FICHA TÉCNICA



Título obra Viaje a Turín

Autoría André Lang

Notas de autoría Álvaro Arauz / traducción

Dirección Salvador Novo

Elenco Marilú Elízaga, Tito Junco, Meche Soler

Espacios teatrales Teatro El Caballito




Cómo citar Maria y Campos, Armando de. "Estreno en el Teatro de El Caballito, de la comedia francesa, Viaje a Turín, de André Lang, por Marilú Elízaga y Tito Junco". Novedades, 1957. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

Novedades

Columna El Teatro

Estreno en el Teatro de El Caballito, de la comedia francesa, Viaje a Turín, de André Lang, por Marilú Elízaga y Tito Junco

Armando de Maria y Campos

Doña Marilú Elízaga eligió para reaparecer en su teatro de El Caballito, después de breve descanso y corta gira, una comedia francesa que le gustó. No creo que exista otra razón para que Viaje a Turín, de André Lang, traducida por Álvaro Arauz, justifique su puesta en escena en México. Estrenada en el teatro de la Michodiére, de París, después de una gira por provincias, el 12 de septiembre de 1956, a la medida de la edad y las aptitudes escénicas actuales de Ivone Printemps y Pierre Fresnay, ha sido vista con simpatía boulervardiera y por la afición teatral parisiense, que no desperdicia ocasión para rendir pleitesía a sus ídolos, con más cariño conforme se alejan de la juventud, que es cuando los actores empiezan a ser más conocidos, más queridos y más comprendidos.

A Ivone Printemps, como a Pierre Fresnay, se les permite hacer lo que quieran. Lo que vale y cuenta es su presencia en el escenario, su intervención en el espectáculo. Se va al teatro a ver a la todavía bella y glamorosa Ivonne y al maduro Fresnay, y lo que menos importa es el autor, a menos que éste haga decir a las dos glorias francesas cosas amables frívolas y a condición de que se trate de un espectáculo ligero como este de Lang, autor de boulevar y muy famoso. La frivolidad ha presidido la vida de la Printemps y de Fresnay, quien, como su tipo de galán zorro plateado, sabe desenvolverse en el boulevar como en su propia crema.

La frivolidad, como no lo ignora el lector, es la ligereza extremada, la informalidad. Viaje a Turín, de André Lang, juguete cómico escrito especialmente para la Printemps y Fresnay, es de una ligereza extremada, de una informalidad teatral absoluta. También la frivolidad de cosa de poca o ninguna sustancia; una amable e intrascendente futileza.

Viaje a Turín, es un simple encuentro de una mujer otoñal recién divorciada y un galán maduro, vagabundo y soltero por viudo, que llegan al lecho con la mayor naturalidad a los quince minutos de haber entablado un diálogo, y todo resulta cosa de poca o ninguna sustancia... teatral; en el fondo, una sutileza para los dos amantes después convertidos en esposos mal avenidos, quien lo dijera, de tanto como se quieren y para el espectador, que va de alegre sorpresa en incrédula sorpresa al comprobar como se puede hacer dialogar a dos personas estrictamente frívolas (interviene una criada de ella, que viene a ser como un convencional sentido común), sin que pase nada, absolutamente nada, ni se diga nada de importancia o que tenga otra intención menos ambiciosa que la de provocar una sonrisa –nunca la carcajada– vagamente frívola. En la mitología se define a la frivolidad, como una divinidad alegórica, hermana de la ligereza, madre de la inconstancia. Pues bien; no otra cosa que ligereza e inconstancia son los dos personajes de la comedieta o juguete cómico de André Lang, en el que ni siquiera hay situaciones que hagan pensar en el vaudeville y sin los protagonistas se aventuran a decir algo atrevido sobre los juegos del amor y del pecado cada día menos original, en realidad no lo resulta tanto porque lo dicen personas de cierta edad y muy seguras y convencidas de que no hay, no debe haber juegos con el amor... A la salida de la acostumbrada y triste función premier para la prensa, no faltó el espectador conocido y que no sabe uno nunca quien es, ni por que se lo encuentra uno en todas las premier, que se acerca al crítico para preguntarle:

–¿Qué le pareció a usted la comedia?

Esta vez no pude evitar la respuesta rápida y creo que frívola, como correspondía al amable espectáculo que acabábamos de presenciar:

–¿Cuál comedia? Aquí no hay comedia por ninguna escena. Se dicen cosas muy graciosas y se supone que pasan otras que no son para ser vistas; hasta ahora he conocido una comedia que no sea comedia a pesar de sus cuatro actos.

Viaje a Turín, es como un frágil azucarillo español que se disuelve en el vaso de agua con rapidez impresionante. Deja azucarada el agua, y eso sí, un agradable sabor al paladar. Pero una vez apurado el vaso de agua es que se disolvió el azucarillo, ¿quién puede asegurar que vio siguiera al ya desintegrado azucarillo? Recordamos de Viaje a Turín los excelentes modelos de vestir de Marilú, sus famosas pulseras de oro que la identifican en cualquier pieza y la hacen inconfundible; esta o aquella frase que dice con frívola y honda intención, los adelantos de Tito Junco, que en cada obra en que interviene se impone más como actor, y aquella y esta sentencia de la inteligente sirvienta Alicia (Meche Soler).

La traducción de Álvaro Arauz es buena a medias, por culpa de la necesidad de adaptar para reducir. Tuvo que contar mucho de los cuatro actos para que la comedia quedara reducida a tres. Buena, porque él domina el francés y es un buen escritor en castellano. Quienes deseen conocer esta comedia íntegra, que acudan a París–Theatre, No. 116.

La comedieta fue dirigida por Salvador Novo. Creo que se habrá divertido mucho creando movimientos que no tiene la pieza, buscándole doble intención a lo que dicen los amantes esposos otoñales. El sabe perfectamente como, batiéndola bien, sube mucho la clara de huevo...