Novedades
Columna El Teatro
La vieja obra de Lavedan, El duelo, nuevamente triunfa en México
Armando de Maria y Campos
Durante la última breve temporada que los Comediantes de Francia, que dirige André Moreau, hicieron en el Palacio de Bellas Artes, representaron, en francés, por supuesto, la pieza en tres actos de Henry Lavedan Le duel; la representación constituyó un éxito para Georgina Tisel, Moreau, Cambó y Outrain, en la Duquesa, el Monseñor, el Abate y el Doctor. Inmediatamente se pensó en traducirla al castellano para que nuestro público la conociera. Como se pensó se hizo y a las pocas semanas de representada en Bellas Artes una traducción de Le duel, hecha por Agustín Laso y Xavier Villaurrutia, fue puesta en manos de Ricardo Mondragón, director y primer actor de la compañía de María Tereza Montoya, El duelo fue estrenada en Guadalajara, en junio último.
Contado, así, de prisa, este suceso teatral parece que no tiene historia. Y la tiene, El duelo, de Lavedan, es una de las piezas dramáticas que más éxito alcanzaron en Europa y en América durante la primera década de este siglo. No es éste el lugar para hacer una historia de El duelo, ni siquiera de su autor, pero sí hay que asentar, antes de seguir adelante, que el éxito que obtuvo El duelo en América en aquel entonces, se debió, como tantos éxitos del teatro francés, acá de este lado del Atlántico, a Virginia Fábregas, que estrenó esta obra en su teatro en 1906 y todavía la representaba diez años después.
Enrique Lavedan nació en Orleans en 1859, y entró al teatro por la puerta del periodismo, un periodismo dialogado, es decir, teatral. Empezó escribiendo crónicas dialogadas en Fígaro, Gil Blas, Vie Parisienne, en donde satirizaba, dicen sus biógrafos, con mucha gracia, las costumbres de la clase media y de la alta sociedad. Sin saberlo, quizá, se iba armando caballero del diálogo. De la crónica dialogada saltó a la novela, dialogada también, como Le nouveau jeu y Le vieux marcheur, en las que reaparecen los tipos creados en sus artículos costumbristas.
Seguro de su estilo de escritor dialoguista, y ya maestro en la novela, Lavedan intentó el teatro, pero no el de boulevard, para divertir y entretener, sino el teatro de ideas, tratando en sus obras diversos problemas sociales. Su primer gran triunfo como autor fue con Le marquis de Priolá, que es fama [sic] hacía estupendamente el gran actor Le Bargy. Su segundo gran triunfo fue Le duel, estrenado en la capital de Francia en 1905, y en la capital de México –que en aquellos años era la capital del gran teatro del mundo en América– un año después, con este drama Lavedan consiguió interesar al público con la discusión de un problema de metafísica, según dijo la crónica de ambos mundos de la época, y siguiendo por el mismo camino, con mejor técnica y mayor brío, a principios de 1913 estrenó otra de sus mejores obras: Servir, en donde desarrolla la tesis: servir a la patria es un deber absoluto, un imperativo categórico. Ya había intentado Lavedan el tema patriótico, aunque no de tan palpitante actualidad como en el 1913, en su pieza sobre la Revolución Francesa: Varennes, estrenada en 1904 por Sarah Bernhardt, quien encarnó una María Antonieta inspirada en el famoso cuadro de la Reina de Francia de Mme. Vigée-Lebrun. Ya había saboreado Lavedan la miel del triunfo patriótico con Sire, preciosa comedia que estrenara en la Comedia Francesa con Blanche Pearson a la cabeza del reparto. Pero... a lo que íbamos.
El estreno en México de El duelo por la compañía de Virginia Fábregas, en 1906, fue, tenía que ser, por la obra y los intérpretes, un éxito. Pancho Cardona en el Doctor, Ricardo Mutio, gran galán joven entonces, en el Abate, y deliciosa de coquetería Virginia Fábregas en la Duquesa de Chailles, que se disputan para el mundo el doctor Morey y para el cielo el Abate Daniel. Cuando en 1908 Enrique Borrás vino contratado como primer actor de la compañía de Virginia Fábregas, el gran trágico catalán interpretó con su brioso genio dramático el personaje del Doctor, obteniendo –justo es decirlo– del galán Mutio admirable réplica. En el Arbeu, Paco Fuentes y Antonia Arévalo acababan de representar otra versión de Le duel.
Recorre la Fábregas con su compañía media América y casi en todos los teatros de su gira representa El duelo, en la traducción del ahora olvidado y lamentablemente achacoso autor Alberto Michel, y logra sendos éxitos, igual que las compañías de Rosita Arriaga, de Victoria Sala, de Socorro Astol, de Gustavo de Lara, de Alejo Pérez Rodilla, de Matilde del Pozo, que llevan la obra en sus repertorios. Una representación de El duelo por la compañía de Socorro Astol, en Oaxaca, el año 1932, provoca un escándalo social religioso. Y por ese mismo año congrega a las familias de Santa María de la Ribera, tranquila colonia de la ciudad de México, en un teatro que tiene todo el calor y el color de un coliseo provinciano.
La compañía dramática de Julio Taboada y Aurora Walker, se había tenido que refugiar, organizados los actores, casi todos mexicanos, en cooperativa, en el teatro Santa María, ahora cine Rívoli, para vivir haciendo obras de repertorio. Era primer actor y director Taboada, primera actriz su esposa Aurora Walker, otra primera actriz Natalia Gantil Arcos, primeros galanes Miguel Angel Férriz, Ernesto Finance, Rafael Icardo; actor cómico Alfredo Varela Sr., y hacían sus primeros papeles Magda Haller y Alfredo Varela Jr. Se ponían obras francesas, españolas y mexicanas; de éstas contínuamente Padre Mercader, de Díaz Dufoo, al que llamaban "padre de más de cuatro", porque cada vez que bajaban las entradas ponían su Padre Mercader y subían. Entre las obras "de repertorio" que también daba dinero, estaba El duelo, con Taboada en el Doctor, Ferriz en el Abate y Aurora Walker en la Duquesa de Chailles. Muchas noches fuimos a ver el repertorio de la cooperativa Taboada-Walker, durante los ocho meses que duró la temporada.
Ahora, El duelo ha vuelto a jalar interés y tal vez arrastre público. La obra todavía apasiona. Y es admirable la interpretación que de ella logran María Tereza, muy comediante y vestida mejor que muchas duquesas auténticas. Mondragón enérgico y arrebatado en el Doctor y Mendoza, fogoso y sereno a la vez, pero ya un gran actor, en el Abate Daniel. Sobrio Santamaría en el Obispo de Pi-Tchi-King, Monseñor Boleno, muy bien presentados los tres escenarios del drama.
El nombre de Lavedan aparece poco en los carteles franceses después del año 20. El último dato que de él tengo es del 21. El diez de marzo de ese año los diarios de París publicaron la siguiente gacetilla: "Ayer, al mediodía, se realizó el casamiento de M. Louis Collin du Bocage, conocido por Louis Verneuil, autor dramático, con Mlle. Lysiane Bernhardt, segunda hija de M. Maurice Bernhardt y nieta de Mme. Sarah Bernhardt. Fueron testigos M. Henry Lavedan y Arthur Meyer, por Mlle, Bernhardt, y Mm. Robert de Flers y Georges Berr, por M. Verneuil. Todas las notabilidades del teatro, de las letras y de la prensa desfilaron por la sacristía, para ofrecer sus felicitaciones respetuosas a la gran artista"... etc. etc.