FICHA TÉCNICA
Notas Espectáculos de la semana
Título obra Hay que ser modernos
Autoría Honorio Maura
Espacios teatrales Teatro Ideal
Título obra Casa de muñecas, Salomé
Autoría Henrik Ibsen
Elenco Lupe Amor
Espacios teatrales Sala de espectáculos de Bellas Artes
Título obra Una mujer sin importancia
Autoría Oscar Wilde
Elenco María Teresa Montoya, Ricardo Mondragón
Espacios teatrales Teatro Virginia Fábregas
Cómo citar Maria y Campos, Armando de. "De Ibsen a la Guadalupana, pasando por Oscar Wilde y Honorio Maura, en los teatros metropolitanos ". Novedades, 1945. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>
TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO
Novedades
Columna El Teatro
De Ibsen a la Guadalupana, pasando por Oscar Wilde y Honorio Maura, en los teatros metropolitanos
Armando de Maria y Campos
La semana teatral última ha sido pródiga en reflexiones, ya que lo que más abajo leerá quien por estas líneas se interese, no puede serlo por novedades o acontecimiento en la materia de que son objeto los presentes comentarios, a pesar del "revoltijo" de temas y de autores. Se ha exhumado al noruego Ibsen y se le han dado dos golpes más a ese teatro de museo literario que hace medio siglo escribió –y muy bien escrito por cierto– Oscar Wilde; se ha recordado a un viejo autor español que nunca fue un autor joven, Honorio Maura, y no se ha dejado escapar el tema de actualidad, ya sobre la nueva coronación de la Virgen de Guadalupe ya sobre un fraude con terrenos que fueron vendidos varias veces a distintos compradores.
La exhumación de Ibsen, completamente fuera de tiempo, de espacio y de lugar. Hace poco más de un año el Teatro de México se atrevió con Ibsen. El estreno de Hedda Gabler, por Clementina Otero, puso de manifiesto que el en su tiempo gran autor noruego –nacido en 1828, murió en 1906– había envejecido lamentable y definitivamente. La representación de otro viejo drama del mismo autor –el Juan Gabriel Borkman– por un grupo de aficionados hace apenas un par de meses, confirmó el nulo interés que esta parte de América que acaba de salir sin gran quebranto material de la Gran Guerra, y que tiene por delante el más brillante destino histórico, puede sentir por Ibsen. Y ahora nos sale otro grupo de modestísimos aficionados, mal dirigidos por una aficionada a dirigir, con Casa de muñecas que se nos antoja tan vieja y fuera de época –escrita en 1879–, que si no se conservaran testimonios irrecusables de su éxito europeo a fines del siglo XIX, costaría trabajo creer que en su época provocó escándalo y zozobra en una sociedad que por ese solo hecho se revela atrasada e ignorante. Y luego, ¡qué interpretación!... Irresponsable desde la protagonista la señorita Lupe Amor, a la que si debemos juzgar como actriz no podemos cumplimentar como caballeros. Daba congoja y tristeza oírla y verla tan lejos de lo que creía hacer con el problema casero de la pobre Nora Helmer, como de los tremendos y dramáticos que confronta cualquier madre europea o norteamericana que haya sentido el paso por su hogar de la tremenda Guerra universal que no acaba de concluir. ¿Culpa de los jóvenes aficionados –algunos ya viejos en estas lides– a representar?... Acaso la culpa sea de los directores de origen extranjero que desde hace años privan en nuestro medio y que ocultan su falta de cultura teatral, llevando a escena y en nuestro primer coliseo, valores que creen añejos y están más que rancios, momificados. La directora de Casa de muñecas y Salomé ha permitido que en los anuncios oficiales, se la califique de eximia. ¿Qué piensa de esto la Junta de Gobierno de Bellas Artes?... ¿Y el Consejo Cultural y Teatral de la Ciudad de México, organismo fantasma al que pertenecen gentes que jamás pisan el teatro y sólo aparecen cuando tienen que otorgar, un diploma de circunstancias?...
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Por exigencia de la temporada que realiza en el Fábregas, María Tereza Montoya llevó a escena Una mujer sin importancia, de Wilde, estampa de costumbres de una época de la sociedad londinense, que no es menos vieja que Casa de muñecas, pero que derrocha en un solo acto más ideas que en toda su obra junta Henrik Ibsen. Cuantos reproches se pudieran hacer por perder el tiempo representando en nuestros días una obra como ésta, se olvidan viendo a la Montoya y a Mondragón en el tercer acto, que por humano y real no pertenece a ningún tiempo, a condición de que lo representen actores de máxima categoría.
Los cómicos –qué merecido se tienen el nombre– del Ideal, también volvieron los ojos atrás y representaron una comedia de Maura, vieja de verdad –fue estrenada en Madrid en 1933–, que paradójicamente se titula Hay que ser modernos. Como el público del Ideal no pasa el tiempo, su público rió la comedia que hecha por los actores de ese coliseo resultó más que cómica, porque es entretenida y no tiene más ambición que hacer pasar un rato de tres horas agradable.
Las frases guadalupanas inspiraron a Benítez y Ortega un título: La reina de América, y a los autores del Colonial el fraude con los terrenos, otro: ¡Tengan su terrenito!... Quienes acudan al Lírico o teatrillo de San Juan buscando otra cosa, ¡menudo chasco se llevan!...
Recuerdo unas palabras de García Lorca: "Hay millones de hombres que no han visto teatro. ¡Ah, y cómo saben verlo, cuando lo ven!"... De acuerdo, siempre que el teatro que vean por primera vez, no sea el que dirige Luz Alba y toleran las autoridades de teatro de la capital de la República ¡Porque si es éste el que ven!... Pensamos como García Lorca: "¡El teatro tiene que ganar, porque ha perdido autoridad!"...