FICHA TÉCNICA
Título obra El puente del mundo
Autoría Félix Lope de Vega y Carpio
Notas de autoría Enrique García Álvarez y Manuel Nogales / adaptación
Dirección Enrique García Álvarez y Manuel Nogales
Elenco Asunción Casals, Celia Manzano, Ana Sainz, Mimí Bechelani, Beatriz San Martín, Emilio Casado, Francisco Jambrina, Jesús Valero, Manuel Nogales / elenco de la producción
Escenografía López-Rey y Rodolfo Galván
Espacios teatrales Teatro Virginia Fábregas
Eventos Temporada homenaje a los genios creadores del teatro del Siglo de Oro
Título obra El señor en su heredad
Notas de Título La siega (título original)
Autoría Lope de Vega y Carpio
Notas de autoría Enrique García Álvarez y Manuel Nogales / adaptación
Dirección Enrique García Álvarez y Manuel Nogales
Elenco Asunción Casals, Celia Manzano, Ana Sainz, Mimí Bechelani, Beatriz San Martín, Emilio Casado, Francisco Jambrina, Jesús Valero, Manuel Nogales / elenco de la producción
Escenografía López-Rey y Rodolfo Galván
Espacios teatrales Teatro Virginia Fábregas
Eventos Temporada homenaje a los genios creadores del teatro del Siglo de Oro
Cómo citar Maria y Campos, Armando de. "Lope de Vega, forastero en el teatro Fábregas". Novedades, 1944. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>
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Columna El Teatro
Lope de Vega, forastero en el teatro Fábregas
Armando de Maria y Campos
En los actos conmemorativos dedicados a enaltecer con una nueva "Fauna póstuma" al más poderoso ingenio de la dramaturgia española de todos los tiempos, con motivo del tercer centenario de la muerte de Lope de Vega, “Fénix de los Ingenios” y "Monstruo de la Naturaleza", figuraron, lo mismo en España, que en América, y que en gran parte de Europa, las representaciones de algunas de sus más famosas obras. El año de 1935 fue, por excelencia, el año de Lope. No concluía enero, y ya en el teatro Cómico, de Madrid, se representaba una adaptación o refundición del poeta catalán Eduardo Marquina, de la obra famosa de Lope La Dorotea, comedia de su juventud, autobiográfica como todas las suyas. A poco, en marzo del mismo año, y cuando ya se empezaban a formar comités para celebrar el fausto acontecimiento, María Guerrero –la nieta– y Fernando Díaz de Mendoza –el hijo–, repusieron en el Fontalba, de Madrid, La niña boba, escrita por Lope en poco más de dos jornadas, de sol a sol, según uno de sus biógrafos, óptimo fruto de su huerto, primor de donasura, de gracia y de discreteo, que los mexicanos que acudían al Principal a fines del siglo XIX vieron hacer a la primera María Guerrero, y en 1936, en el Bellas Artes, a Margarita Xirgu.
Enrique Borrás repuso El villano en su rincón, primero, y después, asociado con la Xirgu, representó, a requerimiento del municipio de Fuenteovejuna y en el propio pueblo –en la plaza pública– la magnífica lopiana de ese nombre, en una adaptación moderna hecha por García Lorca, quien también refundió La dama boba, cuya versión se representó con su decorado evocador de los antiguos corrales de comedias, hecho por Fontanals. Diversos grupos de actores recorrieron España representando comedias y autos de Lope. En Madrid se representó, al aire libre, El degollado, sainete que puede servir de modelo del género. La Asociación de la Crítica Dramática y Musical y la Asociación de Escritores y Artistas también representaron, en escenarios al aire libre, en la plaza de Rubén Darío y ante la estatua de Lope de Vega, o en el "pueblo español" de Barcelona, otras producciones de Lope, y así todo el año de 1935 estuvo dedicado a recordar al padre del teatro español. Entre estas reposiciones no dejó de sorprender la elección del auto sacramental El puente del mundo, donde el poeta llama a Cristo "el celestial Amadís de Grecia".
En México no pasó inadvertido el tercer centenario de Lope, y la Universidad y la Secretaría de Educación Pública organizaron actos y concursos, en los que se señalaron como temas principales: "Influencia de Lope en México" y "El teatro de Lope en México", ambos ricos en posibilidades, como quedó demostrado, pues Lope se representó en nuestro primitivo Coliseo, tanto o más que en los corrales españoles. Un grupo de estudiantes llevó a escena en el Bellas Artes Peribáñez o el Comendador de Ocaña, y yo difundí por Radionacional Fuenteovejuna.
Pero todo esto que parece agua pasada, se torna actualidad con motivo de la "temporada homenaje a los genios creadores del teatro del Siglo de Oro", que en vísperas de navidad se inició en el Fábregas, de la ciudad de México. Sucede que se encuentran entre nosotros dos actores –Enrique García Alvarez y Manuel Nogales– que en una o en otra forma participaron en las representaciones españolas del tercer centenario, y que aprovechando esa espléndida experiencia, eligieron dos autos sacramentales –que anuncian como "comedias simbólicas"– de Lope, casi forastero en México, para iniciar la ambiciosa –que deseamos sea larga– temporada de teatro clásico: El señor en su heredad, que originalmente se llama La siega –y que hallaron manuscrito en la Biblioteca Nacional– y El puente del mundo, que adaptaron (adapta quien hace apta para ser representada una obra que no lo es), y montaron –corporizando con singular fortuna los símbolos en que abundan estas piezas–, y que muy bien dichos por Asunción Casals, Celia Manzano, Ana Sainz, Mimí Bechelani, Beatriz San Martín, Emilio Casado, Jambrina, Valero y Nogales, sobria, hasta opulentamente montados y decorados por López-Rey y Rodolfo Galván, constituyen un espectáculo digno de no perderse, por lo que tiene de expresión afortunada de una idea de teatro que fue origen y causa del de todas las épocas.No podemos, con las premuras del espacio, divagar, como quisiera, sobre tema tan rico –inagotable– como es el teatro de Lope; porque –no he de repetirlo en esta columnilla sin pretensiones– en Lope todo era grande, múltiple, casi superhumano; había en él muchos hombres y muchos poetas; hombre de "tantos fuegos" y de "tantas almas", no nació para vivir en la serena realidad, ni para reproducirla con método y coherencia; procedía por ráfagas y por relámpagos. Hombre del mundo y de la carne, y clérigo también, fue un hombre en quien alentaba toda el alma y la vida de su patria, y a quien Dios otorgó el don casi divino de transmutar en poesía sus ideas y sus emociones.
España, que no tenía en tiempo de Lope periódicos, ni casi comunicaciones, ni otro espejo en qué mirarse que el teatro de Lope, veíase en él embellecida, glorificada; veía su heroico perfil histórico descollar sobre los siglos; oía su enorme voz milenaria dictar leyes al mundo; escuchaba sus entrañables cantos regionales, los romances que recitaban sus abuelas junto al fuego, las trovas que cantaban los galanes, y con el júbilo de quien se ve reproducido y perpetuado en un hijo, en un retrato, en una obra de arte, alzaba en sus brazos al intérprete maravilloso y lo aclamaba con frenético delirio como al "poeta de los cielos y la tierra".
Bienvenido Lope, forastero, "refugiado" bien hallado, a un rincón del mundo español donde nunca fue un extraño; bienvenido esta noche de navidad, que es de amor y de fraternidad, y que fue pretexto, hace cientos de años, para hacerlo escuchar en lengua azteca por nuestros abuelos. Hasta qué punto se acercó Lope al pueblo todo con sus obras –como Los pastores de Belén, representada en México en 1640–, puede inferirse por el hecho de que un indio mexicano, descendiente de los reyes de Texcoco, don Bartolomé de Alba, tradujera en 1641 la pieza mariana de Lope La madre de la mejor, a la lengua azteca de su patria.
Bienvenido, Lope de Vega, a la escena mexicana, en la que siempre fue "poesía de los cielos y la tierra"...