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Columna El Teatro

El eclipse de los dioses en el teatro Granero

Armando de Maria y Campos

El director Xavier Rojas realizó para el teatro del Granero, que como se sabe ofrece a los espectadores cuatro caras de la acción dramática que se desarrolla, sin escenografía, o muy convencional, y mobiliario y trastos que permitan al espectador contemplar la acción desde cualquiera de los cuatro lunetarios que le toque en suerte ocupar, una versión de la pieza The entertainer, del autor inglés John Osborne, estrenada en Londres hace diez años y que en su tiempo alcanzó singular éxito recorriendo los principales escenarios de Europa y los Estados Unidos. Ahora debe tomarse como documento humano de la época en que apareció el blues y con él artistas de variedades que pasaron... como la época.

Es una pieza de argumento agresivo que ocurre en el seno de una familia que por generaciones han sido artistas mediocres de variedades y cuyas vidas se han enfangado en el teatro con sus compañeros amorales y con un público abundante en prostitutas. La acción es violenta, deprimente, y trata de reflejar uno de los más críticos momentos de la crisis del desmoronamiento del imperio más grande y próspero que conoció el mundo, el inglés. Después de esta pieza de Osborne vendrían otras alemanas, francesas y norteamericanas nomenos agresivas y cargadas de amargura. La que con el título de El eclipse de los dioses arregló Rojas, sin revelarnos quién la tradujo, llega a México con retraso. La acción está ilustrada con música de la época, pero la originalidad no llegó a tiempo para ser tocada en El Granero. No tiene importancia.

Interesa más al cronista registrar la interpretación que es excelente por parte de José Baviera, Carlos Baena y Gloria García. Baena se revela en la plenitud de sus facultades de gran actor que ha cuajado. Talento, gracia y flexibilidad artística. Baviera pone a contribución el gran oficio de actor que domina, y Gloria García, no obstante algunos excesos melodramáticos, le da tono de un personaje difícil de interpretar. Jacqueline Andere entiende al personaje confiado a su talento, y con esto se deja ver al lado de sus compañeros mencionados, grandes actores como queda dicho.

Otros actores aparecen episódicamente. La dirección de Xavier Rojas logra imprimirle a la acción un realismo tan dramático como brutal. La pieza de Osborne es como una tajada sangrante de amargura y Rojas la arroja al escenario con vida, mojada del jugo púrpura de una tragedia de circunstancias. El público sale horrorizado y, en gran parte, satisfecho.