diorama teatral
el asesinato
de la
hermana george
por mara reyes
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Teatro Ofelia.
Autor, Frank Marcus. Traducción, Margarita
Mitchell. Dirección, Dimitrios Sarras. Escenografía, David Antón. Asistentes de dirección: Joskowicz e Ignacio Orendáin. Reparto: Berta Moss, Mónica Serna, Rosa María Moreno y Tamara Garina.
Hay que agradecer a Dimitrios Sarras, director, y a
Margarita Mitchell, traductora, la presentación de esta magnífica obra del dramaturgo
inglés Frank Marcus. A pesar del título, El asesino de la hermana George,
no es una comedia policíaca, y aunque se ha calificado como “comedia negra”,
tampoco es una comedia, dado que su humorismo, lejos de ser una condición de
regocijo, es como el bisturí del que se sirve el autor para llegar a las
entrañas, donde se localiza el tumor de una sociedad. La obra, más que
realista, podría calificarse de “verista”, pues en vez de “componer” la
realidad, la “descompone”, en su acepción de separar los elementos de un todo,
para llegar a la verdad.
En ella,
el autor aborda el problema de la deshumanización de una sociedad que no toma a
los individuos como seres humanos, sino como partes de un mecanismo: como
refacciones que una vez usadas se desechan o, ya en calidad de fierro viejo, se
funden para volver a utilizarlas en otro mecanismo, del que tal vez, cuando
hayan dejado de ser útiles, saldrán ya definitivamente descartadas.
El que
las tres protagonistas sean lesbianas, y que entre ellas se desarrolle un
conflicto pasional, no es más que un síntoma más de la descomposición de esa
sociedad, pero no está planteado como "amoralidad"; la relación entre
ellas es tan "normal" o tan "anormal", según se la quiera
juzgar, como si la vivieran dos hombres que se disputaran a una mujer, con
todos los problemas de convivencia inherentes a una pareja mal avenida. El
autor demuestra que el problema de las emociones, es el mismo
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tratándose de relaciones entre
hombres y mujeres, o entre mujeres solas. Unos u otras son seres humanos que de
pronto se hallan en conflicto, pero su conflicto no ocurre en forma aislada,
sino concomitante con el otro conflicto, el del ser humano frente a la sociedad
a la que pertenece, mientras esa sociedad lo admite, y a la que, a pesar de su
rebeldía, trata de seguir perteneciendo, cuando aquélla al considerarlo inútil
trata de desecharlo. La obra muestra en dramática paradoja, cómo se sacrifica a
un ser humano en aras de la salvación de un “programa de radio”.
Berta Moss vuelve a demostrar que es una actriz de altos vuelos,
al crear ese atormentado personaje que es June Buckridge.
Ella nos trasmite primero ese conformismo de June, que acepta la pérdida de su
identidad, llegando a hablar en su vida diaria como el personaje de “la hermana
George”, que interpreta en la radio; después, el vacío total que la habita, al
serle retirada la posibilidad de seguir encarnando el personaje que ha
interpretado durante seis años, y por último, la aceptación trágica del nuevo
papel que le han asignado en un programa infantil de la radiodifusora. Nos
trasmite también la angustia que le provoca al personaje, su relación sadomasoquista
con Alice, proyectando con increíble veracidad, esa violencia con la que June
oculta su ternura.
Mónica
Serna está a la altura de las circunstancias, y eso, cuando se trabaja al lado
de Berta Moss, lo dice todo. Maneja bien sus recursos
(aunque abusa un tanto del juego con su cabello, pero esto es sólo una
minucia), y sobre todo, crea la imagen física correlativa a sus palabras y
actos.
En
cuanto a Rosa María Moreno, es una actriz a la que admiro y a la que por lo tanto
le exijo perfección. Ella también interpreta a su personaje delineando todas
sus facetas. En lo que se refiere al contenido,
su creación
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es
impecable: desgraciadamente, no puedo decir lo mismo de su continente,
lo cual es imperdonable en una actriz que domina la técnica de la actuación
desde hace mucho tiempo y que no tiene por qué caer ahora en los vicios de los
locutores de radio, o de funcionaria de una radiodifusora. Me refiero al estigma
de la mala acentuación de las palabras y de las frases en la que han
caído la mayoría de los locutores de radio y que se ha convertido en una
amenaza pública contra el idioma.
Está en
manos de los actores que esa célula cancerosa no invada también el teatro. Por
eso, me parece imperdonable que Rosa María Moreno se deje contagiar de los locutores
y comience a decir las palabras agudas como esdrújulas y las frases deformadas
con el fin de darles supuesto énfasis. La incorrecta acentuación de UNA frase o
de UNA palabra, es admisible, puede ser un descuido; pero lo que no es
admisible, es que el mayor porcentaje de las frases y de las palabras tengan
errores de acentuación. (¡Cuidado Rosa María, mata el germen antes de que prolifere!)
Para marcar la personalidad de una mujer que trabaja en una radiodifusora, hay
otros medios que Rosa María Moreno no sólo conoce, sino que ha puesto en
práctica en esta misma obra y no necesita practicar ese vicio idiomático tan
deleznable.
En
cuanto a Tamara Garina, aparece con la misma vis
cómica de siempre. Su presencia es revivificadora y
sirve de respiro a las tensiones que la obra provoca.
La
dirección de escena de Dimitrios Sarras,
no sólo es pulcra, sino vital. No cae jamás en abusos de mal gusto, por lo
contrario, maneja las situaciones entre las tres mujeres con un equilibrio perfecto,
para que sus escenas nunca resulten morbosas. Excelentes también la traducción
de Margarita Mitchell y la escenografía de David Antón.
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