FICHA TÉCNICA



Título obra Los de la mesa diez

Autoría Osvaldo Dragún

Dirección Héctor Mendoza

Elenco Marta Navarro, Mabel Martín, Angelina Peláez, Adrián Ramos, Claudia Millán, Julián Pastor, Eduardo López Reyes / elenco de la producción

Escenografía Arnold Belkin

Música Luis Heredia

Eventos I Festival de Teatro Nuevo, OPIC




Título obra Segundo asalto

Autoría José de Jesús Martínez

Dirección Héctor Mendoza

Elenco Marta Navarro, Mabel Martín, Angelina Peláez, Adrián Ramos, Claudia Millán, Julián Pastor, Eduardo López Reyes / elenco de la producción

Escenografía Arnold Belkin

Música Luis Heredia

Eventos I Festival de Teatro Nuevo, OPIC




Título obra El caso se investiga

Autoría Antón Arrufat

Dirección Héctor Mendoza

Elenco Marta Navarro, Mabel Martín, Angelina Peláez, Adrián Ramos, Claudia Millán, Julián Pastor, Eduardo López Reyes / elenco de la producción

Escenografía Arnold Belkin

Música Luis Heredia

Eventos I Festival de Teatro Nuevo, OPIC




Cómo citar Reyes, Mara (seudónimo de Marcela del Río). "Festival de Teatro Nuevo". Diorama de la Cultura, 1968. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

imagen facsimilar

Diorama de la Cultura, Excélsior

Columna Diorama Teatral

Festival de Teatro Nuevo

Mara Reyes

Teatro Reforma. Obras: Los de la mesa diez, de Osvaldo Dragún; El caso se investiga, de Antón Arrufat; Segundo asalto, de José de Jesús Martínez. Director, Héctor Mendoza. Diseños, Arnold Belkin. Música, Luis Heredia. Reparto: Marta Navarro, Mabel Martín, Angelina Peláez, Adrián Ramos, Claudia Millán, Julián Pastor y Eduardo López Reyes.

Debido al esfuerzo conjunto del Organismo de Promoción Internacional de Cultura (OPIC), de la Secretaria de Relaciones Exteriores, de la Comunidad Latinoamericana de Escritores y de la Unidad Artística y Cultural del Bosque, se ha inaugurado el Primer Festival de Teatro Nuevo de Latinoamérica que tiene como mira primordial “establecer posteriormente una escena permanente, dedicada a representar en México las obras más significativas de la creación dramática de América Latina”, pero independientemente de que se logre la meta señalada, la realización de este festival es en sí, un suceso de gran importancia para el teatro latinoamericano, tan olvidado por nuestros directores. La evolución del teatro de habla hispana, en América, depende de nosotros, y pues el teatro es vivo, debe vivir en nuestros escenarios para que no se estanque en viejas fórmulas. Ojalá pudiera establecerse en todos los países de América una comunicación real a través de nuestro teatro; que no sólo tiene en común el idioma, sino su problemática social, política y económica. Sea pues bienvenida esta iniciativa, que seguramente rendirá buenos frutos.

Las tres primeras obras (en un acto) seleccionadas para iniciar el Festival, fueron dirigidas por Héctor Mendoza. Se trata de: Los de la mesa diez, de Osvaldo Dragún, de Argentina; El caso se investiga, de Antón Arrufat, de Cuba y Segundo asalto de José de Jesús Martínez, de Panamá.

La primera, de corte realista, y las dos últimas, siguiendo la línea del teatro del absurdo, pero presentando dos de sus caras –como un desdoblamiento de una obra ionesquiana: El caso se investiga toma el aspecto jocoso, chispeante de lo absurdo, es la farsa pura, en cambio Segundo asalto, es una obra meditativa, de introspección íntima, que indaga dentro del ser para poder hallar un camino a la comunicación humana.

De estas obras, se conocía en México la de Dragún, gracias a la gira que hizo hace algunos años el grupo argentino Los 21, dirigido por Carlos Catania, pero las otras dos obras fueron de estreno riguroso.

Cuando se pone una obra en la que abundan los giros del lenguaje local de algún país –o de alguna provincia– el director se encuentra ante una alternativa peligrosa, o bien monta la obra a sabiendas de que una buena parte del diálogo no será comprendida por el público, o bien se “traducen” los giros idiomáticos por otros equivalentes, propios del lugar donde se representa la obra, a riesgo de atentar contra el autor. Héctor Mendoza se decidió por la segunda disyuntiva. Ignoro quién hizo la adaptación de la obra de Dragún, pero resultó excelente, pues sin perder su localización, ni su calidad literaria, pudo ser comprendida en todos sus detalles por el público. (No se confunda este tipo de adaptación hecho para beneficio del autor y del público, con otro género de adaptaciones, tan en boga en México, que “mexicanizan” la obra para comercializarla, y sólo consiguen echarla a perder).

Lo extraordinario de este primer programa, además del interés que suscitan las tres obras montadas, es la forma ejemplar en que las dirigió Héctor Mendoza, dando a cada una de ellas el estilo apropiado. En la primera, el enfrentamiento de los dos adolescentes con el mundo que los rodea, tuvo como característica la sencillez técnica. Sólo el gesto esencial, la interpretación escueta de un problema, sin apoyaturas ni alardes innecesarios. En la segunda, por lo contrario, Mendoza consiguió, valga la expresión, el barroquismo de la risa, el juego burlesco trabajado en cada frase, como medio y fin –a un tiempo– para el mensaje irónico que el autor se propuso. Y en la tercera, la arquitectura planificada de niveles superpuestos y planos entreverados, en correspondencia con la ósmosis de tiempos y espacios que el texto sugiere.

En cuanto a las actuaciones, Marta Navarro hace una creación inolvidable de la Eulalia de El caso se investiga, ¡Qué derroche de dones histriónicos! ¡Qué gracia! Cada gesto, cada ademán está pulido por todas sus facetas, como un diamante. Otro prisma de igual brillo es la interpretación que hace de Amelia, Mabel Martín. Su comicidad no es la caricatura fincada en la exageración y los rasgos gruesos, sino el dibujo fino del artista que satiriza sin herir, jugando con el estilete de la burla, como el prestidigitador que obra su magia por ilusionismo y no por brujería.

Otros actores también expusieron diversidad de cualidades: Angelina Peláez, su sinceridad, igual que Adrián Ramos. Ambos dan a la primera obra toda su dimensión, que va desde el juego, hasta la angustia; desde la ternura, hasta la desesperación. Van viviendo y transformándose en escena, a la vista del espectador, lo que significa una entrega total de los actores a sus personajes.

Si en una obra de tipo realista sacar adelante una obra que tiene sólo dos personajes, es una tarea de gran envergadura, en una donde no existe propiamente una anécdota, y donde todo es sugerencia, símbolo, planteamiento filosófico, introspección del ser y la pareja, como entidad óntica, las dificultades se multiplican hasta el infinito. Y Claudia Millán, lo mismo que Julián Pastor, no soslayaron las dificultades con efectismos, sino que se internaron en sus personajes, y no sólo no se perdieron en la maraña, sino que supieron salir ilesos, después de haber sumergido al espectador, junto con ellos, en su jungla de emociones.

Un aplauso para el director, los actores, el escenógrafo, y para todos los que intervinieron en esta realización.