FICHA TÉCNICA



Título obra Canciones y bailes de España

Dirección Antonio Márquez

Grupos y Compañías Compañía de Bailes y Cantos de España de Concepción Piquer (Conchita)

Elenco Concepción Piquer (Conchita), Niño de Utrera, Trini Morén, Rosalía Álvarez, Francisco Reyes (Paquito), Carlos Alonso (El Sevillanito)

Espacios teatrales Teatro Arbeu

Notas Segundo programa de Canciones y bailes de España




Cómo citar Maria y Campos, Armando de. "El segundo programa de los cantos y bailes españoles de Conchita Piquer". Novedades, 1946. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

Novedades

Columna El Teatro

El segundo programa de los cantos y bailes españoles de Conchita Piquer

Armando de Maria y Campos

No hay arte flamenco hasta el siglo XIX, y el esfuerzo racial para alumbrarlo y desarrollarlo se produce merced al temperamento de un grupo de artistas, gloriosos desconocidos, gente del pueblo bajo toda, nacida en cien leguas cuadradas, todos ignorantes de la música y de las bachillerías, todos espontáneos y directamente inspirados en el númen artístico del ambiente. Andaluza porque Dios así lo quiso no obstante que por accidente nació en Valencia, Conchita Piquer, la singular animadora y protagonista de un brillante conjunto ambulante de cantos y bailes de España, busca a los compositores y letristas en el mismo pueblo, y ofrece como pulpa de su espectáculo las más ricas y vivas producciones del arte jondo que aparece y se desarrolla en una comarca de pocos kilómetros, y no sale jamás de allí, y sólo se modifica, ya allí únicamente nacen los creadores y los innovadores, y, como planta que no resiste otro clima, en esa tierra tiene sus raíces materiales y su tónica espiritual: Cádiz, Sevilla, Jerez, los Puertos, Málaga, Cartagena. Fuera de Cádiz y Sevilla ni hubo ni hay arte flamenco.

Bailes y cantos los tiene toda España, y por eso figuran en el espectáculo que Conchita Piquer, Niño de Utrera, Rosalía Álvarez, Trini Morén, Paquito Reyes y El Sevillanito ofrecen ahora en el Arbeu, pero la raíz de ese espectáculo, la semilla, es flamenca, aunque algunos de sus frutos resulten ricas pomas de Valencia, de Aragón, de Castilla.

El Café de Chinitas –estampa torera del siglo XIX que vimos por primera vez a Encarnación López "Argentinita", a Pilar su hermana y a Albaicin– ha vuelto a iluminarse en el Arbeu, al conjunro del arte de la Piquer, que canta la Coquinera, acompañándola Trini Moren, Anita Piquer y Manuel Alonso. Este imaginario Café de Chinitas, del que se dice que acudió el señor Curro Guillén, para asegurar que un toro marrajo había de morir "antes de las cuatro y media", se supone que existió en Sevilla, cuando la perla de Triana contaba con cinco cafés de cante a un mismo tiempo: Café del Burrero, Café de Silverio, Café de la Marina, Café San Agustín y Salón Filarmónico.

Pero, ¡alto!, que se nos pueden distraer los puntos de la pluma, y no decimos al lector lo que queremos, que no es otra cosa, que lo bien, y graciosa que está la evocación del Café de Chinitas por Conchita Piquer, que en otra parte de su 2o. programa en México vive y canta una de las más bellas y hondas estampas de arte flamenco que se hayan producido hasta ahora: No te mires en el río... Es un ballet vivido, sufrido y cantado por una mocita que se tira al río y bailado por su galán enamorado. Nada en sí –letra de Ricardo León y música de Quiroga, decorado de Rivas–, pero qué honda dramaticidad en la voz de la gran actriz de la tonadilla que es Conchita, que arranca a su garganta los más profundos matices que puede producir una mujer apasionada; mientras canta, la sombra del galán –ese ya gran bailarín que es Paquito Reyes– baila la pena de la mocita trianera. Un drama, todo un drama de pasión desesperada en una estampa que dura dos minutos. ¡Pero cuánta emoción y verdad gracias al arte de una artista que lleva enredadas en el alma las raíces del arte flamenco!

Espectáculo ante todo el conjunto de cantos y bailes de Conchita Piquer, su director el ex matador de toros Antonio Márquez presenta a su cuadro en otras tres estampas que por sí solas constituyen otros tantos espectáculos: la Suerte del pollo, chascarrillo gitano hecho sainete con canto y baile; Noche vieja, una escena de navidad en Sevilla, con sus amores y sus celos, y ¡claro! cantada y bailada, y Con los ojos del alma, una historia, una verdadera historia dramática, con cantaores y toreros recogidos en el asilo, que sueñan con las mozas que amaron en su juventud, que vienen a verlos para bailarles como si el tiempo no hubiera pasado por nadie, y que es una de las más bellas y finas óperas flamencas –cuatro minutos de duración– que pueda imaginarse el espectador, con Niño de Utrera, que ejecuta un cante por serranas tocado por seguidillas, que baile Trini Morén, todo con una verdad tan honda, que enchina el cuerpo.

El 2o. programa de los Cantos y Bailes de España que animan Conchita Piquer y Antonio Márquez supera al primero, y, como inicial, es una admirable síntesis de la España que expresa lo que siente cantando y bailando. Conchita presentó otra muestra de su arte de actriz poliédrica de la tonadilla en La niña de estación, que es la tragedia cómica de una señorita de provincia, a la que le ofrecen un amor que jamás le cumplen todos los viajantes que van de paso. Evocó la dolorosa historia de amor, celos y resignación de La Petenera, y fue por unos minutos la mujer guapa y apasionada de Paterna de la Ribera, pueblecito de Cádiz, que popularizó las "peteneras" por su juncalismo y... por lo que le pasó en su corazón. Merece esta historia de la Petenera cantada por Conchita que se le fije en una crónica, como hacen los entomólogos con las mariposas que clavan con un alfiler sobre un papel, para ver a toda hora el polvo variopinto de sus alas. Y paseó por la escena, con voz de verde limón, la figura juncal de Antonio Vargas Heredia, que ella misma, la Piquer, inspiró hace nueve o diez años al compositor popular Mostaczo, que ya no volverá a escribir otra página popular tan calé, porque fue de los que cayeron para no levantarse más cuando los españoles disparaban contra españoles balas rusas o alemanas.