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El diablo a las puertas del cielo o Don Juan Tenorio acude puntual a la cita con el público

Armando de Maria y Campos

     Como todos los años, desde hace más de 100, Don Juan Tenorio, el burlador de Sevilla, acude puntual a su cita con el público que le espera tranquilo y confiado, seguro de que no faltará. El que ha estado faltando a la cita anual ha sido el público, tanto que su persistente ausencia de los teatros fieles a la tradición, ha empezado a escamar a los empresarios. La "temporada de los Tenorios" el año pasado reportó pérdidas a más de tres de éstos. Por eso, este año las reposiciones del dramón de Zorrilla escasean. Hasta ahora no se anuncia ninguno más que el que el galán Jorge Mistral se dispone a interpretar en el teatro Arbeu, que desde el año de su inauguración, éste hizo setenta y cinco, no ha dejado de presentarlo una sola vez, por lo menos en sus fechas tradicionales, 1 y 2 de noviembre...
     Ayer -este "ayer" empieza el año 1844, el 7 y el 8 de diciembre, en que se puso por primera vez en México el ya famoso drama fantástico, religioso y... romántico de José Zorrilla-, no había por esta época actor que no se dispusiera a representar cualquier personaje de los muchos que intervienen en el Tenorio; nadie se quedaba "parado", y hasta se improvisaban actores y actrices extrayéndolos de los "cuadros de aficionados", para completar los repartos. Y se organizaban compañías nada más que para hacer la "temporada de los Tenorios", no importaban las gravísimas circunstancias por que atravesara el país entero. Como en el año 1857, crucial en la historia política de México y tan lleno de sucesos trascendentales. Aquel año, hubo pocos Tenorios. Por lo menos nada han dicho de ellos hasta ahora nuestros historiadores teatrales, nada se sabe de "los Tenorios del año 57". Nuestras incompletas historias sobre la vida teatral en México abundan en lagunas. Esta es una de ellas. Sin embargo...
     El año 1857 don Juan Tenorio, gallardo y calavera, refugió sus hazañas en dos teatros de barrio, modestísimos, el del Relox y el de Oriente. He dado con datos relacionados con las funciones que se celebraron en dichos coliseos el domingo 1 y el lunes 2 de noviembre, por la tarde, puesto que era peligroso andar de

noche por esos rumbos, y por cualquiera de la ciudad en constante zozobra. Un grupo de actores del teatro Nacional dirigidos por el español Manuel Fabre, tomó en arrendamiento el teatro Oriente para representar la noche del 2, la segunda parte de Don Juan Tenorio, es decir los tres últimos actos, a partir del conocido con el título de "La sombra de doña Inés", que ocurre en el panteón, poniendo además de un baile pantomímico titulado "Los amantes descubiertos o el abate enamorado", y una pieza cómica, para quitar el mal sabor de boca que dejaba el drama, que llevó el título de "Un cabello, o los sustos de un gallego". La compañía que bajo la dirección de Fabre tomó en arrendamiento el Oriente para representar principalmente el Tenorio tuvo por figuras principales a artistas que habían inaugurado el año anterior el Teatro de Iturbide, mexicanos y españoles, estos últimos ya radicados en México, según costumbre. Fueron: doña Pilar Pavía, doña Merced Pavía, doña Remedios Amador, doña Cruz Zalazar, don Antonio Castro, doña Paz Dorado, don Manuel Fabre, don Merced Morales.
     Antonio Castro, mexicano, en la plenitud de sus excepcionales facultades de actor que con igual fortuna tocaba la cuerda dramática que la cómica, que había encarnado a don Juan en su estreno en 1844, sería ahora el don Luis, y Merced Morales, otro gran actor mexicano, de larga y fecunda vida artística, fue el Ciutti. Del Tenorio se encargó, naturalmente, Manuel Fabre, quien ya lo había interpretado en México el año anterior, también en una representación de segundo orden.
     Esta compañía representó la víspera -domingo 1- una oscura obra de un autor no menos oscuro, don Francisco Botella Andrés, seguramente histórica a juzgar por el título: Una noche y una aurora o Quevedo y la buñolera. A don Francisco de Quevedo lo interpretó Fabre y Castro y Morales a don Lope Ladrón de Guevara y a un conde de Peñascos, Morales.
    

     Otro grupo de actores ocupó el teatro del Relox para representar Don Juan Tenorio, completo, las tardes del 1 y del 2, una parte cada tarde. Este cuadro de actores, "si no sublime en su totalidad -dice textualmente el programa de donde tomo estos datos-, compuesto al menos de artistas conocidos, y los cuales han formado siempre una parte interesante en el trabajo que se ha llevado en los teatros de Oriente y Nuevo México, y todos los de segundo orden", estuvo formado como sigue: Actrices: doña Pantaleona Cancino, doña Carlota Pereira, doña Florencia Almazán, doña Manuela Carrillo, doña Jesús Dosamantes, doña Francisca Vidaña. Actores: don Aniceto Cisneros, don Luis Cisneros, don Francisco Gambino, don Joaquín Zendejas, don Doroteo Sanromán, don Manuel Villegas, don Francisco Guerra, don Camilo Cisneros, don Antonio Rubio, don Andrés Heras.
Primer apunte, Domingo Aldana; segundo apunte, José Govantes; maquinista, Ventura Ruiz; administrador-representante, J. María Salazar. Director de la compañía, Luis Cisneros. Todos de origen mexicano.
     La empresa, después de asegurar al "generoso" público, que estas representaciones de Don Juan Tenorio serían "vestidas y decoradas con la magnificencia que requiere tan suntuoso argumento", anunciaba que la función concluiría con la chistosísima pieza cómica "Juan Trapisondas", que era una versión a nuestras costumbres de las españolas de 1545 que llevó a su drama Zorrilla.
     Bien modestos los dos cuadros de actores, impusieron su categoría en los precios de entrada.
     En el teatro de Oriente la "paga" fue en luneta de cinco reales -un peso veinticinco-, y en el del Relox, de tres reales; en galería dos y un real, respectivamente.