Proceso
Columna Teatro
XX MNT, Encuentro internacional
Rodolfo Obregón
La llegada a Tijuana, siempre de gran impacto, reserva desde hace unos meses una sorpresa escalofriante: paralelo a la lámina que nos separa del país más rico del mundo, varias organizaciones de apoyo a migrantes han colocado una fila de cruces con los nombres de personas muertas en el intento de cruzar esa frontera o con la patética inscripción “no identificado”. Aproximadamente un kilómetro con 454 cruces blancas y, al final, un llamado urgente: “¿Cuántos más?”
Tratándose de la frontera más transitada del mundo, era inevitable que la Muestra Nacional de Teatro planteara entre sus actividades un encuentro con el teatro “del otro lado”. Gracias a la amable invitación del San Diego Repertory Theatre, se llevó a cabo una mesa de reflexión que debía presidir Luis Valdez, y los invitados a la Muestra –con pasaporte y visa– pudieron asistir a una representación de La ilusión de Pierre Corneille, en la espléndida adaptación de Tony Kushner, puesta en escena por Todd Salovey.
El contraste en el paisaje teatral de ambos países resulta tan radical como el cambio de paisaje que puede observarse desde la ventanilla del “Trolley” entre el narcoépico San Isidro y la comodísima ciudad de San Diego (America’s Finest City), pasando por los apabullantes astilleros de la base naval más grande del planeta.
Las diferencias son palpables desde las formas de organización hasta la estética teatral. Una hermosa sala enclavada en el centro comercial más céntrico de San Diego es la sede de un teatro estable con un subsidio proveniente tanto de instituciones públicas como privadas y de una gran cantidad de apoyos individuales. Esto permite tener una programación que incluye cuatro o cinco estrenos anuales en los que se combinan los espectáculos musicales, el drama contemporáneo y las obras clásicas como esta versión de La ilusión cómica, de Corneille.
Las relaciones filiales evocadas a través de la presencia de la magia, líricas escenas de amor, violentos combates, teatro dentro del teatro, y hasta un Capitán Matamoros escapado de la commedia dell’arte, crean la atmósfera de extravagante ambigüedad que pone en entredicho el conocimiento del otro y la posibilidad de hacer a un lado las propias fantasías al observar la realidad que nos circunda.
Como en gran parte del teatro producido en el país vecino, la escenificación no logra alcanzar la dimensión poética planteada en el texto, pero su realización es impecable desde el punto de vista del oficio, lo que garantiza la legibilidad del material dramático y el éxito de público.
La poderosa ilusión generada por The Illusion nos recuerda la incompartible capacidad del teatro para hundirnos, durante el breve lapso de la representación, en los infiernos de los que nadie volvería a salvo o en la experiencia utópica de la armonía universal.
Además, en sus formas comunitarias de realización, el teatro proporciona un atractivo modelo de convivencia social. El San Diego Repertory Theatre incluye un programa de residencias artísticas que ha hospedado al célebre director mexicoamericano, Luis Valdez, y que hoy tiene como huésped al escenógrafo Alejandro Luna. (Por cierto, la disertación de Luna sobre el valor de la luz en el teatro fue uno de los momentos luminosos de la XX MNT, pues en la reflexión teórica que acompaña su genial producción artística, Alejandro ha conseguido a todas luces la síntesis de sencillez y profundidad que lo acercan a la sabiduría de un maestro zen.)
El encuentro internacional puso de manifiesto que el teatro difícilmente podrá cambiar las relaciones entre estos “vecinos distantes”, pero debería aspirar, en su trato con la sociedad, a un nivel de eficacia que causara el mismo impacto que la protesta de las organizaciones binacionales contra la brutalidad desencadenada por la “Operación Guardián”, un impacto cuya profundidad obliga a mirar las cosas de un modo diferente.