Proceso
Columna Teatro
Epílogos del teatro del siglo XX (II)
Rodolfo Obregón
Junto con las compañías lituanas, el fenómeno más consistente del teatro actual proviene, como nadie (o quizás porque nadie) pudo predecirlo, de las épicas tierras de Flandes. Un poco más al norte, en Zaandam, ha comenzado la exploración y gestación del lenguaje espectacular del Theatergroup Hollandia.
Para quienes creían que el teatro de clara preocupación política había desaparecido o quedaba confinado a los amplios territorios de la América Latina, la concesión del premio “Europa-Nuevas realidades teatrales” a este colectivo holandés resultó un auténtico balde de agua.
Atípico, como todo núcleo creador, el grupo fundado por Johan Simons y Paul Koek ha renunciado de entrada a los circuitos oficiales y ha desarrollado su lenguaje escénico radicalizando algunas propuestas que parecían agotadas durante los años setenta y ochenta.
En primer lugar, llama la atención el desprecio por el espacio que la estandarización comercial ha terminado por consagrar: el teatro a la italiana. Como en los años setenta, donde el teatro fuera del teatro fue la nota dominante, los singulares espacios elegidos por este grupo liberan al texto de sus condicionamientos escénicos (las censuras, según Meyerhold), estimulan la imaginación del actor y exigen de él respuestas proporcionales que desbordan los estrechos límites de un escenario tradicional, y, finalmente, aumentan el rango de experiencia del espectador al colocarlo en un contexto insólito.
Sin embargo, y a diferencia de aquel entonces, las puestas en escena del Theatergroup Hollandia no se realizan en locales abandonados ni modifican la función habitual del espacio elegido, sino que la utilizan como marco de referencia real, como certificación de la autenticidad de su discurso dramático.
Porcile, de Pier Paolo Pasolini, fue representada en 1996 sobre un concurrido puente vehicular de Amberes. En 1997, el grupo creó una serie de espectáculos bajo el rubro “retratos de obreros” dentro de una fábrica en plena actividad. Y, un año después, los activos hangares de carga de KLM fueron el marco idóneo para su Industrial projekt no. 1.
En todos estos casos, a la singularidad visual y significación propias del espacio y sus auténticos moradores, se suma la reelaboración (a través de equipos electrónicos) de la sonoridad característica del sitio y las actividades que en él se realizan.
En segundo lugar, el aspecto más significativo de este trabajo estriba en sus fuentes dramáticas y su inserción, a contrapelo de la desidia posmoderna, en una problemática política de actualidad. La formulación del discurso espectacular a partir de fragmentos tomados directamente de la realidad, corresponde también al carácter real de los materiales “literarios” utilizados como puntos de partida.
Entre sus “retratos de obreros”, sobresale Ongebluste Kalk, cuyo detonador son los diarios y correspondencia de Marinus van der Lubbe, el obrero holandés que, queriendo incitar a sus compañeros contra Hitler, le dio la oportunidad de acabar con sus enemigos, prendiendo fuego al Reichstag en 1933. El espectáculo se convierte entonces en una ácida reflexión sobre el valor y los alcances de la acción individual en un tiempo de descrédito para las acciones colectivas.
Con la misma voluntad de sostener un diálogo radical con el presente, los materiales tomados directamente de la realidad se utilizan también como punto de partida en Voices, un espectáculo que recorre actualmente el mundo entero y que presenta una visión sobre el acrítico triunfalismo capitalista, al confrontar algunos textos de Pasolini con los discursos del presidente mundial de Shell Oil.
Lejos de un documentalismo que intentó borrar los límites entre la historia y su expresión poética sobre un escenario, o de una traslación mecánica de fragmentos de vida, la transformación propuesta por el Theatergroup Hollandia (ejemplificada en sus partituras sonoras) resulta una atractiva reinvención del realismo, un estilo condenado a desaparecer con el siglo.