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Se alza el telón

Lectura de textos de Quevedo

Malkah Rabell

Las veladas de lecturas en los teatros, no son, por lo general, muy concurridos. Para la lectura poética, es menester contar con recitadores profesionales, que no abundan ni en nuestro país, ni en otros. La lectura de prosa es aún menos usual. En cuanto a textos de Quevedo y Villegas es probablemente la primera vez que suben a un escenario mexicano. Bajo la dirección y con la adaptación de Nestor López Aldeco, y bajo los auspicios de la Facultad de Filosofía y Letras, en el teatro de la Universidad, pese a todas las dificultades que semejante espectáculo presenta, éste logró llamar la atención y hasta fascinar, a un público no sólo estudiantil, sino general, bastante heterogéneo, que cada lunes va en aumento.

Lo más complejo de tales lecturas es su selección. Y aún más difícil debe hacerse una selección de textos de Quevedo, escritor tan fecundo como la mayoría de sus compatriotas literatos de su época. Por fortuna Néstor López Aldeco adaptó los textos quevedianos con mucha inteligencia, y consiguió a través de éstos una imagen del poeta y del hombre, del creador y del erudito, y hasta del político. Porque Quevedo, escritor pesimista, que veía la vida con colores oscuros, fue de los pocos, tal vez el único escritor de su tiempo, capaz de darse cuenta cómo la grandeza nacional de España se desvanecía rápidamente, y quien optó por prevenir a sus compatriotas, con una larga serie de sátiras y denuncias, de la ruina que los aguardaba. Aunque siempre colocado del lado donde no se debía -como la Inquisición, por ejemplo-, como político tenía una visión muy clara de la decadencia de su país. Pese a que se considere a Francisco de Quevedo como infinitamente más prosista que poeta, Néstor López Aldeco entretejió verso y prosa en equilibrada unión, y escenificó este "teatro palatino", teatro de la lectura, para ofrecernos una idea tanto de la obra como de la vida de su protagonista.

Inició el director su espectáculo con el retrato "hablado" de Quevedo, para el cual se basó sobre todo en los autorretratos del propio poeta, donde éste se burla con poca amargura de su cojera y de su miopía. Autorretrato sin indulgencia, donde se pinta: "...largo de frente y de razones, quebrado de color y de piernas, blanco de cara y de todo, falto de pies y de juicio... pide a vuestras mercedes (pudiéndolo hacer a la puerta de la Iglesia, por cojo) le admitan en la cofradía del Placer". Y más adelante vuelve a repetir iguales burlas de su propia persona: "...negro de cabello y de ventura, falto de pies y de dicha, largo de piernas y de razones, limpio de manos y de bolsa..." A través de esas confesiones, nos damos cuenta cuán desdichada era la vida de ese inválido, hijo de buena familia, pero huérfano

de padre desde niño. Quien además se hallaba "limpio de bolsa" y deseaba gozar de la vida y de sus placeres a pesar de todo.

Su insistencia en la cojera se repite en otro de los textos leídos, éste en verso: "Pata Coja", expresión que vuelve como un leitmotiv a cada fin de estrofa: "¿Quién siendo Gómez antaño- Villegas se llama hoy- sin mirar que adonde voy -alcanza aqueste engaño?-Y ¿quién es aquel tacaño que en una estera dormía - Y hoy, con vana fantasía- ser príncipe se le antoja". Es "Pata Coja", repetición que da múltiples posibilidades escénicas a las cuatro voces de actores profesionales: Luis Miranda, Marta Ofelia Galindo, Ana Bertha Espín y Felipe de la Lama.

Luego el adaptador pasa al rasgo más conocido de Quevedo: su temperamento combativo, que solía tener voz de moralista y de crítico, y quien se consideraba a sí mismo como el hombre de las verdades. Pone Aldeco en boca de sus actores, el famosos verso: "¿No ha de hablar un espíritu valiente? -¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? -¿Nunca se ha de decir lo que se siente?".

Y así continuó todo el espectáculo, con algunos sonetos de amor, que no conocía y me han sorprendido en un escritor tan dado en odiar a las mujeres. También las cuatro voces se unen para leernos pasajes de su libro más famoso: Los sueños. Y hasta divirtió mucho al público un texto en prosa: El ojo del culo, tema para el cual se necesita mucha maestría de lenguaje y aún mayor inteligencia para no caer en simples vulgaridades.

Este teatro palatino fue leído por los cuatro intérpretes con voces sonoras, claras dicciones y sobre todo dramáticos matices. Luis Miranda, hasta en una lectura donde toma la personalidad del propio poeta, es un actor espléndido, a quien no se puede dejar de mirar y escuchar como si fuera una representación dramática. Ana Bertha Espín, es joven, linda y hace gala de una voz muy lírica. Con Martha Galindo sucede algo extraño, esta actriz tan conocida por su sentido del humor, nos deja inseguros, si de comedia o de drama se trata, perdemos la medida e ignoramos si sus lecturas son graciosas o trágicas. En cuanto a Felipe de la Lama cumple con mucha corrección con su parte.

Uno de los elementos más importantes del espectáculo era la música, muy sugestiva, muy bella, seleccionada por el Arq. Manuel Sánchez Santoveña.

Y para quienes nos conocen mucho de la obra y de la personalidad de Francisco de Quevedo y Villegas, este espectáculo puede servirles para despertar su curiosidad por ese poeta nacido hace casi 400 años, en 1580; este teatro palatino puede guiarlos en una mayor profundización de un escritor tan extraño, tan desagradable y atrayente a la vez, tan poco común como lo fue Quevedo.