Novedades
Columna El Teatro
Lección sobre danza de la profesora insustituible
Armando de Maria y Campos
Antonia Mercé "Argentina" estuvo en México, por última vez, en ocasión de la temporada inaugural del Palacio de las Bellas Artes, en 1934. Se celebraron tres temporadas distintas. Una, de comedia, por María Tereza Montoya y Alfredo Gómez de la Vega; otra por "Argentina", y la tercera por los ballets rusos de Montecarlo. Muchas otras veces vimos a los ballets rusos y algunas a Alfredo Gómez de la Vega. Y no se diga a María Tereza. Sólo la "Argentina" no había de volver. Sin embargo, se le recuerda con frecuencia, a veces sin motivo, otras sin respeto a su memoria. Casi siempre con fines de propaganda.
Cuando hace dos o tres años una antigua tiple de revista, casada con un médico cubano, Ana María, organizó en México su presentación personal primero, para después montar una compañía de ballets, dio un cocktail a la prensa, y durante él me aseguró que había sido discípula de "Argentina", como lo anunciaba en su propaganda. La convencí de que eso no pudo haber sido posible, y convino en que sí se consideraba su discípula, porque había aprendido mucho de ella, viéndola bailar. ¡Bueno!... Pero ha seguido en sus giras por América poniendo su nombre al lado del de Antonia Mercé... Años después la Asociación Conciertos Daniel organizó un espectáculo de bailes españoles, con bailarines mexicanos jóvenes, y para presentarlo en el Bellas Artes organizó un concierto "en memoria de Argentina", de cuyo arte se declaraban legítimos herederos los nuevos bailarines. Hace unos cuantos días, la pareja Rosario y Antonio –los chavalillos sevillanos–, se presentó en el Bellas Artes, y su función de debut estuvo dedicada a la memoria de "Argentina", de cuyos bailes se consideran también herederos; es obvio que Rosario y Antonio no vieron nunca bailar a Antonia Mercé.
La última vez que estuvo en México Antonia Mercé tuve la fortuna de oírla hablar largamente sobre su arte de bailarina, y recogí de sus labios muchos apuntes para una larga entrevista que, por causas que ahora ignoro, no se llegó a publicar, pero que conservo en su original con correcciones hechas del puño y letra de la "Argentina". Guardada en mi archivo no benefician a nadie; por eso aprovecho algunos párrafos, dándolos a conocer, con la esperanza de que la gran lección que encierran sea útil a los jóvenes bailarines, que no la conocieron, y para recordar a quienes frecuentemente citan el nombre de Antonia Mercé, que su arte maduro, elaborado, refinado, no fue cosa de dos o tres temporadas, sino resultado de una oscura disciplina, de una larga experiencia y de un espíritu cultivado.
"La danza es todo para mí –me dictó–. Con frecuencia se ha dicho que nací bailando. Es verdad, porque mi madre era bailarina. Así que no hay que extrañarse del amor profundo que tengo por este arte que es mi vida, la esencia más íntima de mi ser.
"Para mí todo comienza en la danza y todo termina en ella. No puedo imaginarme una existencia que estuviese privada del baile. Es imposible... Todas las mujeres deberían aprender a bailar. Entendámonos bien; no hablo de los ejercicios rítmicos que se han puesto de moda en los últimos años. No; no se trata de esto, sino de la danza pura, ya sea ukraniana, provenzal, andaluza, húngara, flamenca o irlandesa.
"Las más bellas cualidades humanas surgen espontánea y francamente de un cuerpo que baila; el espíritu se aclara; las cortesías mezquinas desaparecen para dejar sitio al impulso del ser que se tiene hacia una perfección ideal. Cualquiera que sea, guerrera, religiosa, triste, alegre, la danza, que fue mucho antes que la música uno de los primeros medios para expresar nuestra emoción, sigue siendo, cuando es una danza pura, no fabricada, un medio inigualado de expresión sentimental. Arte primitivo como ningún otro, a pesar de sus extremas finuras; la danza exterioriza todas las grandes emociones, todos los sentimientos y desde David, que danzó frente al Arca, la danza ha expresado siempre todo.
"Por esto es que quisiera difundir la pasión por danzar, tanto entre los hombres como entre las mujeres, porque un buen bailarín puede valer tanto como un buen boxeador, desde el punto de vista atlético, puramente animal o físico. Por el contrario, el que ha hecho un oficio de los golpes, será siempre mil veces inferior, en el aspecto humano, a un Sergio Lífar, a un Nijisnsky"...
Mañana recordaré cómo preparaba "Argentina", sus danzas populares; tomándolas de la rica cantera del pueblo, para convertirlas en esencia de arte coreográfico, con sus mismas palabras, perpetuamente oportunas.