Proceso
Columna Teatro
Hace ya tanto Retes
Rodolfo Obregón
Trayectorias distintas e inseparables, los fructíferos pasos por el teatro de Ignacio Retes y Vicente Leñero constituyen todo un capítulo de la historia de este arte en nuestro país.
Anterior en el tiempo, el actor y director Ignacio Retes había fundado en 1946 el grupo experimental La linterna mágica y había incursionado en la incorporación de los bajos fondos nacionales como materia inaplazable de una dramaturgia mexicana que por esas fechas adquiría su mayoría de edad.
La madurez de un público incipiente, sin embargo, no estaba preparada aún para un ejercicio autocrítico que incluyera aquellas franjas de la realidad social representadas en El aria de la locura o en El cuadrante de la soledad, la obra que para desgracia del teatro significó el reencauzamiento del talento dramático de José Revueltas hacia otros medios de expresión.
El teatro mexicano tendría que aguardar una larga década para la irrupción escénica de una zona soslayada de la vida urbana, con sus formas características de comportamiento y con un ríspido manejo del lenguaje hasta entonces ausente de los escenarios.
Ignacio Retes, el precursor, estaba ahí para otorgar carta de ciudadanía teatral a Los albañiles de Vicente Leñero. La mancuerna creativa, como es bien sabido, sería uno de los polos medulares del teatro de los años setenta.
Por diferentes vías, pero casi de manera simultánea, Retes y Leñero anunciaron, hacia el final de los noventas, su retiro de la actividad teatral para concentrarse, ambos, en las formas narrativas.
Unos años después, para beneplácito de nuevos y viejos espectadores, están juntos una vez más en la escenificación de Hace ya tanto tiempo que realiza temporada los fines de semana en Casa del Teatro.
Hombre de teatro como el que más, Retes retoma la dirección de la obra producida en 1990 por el Centro Andaluz de Teatro y, sabiamente, se coloca esta vez al lado de Raquel Seoane como actor protagonista.
La elección parece obligada para una pieza de sutil factura que gira en torno al reencuentro de una pareja de ancianos. El conocimiento y la apropiación de la obra son evidentes desde los primeros instantes de la puesta en escena; pero, sobre todo, en la entrañable interpretación actoral de Ignacio Retes.
En el marco de un estricto naturalismo escenográfico, que en el íntimo foro de Casa del Teatro adquiere tintes de verdadera miniatura, la pareja actoral encarna el ritmo sosegado de una obra cuyos espacios de indeterminación se abren generosos a la imaginación del espectador.
Aplicados en el detalle actoral exacto, Ignacio Retes y Raquel Seoane revelan, sin menoscabo del misterio, las zonas de la experiencia vital de los personajes que en el texto apenas se vislumbran.
Dueños del tiempo que transcurre con admirable fluidez sobre la escena, los actores transitan por el recuerdo impreciso, la impaciencia, la comprensión e, incluso, por el vacío, estableciendo una auténtica simetría con las matizadas y selectivas emociones de la vejez.
Cálido y apasionado, el anciano que interpreta Retes contrasta con la serenidad uniforme de su contraparte femenina. La riqueza de sus inflexiones, sus saltos anímicos, su conmovedora inocencia, contribuyen definitivamente a fijar su imagen en la memoria sensorial del espectador.
La calidad humana que Ignacio Retes logra establecer sobre la escena adquiere el valor de testimonio sensible del maestro. La instauración de la vida sobre las tablas se transforma en su más poderosa aseveración.