FICHA TÉCNICA



Autoría Bertolt Brecht




Cómo citar Mendoza, Héctor. "La sociedad quedó a la retaguardia
Brecht y el fracaso de un sueño". Diorama de la Cultura, 1969. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

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Diorama de la Cultura, Excélsior

La sociedad quedó a la retaguardia
Brecht y el fracaso de un sueño

Héctor Mendoza

Bertolt Brecht, uno de los hombres de teatro más conscientes de los últimos años, veía venir un terrible desequilibrio en el desarrollo total y constante de la humanidad. Por una parte veía un avance demoledor de la ciencia en todas sus ramas, y por otra el estancamiento del hombre en su desarrollo social. Ante esta eminente ruptura entre el hombre y sus conocimientos, Brecht quiere inventar un teatro que vaya acorde con la era científica para ayudar a subsanar de alguna manera ese tremendo retraso social. En su manual Un pequeño órgano para el teatro, escribe en 1957:

"Si bien las ciencias han hecho posible un grandísimo cambio y sobre todo una formidable mutabilidad de nuestro ambiente, no por eso se puede decir que el espíritu científico nos anima de modo igualmente decisivo. La nueva manera de pensar y de sentir aún no ha penetrado verdaderamente en las grandes masas..."

Brecht quiere crear un teatro de espectadores conscientes. Un teatro que no arrastre al público hipnóticamente y lo conduzca a través de la obra en un estado de incapacidad racional. Un espectador así, atado mentalmente, no es un espectador de nuestra época. El hombre de hoy que debe ponerse de pie frente a su momento, debe estar capacitado para ello. Ha de ser un ser razonante, perfectamente consciente y en libertad mental de juzgar aquello que ve.

Este tipo de espectador no es el espectador común de los teatros en la actualidad. Había pues que crearlo y ayudar de esa manera –desde el teatro– a un progreso social que estuviera más acorde con el tremendo avance tecnológico de nuestra era.

Brecht creó entonces su Verfremdung, que ha sido traducido al español como: efecto V, efecto de alejamiento, efecto de extrañación y efecto de alienación.

Tal efecto tiende a mantener al público consciente en todo momento de encontrarse en un teatro y presenciado el desarrollo de una representación. De esta manera la historia que los actores contarán estará fuera de él, podrá ser observada, juzgada, criticada. El público deberá estar consciente de las luces, la tramoya y todo el aparato escénico, tanto como de los trucos de actuación. El actor y el escenario se despojan de todo intento ilusionista para presentarse sin engaños, desnudos de todo juego encubridor.

Brecht pensaba que de esta manera iba a lograr que el público, hasta aquí ignorante del oficio del teatro, se convirtiera en un público conocedor, en un público que pudiera opinar con amplitud y exigiese por tanto un mínimo de calidad en los espectáculos que paga. El espectador de teatro se convertiría más adelante en espectador de la sociedad y podría, igualmente, exigir un cambio racional.

Como escritor quiso contar historias completas. Desistió de las situaciones críticas presentadas por el teatro tradicional para, en cambio, exponer ante nuestros ojos la historia de esa situación paso por paso. Al no concentrar la acción a un momento determinado, Brecht pensó que la atención del público podría mantenerse serena. Y por si aquello no resultase suficiente para lograr sus propósitos, incluye canciones que interrumpen la acción en aquellos momentos en que el público podría entregarse más fácilmente al hipnotismo.

En escena, Brecht descubre las fuentes de iluminación. Los reflectores que antes se mantenían ocultos a la vista del público, hoy están visibles. Nada del truco escénico le es ocultado al espectador.

Enormes letreros que dan nombre a las escenas y relatan a grandes rasgos lo que se va a presenciar a continuación, son un elemento escénico más para inquietar al público. Al verse en un momento determinado, obligado a leer, el público se sitúa nuevamente en el lugar en el que está; puede mirar a su alrededor, revisar el escenario como el lugar de trabajo que es.

Finalmente en la actuación, Brecht pedirá a sus actores que no traten de engañar al público haciéndole creer que son quienes no son. Les pide que no intenten convertirse en el personaje, sino que se limiten a mostrarlo sin dejar de ser ellos mismos. No deberán representar los hechos como si estuvieran ocurriendo en el momento, sino que deberán narrarlos; esto es, representarlos como algo que ocurrió en otro tiempo y en otro lugar. No deberán producir la sensación de que lo ocurrido tenía que ocurrir así por fuerza, sino que el curso de la historia pudo haberse cambiado si tal o cual personaje hubiesen tomado otras decisiones aquí y allá en los momentos claves.

El conjunto total, después de haber sido tomadas todas estas precauciones, debería producir como resultado una reacción inteligente en el público que habría seguido la historia conscientemente y en estado de alerta. Sin embargo los actores del Berliner Ensamble –la compañía de Brecht –, declaran que ni Brecht ni ningún otro de los directores que solían montar obras en la compañía se había referido jamás durante los ensayos a ninguno de los postulados de las obras estrictamente técnicas de Brecht. Añaden que Brecht pensaba que el teatro no estaba entonces en condiciones de hacer cumplir semejantes postulados.

La verdad es que Brecht debió darse cuenta muy pronto de que su idea llevada a la práctica no producía en modo alguno los resultados previstos. El público, de cualquier manera, se dejaba seducir por el espectáculo y flotaba en una atmósfera mágica semiconsciente igual que en aquellos espectáculos que él había condenado como entorpecedores de las facultades razonantes del espectador.

Brecht, acertado en muchas cosas, tremendamente brillante en otras, fracasa en su intento de transformar al individuo - espectador. No puede lograr su sueño de hacer avanzar a la humanidad de acuerdo al ritmo que le impone el desarrollo tecnológico.

Hoy que hemos llegado a la Luna, los filósofos del teatro tendrán que replantearse, como lo hizo Brecht en su momento, la necesidad imperiosa de la transformación del hombre como individuo y como constituyente de una sociedad que va a la retaguardia por mucha distancia del conocimiento y la práctica de la tecnología moderna.