se quedaron algunas butacas vacías.

El edificio es magnífico. La visibilidad es perfecta, desde cualquier punto, por la inclinación; parece ser que en materia de audibilidad hubo protestas en el gallinero; todo nuevecito, confortable; el vestíbulo amplísimo, con cantina y todo; amplio el foro; quizás un poco sumido el foso; eficaz la iluminación. La ciudad cuenta con un gran teatro, que como el Insurgentes, y como Bellas Artes, puede compararse a los buenos teatros del mundo.

Antes de que se levantara el telón don René Capistrán Garza vociferó, para que le oyeran bien arriba, una historia de amor, para explicarnos que el nuevo teatro Virginia Fábregas es, como el Taj Mahal o como el mausoleo de Halicarnaso, un monumento erótico. Resulta que don Ricardo Toledo conoció a la hoy su esposa entre los bastidores del viejo Fábregas; entonces era pobre; ahora es millonarísimo, y ha hecho otro Fábregas, no por amor al teatro, como creíamos, sino como quien escribe un nombre en un tronco o amarra con un lacito un mechón de pelo; cuando ya los Toledo tienen unos hijazos de 20 años, resulta un poco extemporánea la mención de este idilio, creemos nosotros; pero el orador no lo pensó así; es necesario confesar que desconcertó bastante al auditorio, que no esperaba que el discurso inaugural fuese a salir por allí; en la fila H estaba Alejandro Carrillo, que dijo el discurso inaugural del Insurgentes, y que con sus alusiones políticas tampoco estuvo esa noche afortunado.

Pero vamos al espectáculo. Años estuvo don Ricardo pensando con qué inaugurar su teatro; pensó en óperas, en revistas; se quedó en un equilibrado término medio, con una ópera que parece revista o una revista que parece ópera. Reunió elementos excelentes, gastó muchísimo dinero; y el público de México puede disfrutar hoy de lo que puede llamarse, por todos motivos, un grandioso espectáculo.

Orfeo en los infiernos es una ópera bufa de Offenbach algo larga para los gustos actuales, aunque no lo fuera para los del operático público ante el que fue estrenada, su música es en muchos momentos deliciosamente frívola, y algunos de sus trozos han alcanzado la más extendida popularidad. El libreto, por otra parte, es ingeniosísimo.

Acertó don Ricardo Toledo cuando, pensando quién podía ser la persona de más ingenio en México, para pedirle que adaptara el libreto a nuestro idioma y nuestra época, escogió a Salvador Novo; sólo que una mala tarde la tuvo el "Guerra", como dicen los toreros, y hasta el superinteligente, superingenioso y superfino Salvador Novo puede dar un resbalón y elucubrar una obra de una vulgaridad insufrible y de una timidez y una mojigatería lamentable. Chistes como el de "a volar con sus melodías y sus melonoches" jamás se habría atrevido a firmarlos Robledo, Vázquez Méndez, Echeverría o Benítez; y si lo que se quería era un lenguaje plebeyo, pudo encargársele a "Bambi", que está tan documentada en la lengua verde y habría hecho una cosa en argot más fresca y menos insistente y chocante. El tono del lenguaje es siempre de una vulgaridad sin gracia ni espontaneidad, aprendida; y a la hora en que hubieran podido decirse cosas, en las coplas, a lo más que se atrevió el señor Novo fue a decir que la ciudad universitaria queda muy lejos... lo que más bien se le puede cargar al otro régimen. Se esperaba algún chiste sobre el poder adquisitivo del dracma, o alguna muestra de ingenio; unas alusiones a los mordelones de tránsito (también eso es más bien del pasado y dos o tres cobitas sobre la moralidad o la austeridad, y pare usted de contar. Robledo fue más valiente en Yo Colón, y no presume de ser un genio).

Fuera de la ramplonería de la adaptación, no puedo encontrar a todo Orfeo sino otro defecto grave: Bruni Falcón. Esta actriz cantante, importada de Alemania, habla un español peor que el de los discípulos de Rooner y de Wagner, y ni se la oye ni se la entiende; verdaderamente se la comieron las subestrellas Olga Puig, Elizabeth San Román y Cristina Trevi. Si Bruni volviera a Alemania y la sustituye cualquiera de ellas, el espectáculo saldría ganando.

Y para acabar con los peros: la longitud de algunos bailables. El espectáculo duró cuatro horas, el primer día. Y eso no se puede aguantar.

Ahora los elogios: formidable la presentación, un gran triunfo de Toño López Mancera; la escenografía fue nada más discreta, sin alardes; pero el vestuario, vistosísimo, alegre, lleno de color, y algunos efectos, muy bien logrados; magnífica la dirección de escena, de André Moreau, que supo mover los grandes conjuntos y dar a todos una gran vivacidad. Excelente la coreografía de Guillermo Keys; con un gran cuerpo de baile, en el que reconocimos algunas figuras que ya destacan, hizo que el ballet de las moscas fuese aclamadísimo, y que fueran aplaudidos todos los demás números bailables; a pesar de la inseguridad de algunos tocados masculinos y femeninos que anduvieron caigo que no caigo.

Bien las voces; de las femeninas la que convenció menos fue la de Bruni Falcón, quien, por otra parte, tuvo una entrada fuera de tiempo y un cambio de letra, tropiezos en que no incurrieron los demás artistas; excelente Hugo Avendaño, que es un barítono de primer orden. Bien entonados los coros; animadísimas las coplas.

Muy bien las actuaciones; Avendaño, superando su defecto físico, hizo un Plutón simpático y dominante en la escena; Joaquín Pardavé, gracioso, a pesar de su pedestre diálogo, en sus escenas habladas, estuvo delicioso en su baile de mosca, con el que arrancó aplausos nutridos; pizpireta Olga Puig en Cupido, a pesar de que le sobran unos kilos para el papel; bien Farnesio de Bernal en su Mercurio; un poquito fuera de control Conchita de los Santos en Juno y... extraño José Sosa en Orfeo; así nunca lo habíamos imaginado. La Trevi, la San Román, la Feuss, magníficas en sus diosas.

Confesemos que el primer acto fatigó mucho a la gente; pero que la reanimó enormemente el segundo, que se deslizó muy bien el tercero, y que la animación y el bullicio del cuatro, con su can-can famosísimo, hicieron que la velada, a pesar de que eran las dos de la mañana terminara entre grandes ovaciones.

Un cambio de Eurídice, una recortadita a algunos bailables, y una buena poda al vulgarísimo diálogo, harán de Orfeo en los infiernos, cuando quede en no más de dos horas y media, una obra que querrá ver todo México, y que desde luego hace honor a nuestra gran capital, en la que poquísimas veces se recordará que se hayan montado espectáculos tan completos y tan hermosos.

Ovación a Toledo por haber hecho ese teatro, a Offenbach por haber escrito esa música, a Roemer por haberla dirigido, haciendo sonar bien la orquesta y los solos de violín, a Moreau por la dirección escénica, a López Mancera por la producción, a Keys por la coreografía, a Avendaño, a Pardavé, a la Puig, a la San Román, a la Trevi, al cuerpo de baile... Muchas y muy merecidas ovaciones.

Gran actuación de Ignacio López Tarso en Reinar después de morir

Un nuevo triunfo para Ignacio López Tarso ha sido el estreno en el Teatro Español que se hace en la Casa de Francia de la obra de Luis Vélez de Guevara, del Siglo de oro, Reinar después de morir, escrita en muy hermosos versos.

En la carrera de López Tarso brillan su Pármeno de La Celestina; su Don Juan Tenorio, su Cid, su Moctezuma II, y ahora su rey Don Pedro de Portugal.

Álvaro Custodio ha encontrado un actor magnífico para la empresa que ha acometido, de dar difusión al buen teatro clásico. Una labor cultural, de depuración del gusto, que debe ser estimulada y agradecida.

Al lado de López Tarso, que es la estrella, se hacen aplaudir en Reinar después de morir, Lina Santamaría y Pin Crespo. Don Cipriano Rivas Cheriff hace un rey Alonso muy estirado, miope convencional. Guillermo Orea saca adelante el papel de Brito, que tiene a veces parlamentos largos y difíciles de sostener.

Todos, hasta Tarso, incurren, por falta de cuidado de Custodio, en defectuosas pronunciaciones de diptongos, donde el autor los disolvió para completar sus versos. Así, a veces cojea la métrica, con calumnioso desdoro de Vélez de Guevara, que midió muy bien; no hay derecho a hacerle eso a un clásico, por pereza de observar dónde y cómo los diptongos deben disolverse, cosa que el oído denuncia desde el primer instante.

La presentación de Reinar después de morir, dentro de las limitaciones de ese teatro de cámara, excelente.


Notas

La inauguración tuvo lugar el 20 de mayo. Estaba ubicado en Av. Cuauhtémoc y calle de Pino. Actualmente es el Foro Cultural Azcapotzalco. Giovanna Recchia. Por un museo de las artes escénicas. Proyecto de investigación en proceso. CITRU, INBA, 1997.