Resaltar búsqueda

Lo que callan las mujeres de Marissa Garrido, en el Jorge Negrete

Armando de Maria y Campos

    ¡Bendita sea la rama que al tronco sale!... Así sentencia con emotiva lealtad a la savia original una copla española que he oído en remotos rincones de mi tierra mexicana:

Eres alta y delgada
como tu madre,
¡bendita sea la rama
que al tronco sale!

    Esta copla rumoraba en mi corazón y en mi recuerdo la noche del viernes, mientras en el escenario del teatro Jorge Negrete se sucedían las escenas de una apasionante comedia de Marissa Garrido, nueva y gallarda autora de teatro mexicana, que llega a enriquecer con su experiencia de adaptadora y creadora de comedias radiofónicas y televisuales, la actual generación de autores cuyas producciones nutren nuestra interrumpida producción teatral.
    A Marissa Garrido, su apellido materno, Arozamena, la vincula con uno de los actores más notables en los géneros lírico primero, dramático y cinematográfico después, que ha tenido México, que cubre con su presencia en la escena y en el ecrán más de medio siglo de actividad creadora: Eduardo Arozamena, muy conocido en nuestro medio teatral por el Nanche. Marissa Garrido es hija de Carmen Arozamena, hija, a su vez, de una hija del Nanche, quien (Carmen), con su hermana Lupe primero y después con la "chilpayata" de la familia, Amparito -una de las mejores tiples cómicas que ha dado México-, actuó varios años, ha mucho, en nuestros escenarios. Por eso cantaba en mi corazón el verso justo y conmovido del folklore español: ¡bendita sea la rama que al tronco sale!
    Marissa Garrido tiene, a pesar de su juventud, una larga historia como escritora teatral para la radio y la televisión. Se inició en 1949, escribiendo series de teatro para la radiodifusora XEW, y entre sus éxitos es piedra blanca una novela que en 1956 protagonizó Carmen Montejo, y que ha sido también transmitida por canales radiofónicos de Cuba, Puerto Rico y Panamá. A Marissa le deben más de treinta adaptaciones de la serie: Noches de estreno, que se transmitió durante meses por la

XEW. Y como de la radio se asciende por méritos propios, en campaña en el aire, a la Tevé, Marissa adaptó y escribió -adaptar es reescribir, magnífico ejercicio para adquirir disciplina y dominio en el oficio-, series para Colgate y para la General Electric, poniéndose sus obras indistintamente en canales radiofónicos o electrónicos para ser recibidos en miles de hogares en la república. Ella es la autora de Diario de una mujer, que mantuvo en la pantalla mágica de la tevé a la venerable e insustituible doña Prudencia Grifell; Marissa ha escrito para las series electrónicas: El hombre del paraguas, Teatro familiar azteca, Puerta al suspenso, Mujeres célebres, Por el ojo de la cerradura, Sor Amparo y Cita con Mauricio Garcés, y durante meses, sin interrupción, para el programa: Un cuento para usted, que si usted, lector, es adicto al milagro de los espectáculos que llegan a su hogar -como a su propia casa- sabrá que se transmite tres veces por semana y que su protagonista es Carmen Montejo una de las voces más bellas que cabalgan sobre canales electrónicos. Todo esto explica una difícil facilidad para crear diálogos, para hilvanar situaciones, para componer conflictos con profundidad y sentido dramático
    Marissa Garrido es una autora de la radio y la tevé que ha realizado una labor a la inversa de la que hace años constituye su actividad teatral: después de llevar al micrófono o a la cámara electrónica piezas de teatro escritas para la escena, empleando los procedimientos que le imponen aquellas técnicas, ahora traslada a la escena material las maneras de hacer, de contar propiamente, que domina en la radio o en la tevé. Lo que callan las mujeres es una apasionante novela radiofónica comprimida, ceñida, cautiva en fin, en las tres partes tradicionales del teatro, fenómeno extraordinario en el que el hombre muestra al hombre. Marissa se sirve del teatro de tres paredes como mujer que muestra a la mujer, a la mujer en sus diarios conflictos pasionales: la madre abnegada, la esposa constante, la mujer fatal y viciosa por quién sabe qué remotas fuentes sanguíneas. Un caso interesante con su consecuente moraleja, que interesa a las mujeres y a los hombres no

estremece de curiosidad -y nos deja sutil enseñanza- ¿Qué mucho de lo que ocurre en la comedia primeriza de Marissa Garrido lo hemos visto en esta o en aquella comedia? Muy cierto. Pero ¿quién pone en duda que la historia -esto es, la vida-, cansada de crear, se repite? ¿Y qué autor nuevo no conserva en el caracol de su oreja rumores de mares lejanos? Lo importante en el teatro no es lo que pasa -o ya ha ocurrido-, sino cómo pasa, es decir, cómo se cuenta al público. Y Marissa tiene habilidad, agilidad, soltura y femineidad para contar no sólo "lo que callan las mujeres", sino lo que dicen y, lo que es más difícil aún, ¡lo que hacen!
    Auguro un éxito de público, en particular femenino, a la interesante y bien contada comedia de Marissa Garrido: Lo que callan las mujeres, soberbiamente interpretada por un reparto excepcional que encabeza doña Prudencia Grifell -fuera ya de todo análisis, porque es un dogma en nuestro teatro-, y por Carmen Montejo, una de las mejores actrices de habla castellana, en la madurez de su privilegiado talento escénico. En esta obra maravilla y convence. Alicia Montoya -ay, de casta le viene al galgo, etc.- está magnífica, y cumplen decorosamente Rosa Elena Durgel y Lupelena Goyeneche. Los personajes masculinos, no están tratados con la misma firmeza que los femeninos, y por esto la interpretación de éstos se resiente en veracidad. El menor trazado de los personajes masculinos es el del hijo, que halló en Héctor Mendoza un hábil y sincero intérprete. Ramón Gay y Agustín Sauret, que desventuradamente no alcanza la altura artística de doña Prudencia, de Carmen o de Alicia, cumplen. A Gay le hace daño la lisura de su entonación y, en otro aspecto menos importante, mal gusto para su ropa de andar en casa. A la señorita Durgel le impusieron una bata de color sangre de toro, que más bien es un antídoto para hacer el amor. Fernando Wagner dirigió profesionalmente. Al final hubo flores para la autora y las actrices y aplausos para todos. Al salir de la función -cara a la noche templada y alta de estrellas- no quería salir de mi corazón la copla certera que sabe donde detiene su vuelo: ¡bendita sea la rama que al tronco sale!