FICHA TÉCNICA
Título obra El camino rojo a Sabaiba
Autoría Óscar Liera
Notas de autoría Hilda Valencia
Dirección Ludwik Margules
Elenco Concepción Reséndiz, Pamela Marino
Escenografía Mónica Raya
Espacios teatrales Foro Teatro Contemporáneo
Cómo citar Obregón, Rodolfo. "El camino". Proceso, 2000. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>
TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO
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Proceso
Columna Teatro
El camino
Rodolfo Obregón
Al hablar de los espectáculos de la década pasada, citamos Cuarteto de Heiner Müller como la última experiencia teatral memorable de los años noventa. Al finalizar 1999, aunque sólo por cuatro funciones, su director, Ludwik Margules, volvió sobre la línea de Cuarteto con la puesta en escena de El camino rojo a Sabaiba, de Óscar Liera, que realiza ahora su temporada en el mismo espacio minúsculo de El Foro/Teatro Contemporáneo.
Si en el poema post-apocalíptico de Müller, el director exploraba la agonía del individuo y la supervivencia amenazada de la especie, hoy día, Margules realiza un auténtico viaje al origen (“Los relámpagos, los rayos y los truenos hacen una circunstancia primigenia”) a través del pródigo poema de Liera, la saga de los Villafoncurt.
A pesar de la continuidad y las similitudes espaciales y estilísticas entre estos dos trabajos, el acercamiento propuesto a El camino rojo a Sabaiba es exactamente el opuesto a su obvio antecesor. En aquel caso, Margules construía la situación escénica ausente en la dramaturgia autónoma de Müller. En éste, deconstruye el proyecto de puesta en escena contenido en el texto de Liera como si siguiera, al pie de la letra, el afortunado comentario de Esther Seligson: “Cuando se lee, el teatro de Óscar Liera habla a los ojos; cuando se mira, a la imaginación”.
A contrapelo de acotaciones que sugieren cambios “Como por arte de encantamiento...” o la “presencia constante de la mayoría de los personajes...”, en la sobria escenografía de Mónica Raya los personajes aparecen o desaparecen con solo cruzar una puerta y a menudo se dirigen a interlocutores invisibles. La puesta en escena de Ludwik Margules cita por ausencia.
La múltiple realidad urdida por Liera se concreta en la intangibilidad del espacio, los personajes y sus relaciones. Liberada de las obligaciones de la acción dramática, la portentosa arquitectura de palabras apela sin intermediarios a la imaginación del espectador, que, lejos de cualquier comodidad, debe esforzarse para “ver”, única y exclusivamente, a través de la boca del actor.
A pesar de ello, no podría decirse que Margules anule la puesta en escena, sino que la construye en los intersticios de la acción dramática a través de las provocadoras imágenes de los maromeros, los violentos cambios de ritmo y el tratamiento paródico de algunas escenas que le sirven para dirigir su furia contra algunas de sus viejas obsesiones; por ejemplo, el sentimentalismo del teatro y el cine mexicanos encarnados en la figura del Capitán.
El desposeimiento al que la dirección, con el apoyo de Hilda Valencia, somete al espectáculo tiene también una función en el tratamiento de la obra: la sistemática demolición del mito tras el que se esconden los personajes de Liera para indagar, con su habitual virulencia, en los desnudos vericuetos del alma.
Este acento en la dimensión individual de los conflictos deja fuera, para irritación de los admiradores del Liera militante, la denuncia social que recorre El camino rojo... La incorporación de las narraciones de Gladys como uno más de los círculos concéntricos de este mundo donde “todo es obsesivamente circular” completa el procedimiento.
Por si fuera poco el riesgo corrido con una obra que rápidamente adquiere el valor de un clásico del teatro mexicano, esta compleja escenificación ha sido realizada con un grupo de jóvenes actores y con la también cíclica alternancia de cuatro actrices en algunos de los papeles principales. Entre ellos sobresalen la madurez y sensible imaginación de Concepción Reséndiz y la presencia emotiva de Pamela Marino. El resto del elenco se entrega con admirable convicción, pero la brecha generacional es amplia: mientras los actores se dirigen hacia la conquista de un universo de fantasmas, Ludwik Margules ya desanda ese camino...