Diorama de la Cultura, Excélsior
Los albañiles
Los propósitos comerciales
Héctor Mendoza
Cuando nos damos cuenta de la casi absoluta carencia de obras teatrales nacionales dentro de la más o menos abundante producción teatral en México, el estreno de una obra de autor mexicano siempre resulta un acontecimiento, aunque sólo sea desde el punto de vista cultural. El asunto del por qué no se producen más obras teatrales de nuestros autores en México se ha discutido ya sobradamente sin que se haya podido llegar a una solución válida. Especular más sobre el asunto resultaría, pues, ocioso. Sin embargo, es un hecho que el estreno de Los albañiles, de Vicente Leñero, ha constituido un acontecimiento insólito en nuestro teatro. Y lo que lo hace más insólito aún es el indudable éxito que la producción está obteniendo desde el punto de vista comercial. Esto es ya casi demasiado. Una obra mexicana puedes ser o no un éxito de crítica y puede ser o no –esto más escasamente– un éxito comercial. Lo extraordinario en este caso es que Los albañiles ha reunido éxito de crítica y éxito comercial ¿Cómo ha podido lograrse esto?
Las razones que pueden aducirse en estos casos son siempre hipotéticas –si no lo fueran se habría resuelto de una vez y para siempre la eterna incógnita acerca del posible éxito de taquilla de cualquier producción; sin embargo, resulta siempre interesante analizar un fenómeno de esta naturaleza.
Lo primero que podría ocurrírsenos es que la novela, que ha sido un éxito editorial, ha servido muy directamente para hacer de su adaptación teatral un éxito de taquilla. Sin embargo, creo que al pensar esto estamos enfocando mal las cosas. El público lector, sobre todo en México, no es necesariamente un público que llene teatros. Generalmente cuando uno pregunta si se ha leído tal o cual novela, se obtiene la respuesta: no, pero vi la película. Esto nos dice algo que ya sabemos de antemano, que el grueso del público que va al cine no lee. Y aunque el teatro es supuestamente un espectáculo más culto, casi me es posible afirmar desde ya que el público que llena el teatro Antonio Caso para ver Los albañiles, cuando menos el ochenta por ciento no ha leído la novela, y el sesenta por ciento ni siquiera ha oído hablar de ella. Lo que es más posible es que el público que se ha interesado por la producción teatral, sea llevado por ello a comprar la novela.
Por lo tanto decir que el éxito de Los albañiles como novela ha hecho un éxito de su adaptación teatral, resulta más que aventurado.
Los albañiles simplemente como tema, en cambio, sí es un elemento de éxito en taquilla. Y aquí habrá que separar definitivamente las causas del éxito editorial de las causas del éxito teatral. No es en forma alguna el tema escogido lo que ha llevado a vender tantos ejemplares de la novela. La novela es una buena novela y obtuvo por ello el premio Biblioteca Breve de la editorial Seix-Barral. Por el mismo motivo los ejemplares se han vendido como pan caliente. En cambio en el teatro el tema en sí funciona de otra forma para la taquilla.
Quizá lo que voy a decir a continuación escandalizará a más de un crítico de la obra. Los albañiles por su tema continúa una secuela de éxitos teatrales: Las golfas, El quelite, Las ficheras. Excepto en El Quelite, donde posiblemente el nombre de dos cantantes de ranchero afamados incluidos en el reparto pudieron ser parte de la enorme entrada que registró el Teatro de los Insurgentes, las demás obras se han presentado sin reparto particularmente atractivo desde un punto de vista comercial. El tema solo ha sido el anzuelo infalible para las aglomeraciones frente a la taquilla. El público de teatro –que sabemos burgués–, se siente atraído como por un imán a presenciar la vida de las clases más bajas en toda su "crudeza". No atreviéndose a volver la cara para ver a estos personajes en la vida real, pagan gustosos su entrada en el teatro por tener el derecho a mirarlos sin compromiso alguno de su parte. Para el público burgués y de clase media, la vida de las clases más bajas constituye al mismo tiempo que una vergüenza, un motivo de la curiosidad más temerosa.
Volverse a ver, mezclarse con tales individuos en la vida real, resulta de todo punto imposible, pues habría que rebajarse, renunciar a su posición social "decente" por satisfacer una curiosidad malsana; ir al teatro, en cambio, es elevarse, participar de un acto cultural digno de su calidad social. Si a este público se le permite "echar una miradita" sobre el motivo de su curiosidad no sólo no rebajándose, sino adquiriendo por ello una categoría cultural respetable, lo hará más que gustoso. En el teatro el burgués está a salvo y sacia su curiosidad malsana con todo decoro. De aquí, pues, el gran éxito de Las golfas, El quelite, Las ficheras y ahora Los albañiles.
Se me dirá, ya sé, que la comparación es totalmente injusta; pero habrá que tener en cuenta que hasta aquí sólo he hablado del tema, e inclusive de éste sólo en su relación directa con la taquilla.
Los albañiles, como obra de teatro –obra artística completa– es ya otra cosa y las comparaciones de que me he valido para hablar de la taquilla resultan fuera de toda proporción. Ni Las golfas, ni El quelite, ni Las ficheras, han tenido el menor éxito de crítica. Desde un punto de vista cultural, estas tres obras simplemente no existen (lo que no es motivo para pensar que el público que va a verlas esté consciente de ello). Los albañiles, en cambio, está considerada un éxito cultural.
De entrada, Leñero es un escritor respetable. Y el éxito editorial de la novela es un éxito serio indiscutible. Por ello a nadie se le ocurriría pensar jamás que Vicente Leñero ha escogido el tema de Los albañiles con un propósito directo de taquilla. En este caso sólo ha ocurrido una casualidad ventajosa para Vicente Leñero cuya obra teatral Los albañiles, si bien no es tan extraordinaria como han querido hacerla aparecer los críticos, desde luego es un intento respetable de un escritor respetable que, además, dejará ganancias económicas que no logra dejar frecuentemente una obra de autor nacional.