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   Teatro Manolo Fábregas. Libreto de Michael Stewart, basado en la obra de Thornton Wilder La casamentera. Música y canciones, Jerry Herman. Traducción, Víctor Berbara y Manolo Fábregas. Producción, Manolo Fábregas, Víctor Berbara y Producciones Lido. Consultor de la Producción, Michael Stewart. Dirección Musical: Enrico Cabiati. Vestuario, Freddy Wittop. Coreografía, Fernando Azevedo. Escenografía, Oliver Smith. Dirección, Manolo Fábregas, Reparto: (Libertad Lamarque), Graciela Nájera, Raúl Lavie, José Gálvez, Marta Zamora, Héctor Herrera, Bárbara Ransom, Antonio Alcalá, July Ruffino, Ana Margarita, etc. Asistentes de dirección, Jorge Carrillo y Feliciano Flores.

 

  Después de una buena tanda de teatro francés, importado, al fin tuve ocasión de ir a ver Hello Dolly!, otra importación, sólo que armada en México. El día que fui era precisamente el día de descanso de Libertad Lamarque, a quien sustituía Graciela Nájera. Así pues, vi el espectáculo -ignoro si para bien o para mal- privado de la luminaria que en su calidad de monstruo sagrado, constituye el mayor atractivo para el público. No obstante, el espectáculo me pareció excelente dentro de su género.

    Manolo Fábregas, como en los tiempos de My fair Lady hizo derroche de lujo en la producción. Los decorados son de buen gusto y fascina la precisión con que se intercambian durante el transcurso de la acción. Este profesionalismo técnico es una de las características más

 


diorama
teatral

¡hello
dolly!

 

       por mara reyes

relevantes de las puestas en escena de Fábregas.

    Tal vez en donde más se aprecie la fastuosidad de la producción sea en el vestuario. El número de trajes con que se atavían los actores, cantantes y bailarines, podría contarse por cientos, no por decenas. Y salvo algunos trajes de la novena escena “Mirando la vida pasar”, con que se cierra el primer acto, todos contribuyen a dar esplendor a la comedia.

     La dirección orquestal, a cargo de Enrico Cabiati, es acertada, y una de sus virtudes es la de hacer sonar a la orquesta lo suficiente para dar brillo al espectáculo, pero sin sobrepasar la voz de los cantantes. La coreografía de Fernando Azevedo mantiene siempre un ritmo que da agilidad a las escenas. Manolo Fábregas logró coordinar, sin rupturas de estilo, las partes habladas, con las partes cantadas y los bailables, de manera que la acción se sucede con fluidez.

    Graciela Nájera, quien había triunfado ya en Libertad Libertad!, triunfa nuevamente en esta obra. Aunque su voz es pequeña, la suple con

 

su gracia, su simpatía y sus dones de actriz, de tal suerte que lleva al público hacia el punto donde ella quiere llevarlo, sin ninguna dificultad.

   La mejor voz del conjunto es, sin lugar a dudas, la de Raúl Lavie, quien posee todas las cualidades necesarias para una comedia musical: naturalidad, como actor; voz bien impostada y flexibilidad corporal para las escenas bailadas. Una falla fácilmente corregible es la de la acentuación equivocada en algunas frases -pocas, muy pocas por fortuna- (y no me refiero a la diferencia de cadencia que tienen al hablar quienes han nacido en otro país de habla hispana), pero fuera de esto, que es pecata minuta, es un nuevo valor que, con esta obra, conquista un puesto en el teatro de México.

     En cuanto a José Gálvez, actor de primera magnitud, me parece sumamente acertado que no haya caído en la tentación de cantar, y se limite a “parafrasear” el canto. Por supuesto, todos sabemos que el fuerte de Gálvez no son las comedias -aunque se haya dado a conocer en México, precisamente con una comedia Divorciémonos, al lado de Manolo Fábregas- y menos aún las comedias musicales, sin embargo, saca su papel con decoro, aunque éste no le permita desarrollar al máximo todas sus facultades histriónicas.

    Un actor que parece hecho a la medida de esta comedia, por la forma en que se asimila a su personaje, es Héctor Herrera. Y una joven actriz que también destaca, primero por  la manera en que fue dirigida por Manolo Fábregas, y segundo, por sus propias dotes y su vis cómica, es Marta Zamora.

     En cambio Ana Margarita, a pesar de contar con  una voz dulce, deja traslucir de tal manera su inexperiencia teatral, que en ciertos momentos -especialmente en la escena de la sombrerería- la comedia se hace densa y pesada, por su culpa. Le falta fluidez.

    De todas maneras, estos pequeños lunares no hacen sombra, y la comedia cumple plenamente sus propósitos.