Diorama de la Cultura, Excélsior
Columna Diorama Teatral
Todavía no hay ternas
Mara Reyes
En espera de los estrenos del teatro Caracol y de la segunda obra que presentará la Unión Nacional de Autores escrita por Felipe Santander, que se anuncian para diciembre, la discusión de la formulación de ternas que la Agrupación de Críticos de Teatro realiza antes de otorgar sus premios –al mejor autor, actor, actriz, escenógrafo, revelación femenina y masculina–, se ha aplazado hasta los primeros días de enero.
Para que el propio lector recuerde los trabajos más sobresalientes del año, haré algunas sugerencias de quiénes podrían merecer los premios respectivamente.
La producción en cuanto a autor fue realmente pobre, no habrá mucho de donde escoger, en cambio creo que será bastante discutido el premio a la mejor actriz; recordamos así, al volar de la pluma (o de la máquina de escribir) a Beatriz Aguirre, a María Douglas, a Carmen Montejo. Entre los actores que más destacaron están Raúl Dantés, José Gálvez, todos lo recuerdan en El hombre que hacía llover, y José Baviera. Al premio de la revelación femenina pueden estar abocadas Kitty de Hoyos, que más que revelación fue sorpresa, Carmen Salas que es toda una actriz, Meche Pascual, –la señora de Las criadas de Jean Genet– y Yolanda Guillaumín. Entre los que pudieran aparecer en la terna de Revelación Masculina, se me ocurren: Carlos Becerril, el sordomudo de La casa de los siete balcones; Fernando Luján, que actuó estupendamente en El hombre que hacia llover y Leopoldo Salazar en Las cosas simples. El premio al mejor director, en mi concepto, está entre Javier Rojas y José Luis Ibáñez y en cuanto a escenografía, las que más destacaron fueron la escenografía del campamento de Aníbal en Camino a Roma y la de María Estuardo, ambas realizadas por Antonio López Mancera. En el terreno experimental se destacaron sobre todo dos directores: Juan José Gurrola y Lola Bravo. Y en el campo de la escenografía: Benjamín Villanueva con la que hizo en La apassionata, de Héctor Azar. El propio Azar y Carlos Prieto se distinguieron como autores de La apassionata y El alfarero, el primero y A medio camino el segundo.
Es lástima que no haya un premio para actores de carácter, pues el trabajo que durante años ha llevado a cabo Mario García González y en este año muy especialmente en Los signos del zodíaco, Detrás de la puerta y María Estuardo, merecería un reconocimiento de los críticos.
Para refrescar la memoria, por si alguien se nos olvidó, basta hacer un repaso de los espectáculos más relevantes del año de 1959.
Dentro del teatro que se ha dado en llamar “profesional”, podría subrayarse Asesinato en la catedral y El hombre que hacía llover, como las obras predominantes del principio del año. Vino después como obra fuerte Experimento sagrado. Así en la tierra como en el cielo de Fritz Hochwaelder que trataba de manera admirable el problema que provocó en el Paraguay –en el siglo XVIII– la implantación por los jesuitas de “la ciudad de Dios”, basándose en las utopías de la época.
A mediados del año: La comedia francesa. Claro está que hubo obras más que llamaron la atención en esa primera mitad del año, como Todos eran mis hijos, de Miller; Detrás de la puerta, de Inclán; la reposición de Los signos del zodíaco, Las cosas simples, que aún se mantienen en cartel; Las criadas, que provocaron discusión; la fastuosa producción de Mi bella dama, etc... Después, en la segunda mitad destacaron: La rosa tatuada, de Williams con la mencionada sorpresa de Kitty; Sangre verde, La casa de los siete balcones, de Casona; La carroza del santísimo, las maravillosas presentaciones de Marcel Marceau y su compañía y María Estuardo. Esto sin contar con el teatro de Aficionados y Experimental que presentó funciones de verdadera calidad, como El arpa de pasto, en el Instituto de la Juventud y como las patrocinadas por la Universidad, en donde hubo desde lectura que, bajo el título de Lunes Trágicos, se hicieron de obras que por su dificultad de escenificación se desconocían, hasta obras de autores jóvenes mexicanos como Héctor Azar y la presentación de obras extranjeras de gran valor como La hermosa gente, de Saroyan.
El INBA presentó como es costumbre desde hace seis años el Festival Dramático en el D. F., y del que la obra premiada de Luz María Servín se llevó a escena ya profesionalmente con mucho éxito. La Escuela Teatral del mismo Instituto, presentó obras de gran calidad en su escenificación como La comedia de las equivocaciones de Shakespeare y Antígona de Anouilh.
Se espera para los últimos días del año la presentación de El Teatro de Cámara de Alemania.
Que esta vista de pájaro por nuestros escenarios sirva a ustedes para hacer sus propios pronósticos en cuanto al premio “Juan Ruiz de Alarcón”.