Proceso
Columna Teatro
Públicos púberes
Rodolfo Obregón
Por donde quiera que se vea, hacer teatro para un público de adolescentes es un enorme desafío. En primer lugar, porque el espectáculo puede ser el detonador que abra o cierre definitivamente al espectador púber las puertas de la experiencia teatral. En segundo, porque la pertinencia del repertorio y las formas de representación elegidas para ese público predeterminado imponen estrictas condiciones de convivencia. Y, por si fuera poco, porque el actor que representa frente a quinientos estudiantes de secundaria, se enfrenta al público más difícil y más exigente de su carrera; para ese espectador desprejuiciado existe un solo criterio: el espectáculo le interesa o no le interesa... y así lo hace saber.
Por ello, el Programa Nacional de Teatro Escolar (INBA, SEP, IMSS y los Institutos de Cultura o Consejos Estatales) ha dado una vuelta de tuerca a las ya tradicionales visitas de escuelas secundarias al teatro y, desde hace más de cuatro años, ha producido cincuenta espectáculos teatrales en diversas ciudades del país bajo condiciones peculiares.
El programa institucional es sin duda de una gran generosidad pues cumple paralelamente varios objetivos. Permite a los creadores y grupos teatrales de los estados producir en condiciones profesionales cuya ausencia es el rasgo distintivo del teatro regional. Funciona como paliativo de las carencias formativas de muchos teatristas pues ofrece una asesoría pedagógica encauzada al montaje de los espectáculos. Estimula la formación de nuevos públicos para el teatro y, cuando las cosas marchan bien, recupera una parte significativa de la inversión a través de un pago mínimo que se multiplica por el enorme número de asistentes a una temporada.
Toda propuesta institucional enfrenta obviamente las circunstancias de la realidad y, siendo tantos los factores (como las instituciones) en juego, los resultados no siempre son los ideales: excelentes montajes promovidos con eficiencia. Pero la estructura que los posibilita está ahí.
Enfrentados a un público muy diferente a aquel para el que fueron hechos, y sin mediar la eficacia organizativa de cada estado, los espectáculos del 5to Ciclo del Programa Nacional de Teatro Escolar se presentaron en la ciudad de Aguascalientes como parte del proceso de asesoría pedagógica. La confrontación debe dejar muy claro a sus creadores el alcance artístico de su empresa.
Las puestas en escena realizadas por Janet Pinela en Colima y Pedro Lemus en Oaxaca, vinieron a confirmar la enorme dificultad de hallar el tono actoral justo, oscilante entre la dolorosa tensión de lo trivial y una patética hilaridad, exigido por la dramaturgia de Jorge Ibargüengoitia. Clotilde en su casa y Llegó Margó, respectivamente, exhibieron la inocencia del equipo colimense, entregado a la ilustración del enredo vodevilesco, y del director oaxaqueño, incapaz de aprovechar a un par de buenos actores (con sus cadenciosas y seductoras formas del habla) y de reducir la distancia idiosincrásica entre los personajes y su elenco.
Por el contrario, las puestas en escena de Bajo tierra de David Olguín y Ámbar de Hugo Hiriart mostraron la solvencia que los teatristas de Aguascalientes y Jalisco han desarrollado a la par de este programa. Ya hemos comentado aquí los méritos de la puesta en escena de Sandra Félix.
En el caso de Ámbar, el fantasioso y fascinante drama de peregrinaje escrito por Iriarte ha encontrado una buena solución escénica en la interpretación de Fausto Ramírez. Circunscribiendo el relato al espacio concreto de la peluquería, los múltiples espacios y personajes de este viaje son creados en la imaginación del espectador a través del juego actoral y la resignificación de los objetos propios de la barbería. Si bien podría pedirse una mayor capacidad de síntesis escénica y ajuste a sus propias convenciones, el espectáculo funciona y con certeza debe provocar el entusiasmo de los adolescentes.
El equilibrio en la evaluación de este ciclo debió romperlo, al concluir el encuentro, la puesta en escena firmada por Alberto Solián de Escrito en el cuerpo de la noche, obra de Emilio Carballido. De vuelta en Culiacán, el espectáculo irá al encuentro de un público urgido –teatralmente hablando– por perder su inocencia.