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El tenorio cantado. La lectura de la carta convertida en romanza y las décimas del sofá en dúo de amor

Armando de Maria y Campos

    Todas las frases proverbiales de los principales personajes de su drama fantásticorreligioso parece empeñado en olvidarlas Zorrilla, en su Don Juan Tenorio, zarzuela. Don Juan se convierte en un personaje sosegado, reflexivo. ¿Os acordáis de aquella escena que empieza: ¿Esta silla está comprada, hidalgo...? En la zarzuela ocurre de manera distinta. Esta silla está guardada, hidalgo, dice don Juan; y don Luis le responde: -De las dos, una la ha de estar sin duda alguna para mí...- Guardáis tapada la faz mientras lo decís, observa Don Juan, etc., etcétera.
     Pasemos unas cuantas hojas. Esta escena es la del convento. Doña Inés, en el reclinatorio de su celda, ¡canta! la carta que le ha enviado don Juan:

     que lo que siento y quiero
     -¡No puedo! No puedo
     leer ni rezar.
     No sé por qué miedo
     de todo me da.
     Como novia el hábito
     me van a dar mañana.
     ¡Novicia!... Pero monja
     no lo seré jamás.
     Como alas nuevas siento
     que en mí brotando están,
     y lejos del convento
     mis pensamientos van.
     Libértame, Dios mío,
     de tan extraño afán,
     o suéltame las alas
     y déjame volar!
     ¡Ay, ay de mí!
     que lo que siento y quiero
     no me lo sé decir.

    El siguiente número musical de la pintoresca zarzuela Don Juan Tenorio es el dúo de amor con que Zorrilla sustituyó las décimas del sofá. Es larga la cita, es decir, la escena; pero no resisto el deseo de darla íntegra, seguro de que el lector la leerá con gusto:

     Don Juan.- Ven, cálmate, vida,
               reposa sin temor,
               y del convento olvida
               la triste reclusión.
     Doña Inés.- Cesa por Dios,
               que resistirte
               no puedo ya
    


    

Don Juan.- Suave el murmullo
               te da aquí el viento,
               trina el acento
               del ruiseñor;
               te da aquí el arrullo
               la agua que pasa,
               todo en mi casa
               respira amor.
               Con tu presencia
               todo revive,
               todo recibe
               luz y calor;
               todo existencia
               cobra este día,
               todo, alma mía,
               respira amor.
     Doña Inés.- Son fuego tus palabras
               que me devora,
               ámame, te lo ruego,
               mi alma te adora.
               Y río y lloro
               de mí sin darme cuenta
               porque te adoro.
               El alma se me escapa
               tras de ti en pedazos;
               ¿qué hacer, sino lanzarme
               ciega en tus brazos?
               Tu amor imploro;
               Don Juan, ámame o mátame.
               porque te adoro.
     Don Juan.- ¡Qué porvenir tan fausto!
               Dios abre ante mis ojos;
               mañana ante él de hinojos
               diré al Comendador:
               da a Inés el holocausto
               de mi vida convertida;
               y, o quítame la vida
               u otórgame su amor!
     Doña Inés.- ¡Qué porvenir tan fausto
               Dios abre ante mis ojos;
               mañana tú de hinojos
               dile al Comendador:
               da a Dios en holocausto
               mi alma convertida,
               y, o quita a Inés la vida,
               u otórgala mi amor!

 

   Zorrilla asegura que "pasó esta zarzuela, haciendo el primer chinchón al drama; a pesar de una parte del público, que entró resuelta a convertir el teatro en "café flamenco", y a pesar de los entreactos de cuarenta presentaciones consecutivas de ordenanza, como el drama, quedando ya en el repertorio de la Zarzuela, y siendo aplaudidas las piezas más salientes de su discreta música... Los autores fuimos llamados todas las noches, y aprovecho esta ocasión para advertir a los que me han criticado mi presentación en el proscenio, que no han tenido en cuenta al decírmelo, que el maestro Manent, forastero en Madrid, merecía los honores de una buena hospitalidad, y habiéndose resistido a presentarse al público sin mí, yo me he presentado con él, en el escenario y en el libreto, como su obligado y modesto comparsa".
     Los cuadros "La sombra de Doña Inés" y "La estatua de don Gonzalo", es decir el que ocurre en el cementerio y el de la escena en casa de Don Juan, desconciertan con nuevas... sorpresas, como veremos mañana.