Proceso
Columna Teatro
Consulta cultural (I)
Rodolfo Obregón
De cara a las enormes expectativas (para bien y para mal) que el cambio de poderes y partidos ha generado en el ámbito cultural, convendría señalar la pervivencia de una fe supersticiosa en las transformaciones ejercidas desde la cúpula del poder y la falta de atención a las costumbres personales que reproducen a escala pública o privada la herencia nacionalista, revolucionaria e institucional.
En pocos sectores, por desgracia, se manifiesta tan claramente esta tendencia como en “la comunidad artística e intelectual”, aquella que debería ser la conciencia crítica y el sector “progre” por excelencia.
Frente a la ausencia de un proyecto cultural mínimo –es cierto– para el futuro gobierno, se reproducen vergonzosamente los tradicionales oportunismos de destapes, cargadas y autodestapes, mientras se desdeñan suspicazmente nuevas formas y propuestas para la política cultural.
A juzgar por algunos ejemplos recientes, en el caso particular del teatro, además, seguimos alimentando una estética cuya visión de identidad corresponde exactamente a aquella promovida por los gobiernos posrevolucionarios y que, por lógica, complace a un público amplio.
Por ello, y por no haber podido participar en la segunda parte de la Consulta Cultural, someto a discusión (en ésta y la próxima entrega) algunas políticas y acciones concretas para el teatro durante los próximos seis años.
Por lo que toca al INBA, existe ya consenso sobre la urgencia de reducir el aparato burocrático para aplicar el ahorro directamente a la creación y su difusión masiva. En el caso del CITRU, convendría aplicar esos recursos al pago de investigaciones específicas y a la realización de publicaciones libres de la maraña administrativa.
En cuanto a sus producciones, habría que combatir la retórica nacionalista, la grandilocuencia demagógica, desaparecer el membrete CNT (la compañía desapareció realmente hace muchos años) y, ya que la UNAM enarbola las banderas del clasicismo y el ICCM continúa obsesionado con los griegos, recuperar el espíritu del Centro de Experimentación Teatral: elenco razonablemente estable, apuesta por la contemporaneidad, riesgo artístico. En términos generales, promover la excelencia como principio para el teatro subvencionado.
Mucho se habla y se hablará sobre la convivencia con la iniciativa privada. No hay que esperar peras de los olmos; en cambio, habría que otorgar un subsidio directo por tres años, renovable al sexenio completo, a las siguientes iniciativas particulares que han demostrado con creces su estabilidad y su valía: Editorial El milagro, Escenología A.C., Encuentro Internacional de Teatro del Cuerpo, Centro de Documentación Candileja (Xalapa), Grupo Teatral Tehuantepec, para seguir haciendo lo que ya hacen, con la única condición de entregar reportes de actividades y administrativos anualmente.
Siguiendo estos ejemplos, habría que estimular la aparición de otras iniciativas, principalmente centros de información y documentación regional como Candileja, asesorados a través del CITRU o a través de miembros de la Asociación Mexicana de Investigación Teatral.
Bien haría el INBA en sostener la intensa actividad del Centro de Artes Escénicas del Noroeste (del también consensado Centro Cultural Tijuana), difundir nacionalmente sus resultados y sus publicaciones.
Continuar el Programa Nacional de Teatro Escolar en los Estados, con asesorías pedagógicas de grupo o con servicios profesionales de especialistas, según las necesidades y las aspiraciones de los creadores locales.
Y coproducir teatro profesional con los Institutos de Cultura y los Consejos Estatales en las principales ciudades de la República
(continuará...).