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Se alza el telón. Espectáculo infantil: Los cuentos del baúl

por Malkah Rabell

¿Cuál es el criterio que rige la creación de un espectáculo infantil? ¿Qué juicios -o prejuicios- intervienen en la selección de los elementos que han de componer semejante espectáculo: actores, director, obra, y otros ingredientes? Se diría que en la mayoría de los casos la compañía trata de reunir a un grupo de actores incapaces de colocarse en los conjuntos de teatros para adultos; entrega la puesta en escena a un director novel, que da sus primeros pasos en la profesión, y como la dramaturgia infantil es muy escasa, busca un cuento va conocido para escenificarlo a como dé lugar, es decir, partiendo del punto de vista que los niños son unos débiles mentales y se los puede hacer reir e interesar sin ninguna dificultad. Por lo menos ésta es la impresión que un gran número de representaciones para niños causan. En el presente caso el grupo se presenta bajo los auspicios ni más ni menos que del Instituto Nacional de Bellas Artes, en su Centro de Experimentación Teatral el cual labora bajo la dirección de Luis Torner, excelente actor, quien el año pasado montó personalmente, en el mismo local, la novela dramatizada de Robert Luis Stevenson: La isla del tesoro, representación que sin llegar a la perfección tuvo no pocas virtudes. Las que en el caso de Los cuentos del baúl no existen.

Bajo ese título de Los cuentos del baúl se reunieron 3 cuentos que el programa de mano considera como "clásicos infantiles", y realmente lo son: El principito del famoso escritor francés, prematuramente fallecido, Antoine SaintExupéry; del no menos famoso poeta hindú, Rabindranath Tagore: El cartero del rey; y como tercer cuento, uno seleccionado de Las mil y una noches; El barbero. Pero en el teatro no basta seleccionar un relato literario, hay que saberlo dramatizar, y sobre todo es necesario conocer la muy difícil tarea del montaje escénico, lo que el director Carlos Valero parece desconocer casi tanto como los espectadores lo desconocen a él. En cuanto a mí, es la primera vez que lo oigo mencionar.

Entre los actores de ese Cuentos del baúl, la única a quien se nudo soportar ,es María Elena Mondragón en el papel

del niño enfermo que sueña en adquirir el título del "cartero del rey". Pero la muerte camina más de prisa que los sueños, y quizá también es un sueño, un sueño eterno, al cual el niño pasa sin darse cuenta. Muy hermosa obra, que bien manejada y bien actuada podría dar lugar a una joyita escénica. Lo que no fue el caso, aunque de las 3 puestas en escena, resultó la mejor.

De gran pobreza en todos los sentidos adolecía El principito, desde su escenografía debida a César Pérez Soto, hasta la figura central debida a Alegría Martínez que resultó insoportable, repitiendo constantemente los mismos movimientos con los brazos. Quizá con un buen director y en un papel de menor importancia, podría obtenerse algo de esa muy joven actriz. Su dicción no es mala, se la oye y se entienden sus parlamentos. En cuanto a la obra de Saint-Exupéry, nada trasmitió de su original emoción.

El espectáculo finalizó con El barbero de Las mil y una noches, al cual recortaron tanto que nada -o casi nada- quedó del original. Y las pocas sobras que nos ofrecieron, estuvieron tan mal aderezadas, tan sobreactuadas, que únicamente esperábamos el momento propicio para huir.

Y vuelvo a la pregunta: ¿cuál es el criterio que rige la realización de un espectáculo infantil? Aquí, los responsables se habrán imaginado que para hacer reir a los niños es obligatorio introducir uno o varios payasos. Y entre uno y otro cuento, o hasta en el mismo cuento, introdujeron a un grupito de payasos que sólo lograban echarlo todo a perder. En primer término, porque ni Saint-Exupéry, ni Tagore ni Las mil y una noches necesitan de payasos. Es como acompañar los frijoles con champaña. Las dos cosas por separado pueden ser deliciosas, pero juntas no se avienen. En segundo término, para ser realmente un payaso no basta pegarse una nariz roja, hablar con una voz atiplada y decir tonterías. Los grandes payasos son antes que nada grandes actores.

Después de asistir a esa representación en el Granero, sólo me queda recomendarle a Luis Torner que en el futuro se muestre más exigente en la aceptación de los grupos y de sus espectáculos.