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Columna El Teatro
Cómo se inició el público de México en la zarzuela española
Armando de Maria y Campos
La temporada de zarzuela que ha venido desarrollándose en el Fábregas ha vuelto a traer a la crónica de teatros una serie de lugares comunes sobre el origen de este españolísimo género teatral. El más repetido es el de que el género toma su nombre de un Real Sitio del Pardo madrileño, llamado "la Zarzuela", en cuyo escenario privado se representaron por primera vez las "comedias musicales" de don Pedro Calderón de la Barca, verdadero padre del género.
"Música y poesía en una misma lita tocaremos", dijo Iriarte, anticipando una definición de la zarzuela. En realidad la zarzuela española es tan vieja como el teatro peninsular. En los más añejos autos de Gil Vicente hay "recitado y cantado", como en los de Juan Timoneda. Los "entremeses cantados", llamados después "bailes", porque en ellos, después de cantar y representar se bailaba, fueron desde el principio una especie de zarzuelas cortas o de óperas en miniatura cuando todo el juguete era cantado. La selva sin amor, de Lope de Vega, "drama todo cantado", que se representó en 1629, es una verdadera zarzuela. Y por zarzuela se conoció "porque se representó durante las fiestas de la zarzuela, en el Pardo", El golfo de las sirenas, de Calderón de la Barca, comedia cantada, que se estrenó en 1657. El laurel de Apolo, de Calderón, ya se califica como "zarzuela", y en ella Calderón la define por boca de uno de sus personajes, que se llama Zarzuela, con estas palabras: "No es comedia, sino sólo –una fábula pequeña– en que a imitación de Italia, se canta y se representa".
Sin embargo, de que los autores siguieron escribiendo zarzuelas y los actores representándolas, es hasta mediados del siglo XVIII cuando Ramón de la Cruz la recrea. Pero esto será motivo de otro comentario. Por ahora urge llegar hasta mediados del siglo XIX cuando se forma el grupo de los jóvenes maestros compositores Oudrid, Gardm, Gatzambide, Barbieri, Insenga, Hernando y la zarzuela toma rumbos que la han de llevar a los triunfos más extraordinarios. Se estrenan obras, se forman compañías que llevan por todo el mundo de habla española la buena nueva de un género teatral nuevo y una de ellas llega a México. Esta primera compañía de zarzuela que actúa en nuestros coliseos venía de Cuba, huyendo de los primeros disturbios que causaba la guerra separatista. Se presentó en el Teatro Nacional (o de Santa-Anna), el sábado de Gloria del año 1853, anunciándose en forma que despertó curiosidad: "Compañía dramática y de zarzuela y baile". Para cada una de las secciones traía artistas especializados. La sección de la zarzuela la dirigía el maestro José Freixes. Se presentó con la zarzuela, libros de Ventura de la Vega, partitura del maestro Barbieri Jugar con fuego, y durante la temporada representó El valle de Andorra, El tío Canillitas, Colegialas con colegiales, El marqués de Caravaca, El dominó azul, Geroma, la castañera, etc., etc.
No tuvo éxito la primera temporada de zarzuela que se desarrolló en México, porque "debido a la debilidad de aquel modesto cuadro lírico, el público de México no pudo juzgar el mérito de este espectáculo que antes no conocía y que viene a ser un término, medio entre la ópera y la comedia, presentando los escollos y las dificultades de ambos", dijo el cronista de El siglo XIX.
Otro cronista coetáneo estimó que la zarzuela "era un feliz ensayo para crear la ópera española". Conviene escucharlo, para que el lector de ahora tenga una idea de cómo se enjuició hace noventa y dos años este género que no dejó de gustar nunca:
"La zarzuela tiene el grave inconveniente de que en ella alternan el canto y la declamación, y así fatiga a los artistas y los destruye, luchando además, con la dificultad de encontrar cantantes que puedan declamar. Esto basta para que la ilusión no sea completa; en el drama lírico, cuando en él hay sentimiento, se acepta la ficción de que el canto sea la expresión de los efectos, y de aquí esos arranques, ese fuego, ese entusiasmo que caben en la música dramática. Pero si cesa el canto y se oye la palabra hablada, la ilusión cesa, no puede durar y entonces la música no hace impresión. Sucede lo mismo que con las piezas escritas en prosa y verso; el oído llega a cansarse de esta alternativa, y al fin la prosa parece vulgar y el verso rebuscado, perdiendo la obra toda popularidad".
La cita es larga pero útil, porque nos recuerdan cómo abundan los cronistas que carecen de intuición. Como es sabido, la zarzuela española se impuso. En México se aclimató perfectamente a raíz de la visita que a la caída del Imperio, y simultáneamente, nos hicieron las compañías de los maestros Albisu y Gaztambide, desarrollando una competencia que apasionó al público y a los literatos de la época, capitaneados por Ignacio M. Altamirano, que escribió las mejores crónicas de la zarzuela en su periódico El Renacimiento.